HOMILIA DEL XIX DOMINGO DEL TIEMPO
ORDINARIO
Queridos
hermanos en el Señor:
Continuando con la lectura del capítulo
seis del evangelio de Juan, la lectura del primer libro de Reyes nos da una
nueva clave de comprensión: el profeta Elías, desfallecido de su caminata, se
deja llevar por el cansancio y la desesperación; y rendido, ya, por la fatiga,
se tumba en el suelo a esperar su muerte. Pero Dios no se resiste a consentir
que su profeta entre en una dinámica derrotista, por ello manda a su ángel para
que reanimara las fuerzas de Elías. La sencillez de un pan cocido y una jarra
de agua es lo único necesario para levantarle de su postración.
Se podría decir que esta narración
del profeta Elías es una imagen perfecta de la vida del cristiano. La vida
terrena es el camino que hemos de transitar para llegar a la meta que es el
cielo. Pero este camino de la vida no es fácil. Si dijimos en domingos
anteriores que el carisma profético del pueblo de Dios y el ejercicio del mismo
por parte de cada cristiano, en su apostolado, entrañaban serios riesgos para
la estabilidad y el bienestar en la vida; vemos que solo podemos hallar fuerzas
en un alimento que no es de este mundo, aunque necesite de soportes físicos de
este mundo. Elías fue alimentado por el pan de un ángel para que recobrara las
fuerzas y continuara.
Elías gusto y vio la bondad de Dios
que no lo abandonó a su suerte sino, al contrario, lo salvó de sus ansias y
angustias por medio de su enviado del cielo. También a nosotros, cada día de
nuestra vida Dios nos envía ángeles para que nos guarden en el camino de la
vida y nos proporcionen el alimento espiritual que necesitamos. Este pan que un
día comiera Elías no es otra cosa sino un anticipo o prefiguración del
verdadero alimento espiritual que Jesús nos da en sí mismo.
El evangelista Juan establece un
discurso acerca del pan de vida a raíz
de una diatriba con los judíos. Éstos cuestionan la identidad de Jesús, se
quedan solo en la apariencia humana sin ir más allá de la misma. Y es que
reconocer a Jesús como el Pan de vida es, ante todo, un don de la gracia divina
que nos atrae y descubre la verdadera identidad del Señor. La Eucaristía,
sacramento de la fe, es el verdadero Maná del cielo que sacia el hambre de eternidad
en el hombre de hoy que se siente fatigado por las inclemencias y dificultades
del camino de la vida.
Porque aunque el camino supere nuestras fuerzas, la
Eucaristía, alimento sobrenatural, nos dará la fortaleza necesaria para
continuar la vida cristiana en plenitud y hasta final. Así como no podemos
vivir sin el alimento físico, la vida cristiana carece de sentido y muere si no
nos alimentamos con el pan de los ángeles. En este sentido, la misa dominical,
más que una obligación se debe transformar en una necesidad del alma, sin la
cual no podemos vivir. La Eucaristía es ese imán que nos atrae hacia si
irremediablemente. La santa misa es el centro de la vida del cristiano y quien
no la frecuente, al menos dominicalmente, no puede llamarse, en verdad,
cristiano.
Así pues, queridos hermanos, las lecturas de este
domingo son un recuerdo constante de la necesidad que tenemos de comer el pan
que Dios nos da, y hacerlo con fe. Con fe en la presencia real de Jesucristo en
ella, y que, habitando en nosotros por el sacramento, nos da el vigor y el ánimo
necesario para encarar la realidad de la vida y llegar a buen puerto, esto es,
a la eternidad. Así sea.
Dios te bendiga
Gracias Padre que profunda explicacion..ese es el.alimento principal..el Pan bajado del Cielo.
ResponderEliminarDios lo bendiga..
Ore por Venezuela estamos en bajo el Amparo de Nuestra Señora de Coromoto.
Gracias por ser SACERDOTE.
Gracias Padre Francisco.
ResponderEliminarGracias hagamos de la misa el centro de nuestra vida cuidemos las comuniones siempre siempre en gracia de Dios para eso esta el sacramento de la penitencia y ofrecsmonos co la víctima en favor de nuestros hermanos
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