Mostrando entradas con la etiqueta Dios creador. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Dios creador. Mostrar todas las entradas

viernes, 18 de mayo de 2018

EL TIEMPO ATMOSFÉRICO EN LA LITURGIA


LITURGIA Y METEOROLOGÍA


I. Misterio

De todos es conocido que el hombre vive sujeto al devenir de la historia pero no es menos cierto que de manera más radical está expuesto a las distintas alteraciones ambientales y atmosféricas que se dan. Es por ello que en el artículo de hoy queremos reflexionar sobre este tema desde la perspectiva litúrgica.

Como premisa debemos decir con la doctrina de la Iglesia que el hombre no debe «disponer arbitrariamente de la tierra, sometiéndola sin reservas a su voluntad, como si ella no tuviese una fisonomía propia y un destino anterior dados por Dios, y que el hombre puede desarrollar ciertamente, pero que no debe traicionar» (CDSI 460). Es más, cuando pretende dominar sobre la creación sin ninguna referencia al mandato del Creador, al contrario, suplantándolo, provoca la rebelión de la naturaleza.

Porque, en el fondo, es Dios mismo quien ofrece al hombre el honor de cooperar con todas las fuerzas de su inteligencia en la obra de la creación. En este sentido se hace necesario una correcta concepción del medio ambiente que debe evitar dos peligros: 1. Reducir utilitariamente la naturaleza a un mero objeto de manipulación y explotación; 2. Absolutizarla y colocarla, en dignidad, por encima de la misma persona humana. En este último caso, se llega a divinizar la naturaleza o la tierra.

Como expresión de la justa valoración que sobre la naturaleza y el medio ambiente ha hecho siempre la iglesia encontramos en el Bendicional una serie de ceremonias que tienen como fin santificar el trabajo humano ejercido sobre ella y, por qué no, los elementos naturales que afectan a la vida del hombre: bendición de campos y tierras cultivos, de animales y de los límites de una población. En ellos encontramos frases de este tenor: “alejando de nuestros campos las tormentas y el granizo” (bendición de campos, cultivos y pastos, 843), “ya que somos castigados por nuestros pecados, y padecemos la desgracia de las calamidades naturales” (bendición del Oriente, 853), “te suplicamos humildemente que apartes de nuestros términos todas las tormentas y disperses las tempestades” (bendición del Occidente, 856), “para que el granizo no lo afecte, la fuerza de la tempestad no los arrase, la sequía nos los debilite, las plagas no los dañen, ni el exceso de lluvia los malogre” (bendición del Sur, 862).

Pero entremos, sin más dilación, en la riqueza de este formulario que más que una misa en concreto, son más bien un conjunto de oraciones colectas que pueden ser usadas por la piedad personal y privada de los fieles.

II. Celebración

Valoramos el conjunto de oraciones colectas ante los diversos fenómenos atmosféricos (34-37) y que pueden ser completados con el resto de formularios de los días propios del tiempo litúrgico en que se empleen. V, gr.: si rezamos para pedir la lluvia el lunes VII del Tiempo Ordinario usaríamos la colecta propia para pedir agua, el resto de oraciones del formulario del VII domingo del Tiempo Ordinario. También se puede emplear la cuarta plegaria para las misas por diversas necesidades. Estas oraciones no tienen tanto la pretensión de ser usadas en misa cuanto más de ser usadas para la oración personal de los fieles.


34. En tiempo de terremoto: es de nueva creación. Ante el miedo y pavor que genera el movimiento de la tierra, lo que llamamos un seísmo, la oración usa del salmo 104, 5 para invocar el amparo y la protección divina y esto mueva a la humanidad a alabar y servir mejor a Dios.


35. Para pedir la lluvia: esta oración aparece en la compilación veronense[1], el sacramentario gelasiano antiguo del s. VIII[2] y en el misal romano de 1570[3]. Basándose en Hch 17, 28 como texto fundamental de la providencia y cuidado de Dios se pide la lluvia a su tiempo (cf. Dt 11,14) de tal modo que haga fecundos los campos y saciados de sus bienes podamos confiar en los eternos.


36. Para pedir el buen tiempo: la primera parte de la oración está presente en la compilación veronense[4], el sacramentario gelasiano antiguo del s. VIII[5] y en el misal romano de 1570[6]. Subyace en esta oración la creencia de que el mal tiempo o el tiempo desfavorable para las cosechas o para el normal desarrollo de la vida, se debe a un castigo de Dios mientras que Éste muestra su favor a los hombres regalándoles un conjunto de condiciones apropiadas para la vida. La oración pide el cese de las inclemencias que dificultan la supervivencia de la ciudad o del campo para que sin tener que afligirnos y preocuparnos de salvar la situación adversa podamos dedicar más tiempo y todos los esfuerzos a la alabanza divina.


