LITURGIA Y METEOROLOGÍA
I. Misterio
De todos es conocido que el hombre vive sujeto al
devenir de la historia pero no es menos cierto que de manera más radical está
expuesto a las distintas alteraciones ambientales y atmosféricas que se dan. Es
por ello que en el artículo de hoy queremos reflexionar sobre este tema desde
la perspectiva litúrgica.
Como premisa debemos decir con la doctrina de la
Iglesia que el hombre no debe «disponer arbitrariamente de la tierra, sometiéndola sin reservas a su
voluntad, como si ella no tuviese una fisonomía propia y un destino anterior
dados por Dios, y que el hombre puede desarrollar ciertamente, pero que no debe
traicionar» (CDSI 460). Es más, cuando pretende dominar sobre la creación
sin ninguna referencia al mandato del Creador, al contrario, suplantándolo, provoca
la rebelión de la naturaleza.
Porque, en el fondo, es
Dios mismo quien ofrece al hombre el honor de cooperar con todas las fuerzas de
su inteligencia en la obra de la creación. En este sentido se hace necesario
una correcta concepción del medio ambiente que debe evitar dos peligros: 1. Reducir
utilitariamente la naturaleza a un mero objeto de manipulación y explotación; 2.
Absolutizarla y colocarla, en dignidad, por encima de la misma persona humana.
En este último caso, se llega a divinizar la naturaleza o la tierra.
Como
expresión de la justa valoración que sobre la naturaleza y el medio ambiente ha
hecho siempre la iglesia encontramos en el Bendicional
una serie de ceremonias que tienen como fin santificar el trabajo humano
ejercido sobre ella y, por qué no, los elementos naturales que afectan a la
vida del hombre: bendición de campos y tierras cultivos, de animales y de los
límites de una población. En ellos encontramos frases de este tenor: “alejando de nuestros campos las tormentas y
el granizo” (bendición de campos, cultivos y pastos, 843), “ya que somos castigados por nuestros
pecados, y padecemos la desgracia de las calamidades naturales” (bendición
del Oriente, 853), “te suplicamos
humildemente que apartes de nuestros términos todas las tormentas y disperses
las tempestades” (bendición del Occidente, 856), “para que el granizo no lo afecte, la fuerza de la tempestad no los
arrase, la sequía nos los debilite, las plagas no los dañen, ni el exceso de
lluvia los malogre” (bendición del Sur, 862).
Pero
entremos, sin más dilación, en la riqueza de este formulario que más que una
misa en concreto, son más bien un conjunto de oraciones colectas que pueden ser
usadas por la piedad personal y privada de los fieles.
II. Celebración
Valoramos el conjunto de oraciones colectas ante los
diversos fenómenos atmosféricos (34-37) y que pueden ser completados con el
resto de formularios de los días propios del tiempo litúrgico en que se
empleen. V, gr.: si rezamos para pedir la lluvia el lunes VII del Tiempo
Ordinario usaríamos la colecta propia para pedir agua, el resto de oraciones
del formulario del VII domingo del Tiempo Ordinario. También se puede emplear
la cuarta plegaria para las misas por diversas necesidades. Estas oraciones no
tienen tanto la pretensión de ser usadas en misa cuanto más de ser usadas para
la oración personal de los fieles.
34. En tiempo de terremoto: es de nueva
creación. Ante el miedo y pavor que genera el movimiento de la tierra, lo que
llamamos un seísmo, la oración usa del salmo 104, 5 para invocar el amparo y la
protección divina y esto mueva a la humanidad a alabar y servir mejor a Dios.
35. Para pedir la lluvia: esta oración
aparece en la compilación veronense[1],
el sacramentario gelasiano antiguo del s. VIII[2] y
en el misal romano de 1570[3]. Basándose
en Hch 17, 28 como texto fundamental de la providencia y cuidado de Dios se
pide la lluvia a su tiempo (cf. Dt 11,14) de tal modo que haga fecundos los
campos y saciados de sus bienes podamos confiar en los eternos.
36. Para pedir el buen tiempo: la primera
parte de la oración está presente en la compilación veronense[4],
el sacramentario gelasiano antiguo del s. VIII[5] y
en el misal romano de 1570[6]. Subyace
en esta oración la creencia de que el mal tiempo o el tiempo desfavorable para
las cosechas o para el normal desarrollo de la vida, se debe a un castigo de
Dios mientras que Éste muestra su favor a los hombres regalándoles un conjunto
de condiciones apropiadas para la vida. La oración pide el cese de las inclemencias
que dificultan la supervivencia de la ciudad o del campo para que sin tener que
afligirnos y preocuparnos de salvar la situación adversa podamos dedicar más
tiempo y todos los esfuerzos a la alabanza divina.
37. Para alejar las tempestades: es de nueva
creación. Los evangelios abundan en milagros en los cuales Jesús gobierna sobre
los elementos naturales, entre los cuales destaca el de la tempestad calmada (cf.
