HOMILIA
DEL XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Queridos
hermanos en el Señor:
En este
domingo del Tiempo Ordinario Jesús nos plantea una cuestión
importante que no debieramos olvidar nunca en la comunidad eclesial:
los cargos y oficios como servicio.
Jesús esta
de camino a Jerusalén pasando por Galilea y allí les va preparando
para los acontecimientos que han de venir y desarrollarse: la pasión
y muerte del Señor. Esta profecia de su final terreno esta unida a
una discusión interna del colegio de los apóstoles: ¿de los doce,
quien es el mas importante?
Parece que
los apostoles y Jesús están en claves distintas: sin embargo, el
evangelista pretende ofrecernos una enseñanza: la entrega
sacrificial de Cristo a la muerte es el modelo de servicio para todo
aquel que quiera vivir en la Iglesia. Es decir, todo servicio en la
Iglesia es cruz, y como tal hemos de vivirlo:
La pasión
es misión para Cristo, el servicio en la Iglesia es misión para el
cristiano.
La pasión
es sacrificio redentor de Cristo, el servicio en la Iglesia es un
sacrificio y causa de redención para el cristiano.
Por esto
mismo, ser el responsable de un grupo parroquial nunca es un
privilegio que nos haga estar por encima de nadie, sino un encargo
recibido por el mismo Dios para estar disponibles y al servicio de
todos.
Debieramos
hoy, también, cómo deberían ser las actitudes de este responsable
de Iglesia: debe ser una persona íntegra, llena de amor a la
Iglesia, con gran capacidad de docilidad y de humildad. Es importante
que trate a los demás con ternura y magnanimidad; que busque
servirlos como si del mismo Cristo se tratase.
Este es el
camino del cristiano, hermanos, el servicio generoso, desinteresado y
alegre. Imitando la actitud docil y humilde de servicio que el Señor
Jesús adopta para ir a la cruz, subir a Jerusalén a celebrar su
pascua y vivir su pasión.
Así sea
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