37. Para alejar las tempestades: es de nueva creación. Los evangelios abundan en milagros en los cuales Jesús gobierna sobre los elementos naturales, entre los cuales destaca el de la tempestad calmada (cf. Mc 4, 35-41; Mt 8, 23-25; Lc 8, 22-25). De ahí que veinte siglos después la Iglesia pueda seguir pidiendo a Dios que detenga la violencia de las tormentas y los violentos y así poder alabar, felizmente, a Dios.

III. Vida

Una vez examinado las distintas oraciones colectas propuestas para la misa o la oración personal, veamos qué puntos teológicos nos ofrecen para una vivencia mejor y tranquila de los diversos fenómenos atmosféricos.

1. La creación valorada en su conjunto: “Y vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno” esta es la conclusión que la Escritura nos indica como valoración final del conjunto creacional. Dios no ha hecho nada malo, todo es bueno y perfecto. Dios ha dotado, en su infinita sabiduría, de leyes ocultas al conjunto del universo que el hombre puede descubrir a poco que aplique las energías de su inteligencia. Estas leyes naturales son las que hacen posible que el mundo siga su marcha y su curso, un continuo progreso en su desarrollo y devenir hasta el final de los tiempos. Si bien es cierto que la providencia divina es la suprema ley del gobierno y subsistencia de la creación, no es menos cierto que ésta misma está, de alguna manera, sujeta a los distintos fenómenos atmosféricos y ambientales que se suceden en la naturaleza y que son objeto del estudio de hoy.

Los distintos fenómenos no son realidades extrínsecas a la evolución de la naturaleza sino que forman parte y posibilitan esa misma evolución, lo que si aterra y causa zozobra son los efectos que ésos tienen sobre la población al causar desastres de diversa magnitud desde el destrozo de bienes inmuebles hasta la muerte de la población. En este sentido, es normal que la piedad cristiana elaborara un  formulario de súplica y celebración para evitar estos efectos apelando a la omnipotencia divina, la única que puede salvar al pueblo de ellos como Cristo hizo con sus apóstoles al mandar callar al viento y a la tormenta.      


2. Dios y el mundo: aunque sea de Perogrullo decir que son cosas distintas no siempre se tuvo del todo claro. La herejía panteísta afirmaba que Dios era el Todo y que este mundo no era sino una emanación divina de tal manera que toda realidad es Dios. Porque no es lo mismo decir que Dios dejó la impronta de su ser en la realidad creada o que Dios puede estar presente en el mundo de forma misteriosa que decir que todo es Dios o que la naturaleza es divina, como pensaban los pre-cristianos cultos animistas que, por desgracia, hoy vuelven a brotar en nuestro mundo.

En este sentido son muy elocuentes estos dos textos de la Escritura: «Torpes por naturaleza son todos los hombres que han ignorado a Dios y por los bienes visibles no lograron conocer al que existe, ni considerando sus obras reconocieron al artífice de ellas, sino que tuvieron por dioses rectores del mundo al fuego, al viento, al aire ligero, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a los luceros del cielo. Pues si, embelesados con su hermosura, los tuvieron por dioses, entiendan cuánto más hermoso es el Señor de todas estas cosas, pues el autor mismo de la belleza las creó. Si les llenó de asombro su poder y su energía, aprendan de ahí cuánto más poderoso es quien los formó. Pues por la grandeza y la hermosura de las criaturas se descubre, por analogía, a su hacedor. Más, con todo, no se merecen un duro reproche, porque quizá se extravían buscando a Dios y queriendo encontrarlo; ocupándose de sus obras, las investigan y se dejan seducir por su apariencia, pues que son tan hermosas. Sin embargo, ni éstos son excusables; porque si tanto llegaron a saber que acertaron a escudriñar el universo, ¿cómo no encontraron antes a su Señor?» (San 13, 1-9) y en el Nuevo Testamento: « Pues lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, son perceptibles para la inteligencia a partir de la creación del mundo a través de sus obras; de modo que son inexcusables, pues, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como Dios ni le dieron gracias; todo lo contrario, se ofuscaron en sus razonamientos, de tal modo que su corazón insensato quedó envuelto en tinieblas. Alardeando de sabios, resultaron ser necios y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes del hombre mortal, de pájaros, cuadrúpedos y reptiles. Por lo cual Dios los entregó a las apetencias de su corazón, a una impureza tal que degradaron sus propios cuerpos; es decir, cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y dando culto a la criatura y no al Creador, el cual es bendito por siempre. Amén.» (Rom 1, 20-25).

