MISA POR LA SANTIFICACIÓN DEL
TRABAJO HUMANO
I. Misterio
Desde el comienzo de la creación, el hombre ha
recibido de Dios el mandato de someter la tierra, dominarla y sacar de ella lo
necesario para su subsistencia. Solo después del pecado, esta bendición se
truncó en su forma de obtener el fruto del trabajo, pues habría de hacerlo “con
el sudor de su frente”. Así, «el trabajo debe ser
honrado porque es fuente de riqueza o, al menos, de condiciones para una vida
decorosa, y, en general, instrumento eficaz contra la pobreza (cf. Pr 10,4). Pero no se debe ceder a la tentación de idolatrarlo, porque
en él no se puede encontrar el sentido último y definitivo de la vida. El
trabajo es esencial, pero es Dios, no el trabajo, la fuente de la vida y el fin
del hombre» (CDSI 257).
Jesucristo mismo también trabajó con sus manos. Por
eso, en su predicación,
Jesús enseña a apreciar el trabajo. Durante su vida pública, Jesús trabaja
incansablemente, realizando obras poderosas para liberar al hombre de la
enfermedad, del sufrimiento y de la muerte.
De ahí que el trabajo sea tan importante para el hombre y nada le puede eximir
de ello, como dice la Iglesia: «la conciencia de la transitoriedad de la «
escena de este mundo » (cf.
1 Co
7,31) no exime de ninguna tarea
histórica, mucho menos del trabajo (cf.
2 Ts 3,7-15), que
es parte integrante de la condición humana, sin ser la única razón de la vida.
Ningún cristiano, por el hecho de pertenecer a una comunidad solidaria y
fraterna, debe sentirse con derecho a no trabajar y vivir a expensas de los
demás (cf. 2 Ts 3,6-12)»
(CDSI 264).
El compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia, en lo relativo al trabajo, distingue una doble dimensión: objetiva y subjetiva. En sentido objetivo: el conjunto de actividades, recursos,
instrumentos y técnicas de las que el hombre se sirve para producir y dominar la tierra.
En sentido subjetivo: el
actuar del hombre en cuanto ser dinámico, capaz de realizar diversas acciones
que pertenecen al proceso del trabajo y que corresponden a su vocación personal. La dimensión
subjetiva del trabajo debe prevalecer sobre la objetiva, porque es la del hombre mismo que realiza el
trabajo, aquella que determina su calidad y su más alto valor. Si falta esta
conciencia o no se quiere reconocer esta verdad, el trabajo pierde su
significado más verdadero y profundo.
Por último, si hay un texto que resume la
espiritualidad del trabajo y que ha influido en la configuración de los textos
de la misa por la santificación del trabajo humano, este es el de la encíclica
de Pablo VI, Populorum Progressio 27 dice: «De
la misma manera, aunque a veces puede llegarse a una mística exagerada del
trabajo, no es menos cierto, sin embargo, que el trabajo ha sido querido y
bendecido por Dios. Creado a imagen suya, «el hombre debe cooperar con el
Creador en la perfección de la creación y marcar, a su vez, la tierra con el
carácter espiritual que él mismo ha recibido». Dios, que ha dotado al hombre de
inteligencia, le ha dado también el modo de acabar de alguna manera su obra; ya
sea el artista o artesano, patrono, obrero o campesino, todo trabajador es un
creador. Aplicándose a una materia que se le resiste, el trabajador le imprime
un sello, mientras que él adquiere tenacidad, ingenio y espíritu de invención.
Más aún, viviendo en común, participando de una misma esperanza, de un
sufrimiento, de una ambición y de una alegría, el trabajo une las voluntades,
aproxima los espíritus y funde los corazones; al realizarlo, los hombres
descubren que son hermanos».
II. Celebración
La misa que estudiamos hoy se rige
por las normas generales dadas para toda la sección del misal dedicada a las
misas por diversas necesidades. Puede ser completada, en su formulario con el
prefacio dominical V “las maravillas de la Creación” o bien con la tercera
plegaria eucarística para las misas por diversas necesidades. Suele decirse con
ornamentos del color del tiempo en que se emplee.
Esta misa ofrece dos formularios: el formulario A,
que tiene dos oraciones colectas, la oración sobre las ofrendas que se halla en
la compilación veronense[1],
en el sacramentario gelasiano antiguo del s. VIII[2] y
en el misal romano de 1570[3], y
la oración de pos-comunión; el formulario B, más sencillo ya que se compone de
una oración colecta, otra sobre las ofrendas y la de pos-comunión que se halla
en los mismos sacramentarios antiguos[4]
que la anterior.
En el formulario A nos proporciona dos oraciones
colectas: la colecta 1 nos sitúa en la perspectiva del Dios-Creador (lat.
Conditor) que ha mandado al hombre trabajar la creación (cf. Gn 1, 28) con dos
fines determinados: el progreso humano y la extensión del Reino de Dios. La colecta
2 presenta el trabajo humano como la causa instrumental por la que Dios actúa
en el mundo. En esta oración se ofrecen cuatro efectos del trabajo a la vida
del hombre: dignifica, ennoblece, genera unidad y es posibilidad de servicio. La
oración sobre las ofrendas establece un paralelismo entre los alimentos que se
extraen de la tierra por medio del trabajo y sirven tanto para alimentar el
cuerpo como para celebrar y confeccionar los sacramentos que alimentan el alma
con sus efectos espirituales. La oración para después de la comunión presenta
el misterio eucarístico como la mesa de “la unidad y de la caridad” dos
características del trabajo humano que han de contribuir al progreso humano y a
la extensión del Reino de Dios, como ya se dijo en la oración colecta.
