HOMILIA
DEL XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Queridos hermanos en el Señor:
Iniciamos hoy una serie de
domingos que tendrán como trasfondo la vida moral de los seguidores
de Cristo. Si tuviéramos que resumir en una idea el mensaje de las
distintas lecturas de hoy nos daríamos cuenta de que Dios quiere por
todos los medios salvar a los hombres y para ello extiende su gracia
y poder más allá de las fronteras espirituales de la Iglesia
siempre y cuando se realicen, aun sin conocerle, en nombre de Cristo.
Esta es, queridos hermanos,
la idea clave del Evangelio de hoy: hacerlo todo en el nombre
poderoso del Señor. Nos encontramos con hombre anónimo que realiza
exorcismos en el nombre de Cristo, aun sin conocerle. Y sus
exorcismos son eficaces porque los realiza invocando el nombre de
Jesucristo. Del mismo modo que Eldad y Medad profetizaron porque les
alcanzó el espíritu de Yahvé.
"¡Ojalá todo el pueblo
fuera profeta!" Así respondió Moisés sin impedir, por tanto,
que aquellos dos lo hicieran aun cuando no habían acudido a la
tienda. "No se lo impidáis" les responde Jesús a los
apóstoles para que el poder del bien pudiera seguir venciendo al
mal. Podemos decir que Jesús nos da una lección de verdadera
tolerancia en estos tiempos tan convulsos y confusos: la tolerancia
de que todo suma para el bien cuando creyentes y no creyentes
encontramos puntos en común en el ejercicio de nuestros trabajos.
Todo suma para el bien si creyentes y no creyentes buscamos una
conciencia humana y racional que persiga los mismos objetivos: para
uno la justicia social, para otros la instauración del Reino de
Dios.
Hoy estamos llamados a sumar
esfuerzos en la construcción de un mundo mas humano y fraterno; en
la consecución del reinado social de Jesucristo y para ello todos
debemos colaborar con todos y quitarnos aquello que nos estorba y nos
impide los fines anteriores.
Las imágenes de la mano y el
pie cortados o del ojo arrancados son metáforas comunitarias de la
Iglesia cuerpo de Cristo y, de algún modo, de la sociedad como
comunidad humana: en ambas (Iglesia y sociedad) hay miembros,
situaciones, prejuicios o cosas que impiden su crecimiento y cohesión; y, por tanto, provocan el mayor de los pecados: el
escándalo, esto es la ocasión de hacer pecar a terceros o de
obstaculizar la gracia de Dios. Hasta tal punto es así, que Dios lo
penaliza con la muerte. Como Iglesia y como cristianos en medio del
mundo, debemos huir de toda ocasión de escándalo. Los cristianos
tenemos en esto una responsabilidad mayor porque hemos conocido a
Cristo y su gracia; los cristianos tenemos el deber y la misión de
ser luz para otros por el testimonio coherente de nuestra vida.
Pero no podemos olvidar,
después de todo, la idea primera y clave: realizarlo todo en su
nombre. No se puede sumar esfuerzos a cualquier precio, no podemos
dejarnos en brazos de otro a costa de renunciar a lo fundamental. No.
Los cristianos hemos de realizar nuestra acciones, trabajos
apostólicos, vida social, familiar o laboral, siempre, en el nombre
de Jesucristo, el Señor. Con Él todo hallará eficacia, sin Él todo
será estéril y vacuo.
¡Ánimo, hermanos! Y a
perseverar en el nombre de Cristo, el Señor. Así sea.
Dios te bendiga
Gracias Paco.
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