En conclusión, las enseñanzas bíblicas más importantes de la creación respecto de Dios es que: a) El mundo entero debe totalmente su existencia a la acción libre y soberana de Dios pero no se identifica con Él; b) El mundo es bueno porque recibe su perfección y bondad de su Creador; c) El mundo existe para el hombre como realidad distinta de Dios, quien da consistencia al conjunto de lo creado.

Dios te bendiga



[1] Ve 1111.
[2] GeV 1402.
[3] MR1570[229].
[4] Ve 582.
[5] GeV 1421.
[6] MR1570[791].

viernes, 6 de octubre de 2017

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO





Antífona de entrada

«A tu poder, Señor, está sometido el mundo entero; nadie puede oponerse a ti. Tú creaste el cielo y la tierra y las maravillas todas que existen bajo el cielo. Tú eres Señor del universo». Tomada del libro de Ester, capítulo cuatro, versículo diecisiete. Al inicio de la celebración hacemos –con estas palabras- confesión de fe en Dios creador de todo. Conocer su dominio y poder sobre todo cuanto existe nos conforta y alienta en el camino de la vida porque inspira confianza en los fieles: si todo está en manos de Dios entonces nada malo puede ocurrir, no hay lugar para el arbitrarismo y el capricho ciego del destino. Nuestra vida está en manos de Dios, que es el Señor del universo.

Oración colecta

«Dios todopoderoso y eterno, que desbordas con la abundancia de tu amor los méritos y los deseos de los que te suplican, derrama sobre nosotros tu misericordia, para que perdones lo que pesa en la conciencia y nos concedas aun aquello que la oración no menciona. Por nuestro Señor, Jesucristo». Tomada del misal romano del 1570. Este texto oscila entre dos campos: el campo del hombre: tímido, limitado en su oración, agitado por los pecados; y el campo de Dios: generoso y desbordante en sus dádivas, conocedor óptimo de todo aquellos que necesitamos y no somos conscientes. Dios y hombre son dos orillas unidas por el puente de la oración y de la misericordia.

Oración sobre las ofrendas

«Acepta, Señor, el sacrificio establecido por ti y, por estos santos misterios que celebramos en razón de nuestro ministerio, perfecciona en nosotros como conviene la obra santificadora de tu redención. Por Jesucristo, nuestro Señor». De nueva incorporación. Esta oración concentra tres ideas fundamentales para entender el misterio eucarístico: 1. “sacrificio establecido por ti”, celebramos la misa porque ha sido instituida y mandada por el mismo Señor: “haced esto en conmemoración mía” (cf. Lc 22,19). 2. “misterios que celebramos en razón de nuestro ministerio” este aserto recoge una doctrina formulada ya por el Concilio IV de Letrán (1215): “[…] Y este sacramento nadie ciertamente puede realizarlo sino el sacerdote que hubiere sido debidamente ordenado…” (DH 802). Lo que significa que solo por el ministerio sacerdotal se confecciona y ofrece el sacrificio eucarístico mientras que por el sacerdocio bautismal se participa de otra manera. 3. “La obra santificadora de tu redención” la actualización del sacrificio redentor del Señor en cada celebración de la Eucaristía hace posible que hoy, traspasando el espacio y el tiempo, el hombre pueda seguir gozando del ser salvado.

Antífonas de comunión

«El Señor es bueno para quienes esperan en él, para quien lo busca». Tomada del libro de las lamentaciones, capítulo tres, versículo veinticinco. Y nosotros lo buscamos en el pan divino que es alimento para las almas. Cuando decimos que nuestra esperanza está en Cristo debemos pensar que es una esperanza que se actualiza y se hace real en cada comunión de la que participamos. Es el pan que nos regala la bondad divina si sabemos confiar y aguardar su providencia.

«Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan y participamos del mismo cáliz». Tomada de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios, capítulo diez, versículo diecisiete. Este es el principal efecto del que tenemos que tomar conciencia al acercarnos a comulgar: que el pan eucarístico nos hace ser uno en Cristo, nos hace un solo cuerpo que se ofrece al Padre. Es Cristo como cabeza y la Iglesia como su cuerpo, luego el Cristo total, el que se encuentra en cada Eucaristía tanto como oblación santa como comunión eucarística.