Mc 4, 35-41; Mt 8, 23-25; Lc 8, 22-25). De ahí que veinte siglos después la
Iglesia pueda seguir pidiendo a Dios que detenga la violencia de las tormentas
y los violentos y así poder alabar, felizmente, a Dios.
III.
Vida
Una
vez examinado las distintas oraciones colectas propuestas para la misa o la
oración personal, veamos qué puntos teológicos nos ofrecen para una vivencia
mejor y tranquila de los diversos fenómenos atmosféricos.
1.
La creación valorada en su conjunto: “Y vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno” esta es la
conclusión que la Escritura nos indica como valoración final del conjunto
creacional. Dios no ha hecho nada malo, todo es bueno y perfecto. Dios ha
dotado, en su infinita sabiduría, de leyes ocultas al conjunto del universo que
el hombre puede descubrir a poco que aplique las energías de su inteligencia. Estas
leyes naturales son las que hacen posible que el mundo siga su marcha y su
curso, un continuo progreso en su desarrollo y devenir hasta el final de los
tiempos. Si bien es cierto que la providencia divina es la suprema ley del
gobierno y subsistencia de la creación, no es menos cierto que ésta misma está,
de alguna manera, sujeta a los distintos fenómenos atmosféricos y ambientales
que se suceden en la naturaleza y que son objeto del estudio de hoy.
Los
distintos fenómenos no son realidades extrínsecas a la evolución de la
naturaleza sino que forman parte y posibilitan esa misma evolución, lo que si
aterra y causa zozobra son los efectos que ésos tienen sobre la población al
causar desastres de diversa magnitud desde el destrozo de bienes inmuebles
hasta la muerte de la población. En este sentido, es normal que la piedad
cristiana elaborara un formulario de
súplica y celebración para evitar estos efectos apelando a la omnipotencia
divina, la única que puede salvar al pueblo de ellos como Cristo hizo con sus apóstoles
al mandar callar al viento y a la tormenta.
2.
Dios y el mundo: aunque sea de Perogrullo decir que son cosas distintas
no siempre se tuvo del todo claro. La herejía panteísta afirmaba que Dios era
el Todo y que este mundo no era sino una emanación divina de tal manera que
toda realidad es Dios. Porque no es lo mismo decir que Dios dejó la impronta de
su ser en la realidad creada o que Dios puede estar presente en el mundo de forma
misteriosa que decir que todo es Dios o que la naturaleza es divina, como
pensaban los pre-cristianos cultos animistas que, por desgracia, hoy vuelven a
brotar en nuestro mundo.
En
este sentido son muy elocuentes estos dos textos de la Escritura: «Torpes por
naturaleza son todos los hombres que han ignorado a Dios y por los bienes
visibles no lograron conocer al que existe, ni considerando sus obras
reconocieron al artífice de ellas, sino que
tuvieron por dioses rectores del mundo al fuego, al viento, al aire ligero, a
la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a los luceros del cielo. Pues si, embelesados con
su hermosura, los tuvieron por dioses, entiendan cuánto más hermoso es el Señor
de todas estas cosas, pues el autor mismo de la belleza las creó. Si les llenó de asombro
su poder y su energía, aprendan de ahí cuánto más poderoso es quien los formó. Pues por la grandeza y la
hermosura de las criaturas se descubre, por analogía, a su hacedor. Más, con todo, no se
merecen un duro reproche, porque quizá se extravían buscando a Dios y queriendo
encontrarlo; ocupándose de sus obras, las investigan y se dejan seducir por su
apariencia, pues que son tan hermosas. Sin embargo, ni éstos son excusables; porque si tanto llegaron
a saber que acertaron a escudriñar el universo, ¿cómo no encontraron antes a su
Señor?» (San 13, 1-9) y en el Nuevo
Testamento: « Pues lo invisible de
Dios, su eterno poder y su divinidad, son perceptibles para la inteligencia a
partir de la creación del mundo a través de sus obras; de modo que son
inexcusables, pues, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como Dios ni
le dieron gracias; todo lo contrario, se ofuscaron en sus razonamientos, de tal
modo que su corazón insensato quedó envuelto en tinieblas. Alardeando de
sabios, resultaron ser necios y cambiaron la gloria del Dios inmortal por
imágenes del hombre mortal, de pájaros, cuadrúpedos y reptiles. Por lo cual
Dios los entregó a las apetencias de su corazón, a una impureza tal que
degradaron sus propios cuerpos; es decir, cambiaron la verdad de Dios por la
mentira, adorando y dando culto a la criatura y no al Creador, el cual es
bendito por siempre. Amén.» (Rom 1, 20-25).
En
conclusión, las enseñanzas bíblicas más importantes de la creación respecto de
Dios es que: a) El mundo entero debe totalmente su existencia a la acción libre
y soberana de Dios pero no se identifica con Él; b) El mundo es bueno porque
recibe su perfección y bondad de su Creador; c) El mundo existe para el hombre
como realidad distinta de Dios, quien da consistencia al conjunto de lo creado.
Dios
te bendiga
No hay comentarios:
Publicar un comentario