Oración para después de la comunión

«Concédenos, Dios todopoderoso, que nos alimentemos y saciemos en los sacramentos recibidos, hasta que nos transformemos en lo que hemos tomado. Por Jesucristo, nuestro Señor». De nueva creación. Cristo, pan de vida y cáliz de salvación, se nos ofrece como alimento de salvación para que progresivamente nos vayamos “cristificando”, es decir, pareciendo más y mejor al Señor, a quien hemos tomado.


Visión de conjunto

            El primer artículo del Credo dice “Creo en un solo Dios, Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible”. En esta reflexión final vamos a centrarnos en la propiedad nocional “Creador” referida a Dios Padre, primera persona de la Trinidad.

La comprensión del Dios-Creador ha tenido variaciones a lo largo de la historia y de las áreas geográficas. Vemos algunas, someramente, tomadas del Catecismo de la Iglesia:

·         Mitologías: en las religiones y culturas antiguas encontramos numerosos mitos referentes a los orígenes.

·         Panteísmo: todo es Dios, que el mundo es Dios, o que el devenir del mundo es el devenir de Dios.

·         Emanacionismo: el mundo es una emanación necesaria de Dios, que brota de esta fuente y retorna a ella.

·         Dualismo o maniqueísmo: existencia de dos principios eternos, el Bien y el Mal, la Luz y las Tinieblas, en lucha permanente.

·         Gnosticismo: el mundo (al menos el mundo material) sería malo, producto de una caída, y por tanto que se ha de rechazar y superar.

·         Deísmo: el mundo ha sido hecho por Dios, pero a la manera de un relojero que, una vez hecho, lo habría abandonado a él mismo.

·         Materialismo ateo: no aceptan ningún origen transcendente del mundo, sino que ven en él el puro juego de una materia que ha existido siempre.

La Sagrada Escritura ofrece dos relatos de la Creación del mundo que debemos apreciar y saber entender. No deben entenderse nunca al pie de la letra. La doctrina de la creación sirve para confirmar la fidelidad de Dios a la alianza y atestiguar el poder soberano de Dios en la historia, la creación y la liberación de Egipto dan testimonio de esto.

Toda la Biblia está salpicada de referencias a la creación en como marco hecho por Dios para insertar en ella al hombre, inicio de la Historia de la Salvación (cf. CEC 280). En el libro de Isaías a partir del capítulo 40 encontramos referencias a Dios como creador de cielo y tierra que volverá a restaurar al pueblo y el culto. Hay que tener en cuenta que estamos en la época del exilio. También en los salmos encontramos importantes referencias. Son confesiones alegres y agradecidas de fe. Destacan los salmos 148, 8, 104, 19,33.

En la literatura sapiencial se inserta una diferencia ya que la religión está impregnada de la cultura helénica. Es decir se observan los atributos divinos y las obras creadas y se sigue un proceso racional de búsqueda de Dios: el último discurso del libro de Job donde se ofrece una descripción de la creación en defensa de Dios; también Proverbios 8, 22-31, donde la sabiduría de Dios, atributo divino, es presentada con rasgos personales y jugando con la “bola del mundo”. No se nos escapa el de Sabiduría 13, 1-9 donde se acentúa la posibilidad de un conocimiento de tipo natural y racional que nos pueda conducir a la existencia de Dios.

En el corpus paulino encontramos un texto semejante a este en Rom 1, 20-25. La gran definición teológica del conocimiento natural de Dios fue consagrada en 1870 por el Concilio Vaticano I en la Constitución dogmática Dei Filius: «La misma santa madre Iglesia sostiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana partiendo de las cosas creadas» (DSH 3004).

En conclusión, cuáles son las enseñanzas bíblicas más importantes de la creación: a) El mundo entero debe totalmente su existencia a la acción libre y soberana de Dios; b) El mundo es bueno; c) El mundo existe para el hombre. Todo ello supone que nosotros como fieles cristianos debemos dar gracias a Dios por su bondad infinita, por haber creado este precioso mundo para nosotros, para nuestro disfrute lo que implica que debemos cuidar de él como de la casa común de la que se trata. La verdadera ecología no es cosa de otros sino de los mismos cristianos. La ecología se hará justa en la medida en que se presuponga una sana antropología pues el destino del mundo y del hombre están unidos en esta vida y en la venidera donde aparecerán los cielos nuevos y la tierra nueva junto con una nueva humanidad redimida y exenta de llanto, dolor, enfermedad, luto y muerte.

Dios te bendiga