El formulario B tiene una composición simple e
clásica: tan solo las tres oraciones esenciales para la celebración: la
colecta, donde se propone el mandato divino “dominad y someted” la tierra
mediante el trabajo para conseguir tres gracias esenciales que contribuyan al
progreso del hombre: 1. Trabajar con espíritu cristiano: 2. Practicar la
caridad sincera; 3. Colaborar en la perfección de la creación. La oración sobre
las ofrendas mantiene la idea de que el trabajo es un medio de asociación a la
obra redentora de Cristo. La oración de pos-comunión pretende una conveniente
simbiosis entre los sacramentos y los bienes terrenos como providencia de Dios
sobre nosotros.
Para los textos bíblicos de la misa, que solo se
contienen en el formulario A y pueden ser usados en el B, la liturgia ha provista:
como antífona de entrada se ofrecen dos posibilidades: Gen 1, 1.27.31 donde se
unen creación del mundo y del hombre como un conjunto creacional bueno que se
debe conservar, o bien, Sal 89, 17 donde el salmista pide la intervención
divina para que la cooperación sinérgica del hombre y Dios pueda hacer fructífero
y próspero el trabajo humano. Para la antífona de comunión se ha tomado el
texto de Col 3, 17 donde se invita al hombre a trabajar con espíritu cristiano,
es decir, obrar en nombre de Jesucristo en quien debemos realizar toda acción.
III. Vida
Una vez analizado el amplio formulario litúrgico
busquemos algunas ideas que puedan ayudarnos a elaborar y vivir una sana
espiritualidad del trabajo:
1. El trabajo, progreso humano: es una idea
abundante en los textos litúrgicos. El hombre con el trabajo de sus manos puede
contribuir a la evolución positiva de la sociedad y al desarrollo integral de
los pueblos. El trabajo construye la sociedad y por tanto, como obra humana, es
noble y digna siempre que sea realizada a tal fin y nunca sea entendida como fin
en sí misma. Por tanto, «el hombre debe trabajar, ya sea porque el Creador se lo ha
ordenado, ya sea porque debe responder a las exigencias de mantenimiento y
desarrollo de su misma humanidad. El trabajo se perfila como obligación moral
con respecto al prójimo, que es en primer lugar la propia familia, pero también
la sociedad a la que pertenece; la Nación de la cual se es hijo o hija; y toda
la familia humana de la que se es miembro» (CDSI 274)
2. El trabajo, extensión del reino de Cristo:
esta es otra pincelada importante para una recta espiritualidad del trabajo. El
cristiano, en medio del mundo en que vive, por medio de las actividades que
realiza, está llamado a ordenar todas las realidades según Dios. Cristo, al ser
el centro de todo, es el punto hacia el cual confluyen todas las dimensiones
humanas. Con un trabajo honrado y honesto el testimonio de los creyentes se
hace, cada vez más, creíble.
3. El trabajo, dignificación del ser humano:
si tenemos en cuenta que el trabajo responde al mandato divino “dominad la
tierra y sometedla”, será fácil deducir que el trabajo dignifica al hombre en
cuanto que éste obedece y ejerce ese mandato divino.
4. El trabajo, ennoblecimiento del hombre: es
una idea muy unida a la anterior. El trabajo, cuando se ejerce con conciencia
recta y honradez, saca lo mejor del hombre y, por tanto, lo ennoblece. Pero,
además, si con su tarea va preparando la materia para el mundo futuro, el
hombre encuentra en el trabajo la mejor y mayor fuente de santificación y de
cooperación divina.
5. El trabajo, generador de paz, unidad y
estabilidad: la base de una sociedad, para que sea estable y goce de paz,
es que sus gentes tengan un trabajo bien remunerado que le permita satisfacer
sus necesidades, vivir cómodamente y cumplir sus obligaciones religiosas. Cuando
esto se da, el trabajo se convierte en la fuente más garantista de paz social. Mientras
que el paro, al crear ociosidad, genera desestabilidad y no contribuye al
desarrollo de la persona ni de los pueblos. Así, «el
trabajo es un bien de todos, que debe estar disponible para todos aquellos
capaces de él.
La « plena ocupación » es, por tanto, un objetivo obligado para todo
ordenamiento económico orientado a la justicia y al bien común.
Una sociedad donde el derecho al trabajo sea anulado o sistemáticamente negado
y donde las medidas de política económica no permitan a los trabajadores
alcanzar niveles satisfactorios de ocupación, no puede conseguir su legitimación
ética ni la justa paz social» (CDSI 288)
6. El trabajo, posibilidad de servicio: el
trabajo nos ofrece muchas posibilidades para ejercer y vivir la caridad. Se puede
ser caritativo con los compañeros de trabajo, con los aprendices, con los
veteranos, pero, sobre todo, se ejerce la caridad al entender y tomar conciencia
de que con el trabajo contribuimos al conjunto de la sociedad, a la mejora económica,
productiva y competitiva del País. Y esta aportación material o humana tiene
repercusión en el ámbito espiritual y cristiano de la comunidad.
7. El trabajo, asociación con la obra redentora
de Cristo: con el trabajo, el hombre contribuye a completar lo que falta a
la Pasión de Cristo, es decir, a la redención del hombre y del mundo. Si el
trabajo es fuente de santificación, ha de serlo, también, de redención tanto
para el que lo ejerce como para aquel que se beneficia de él.
8. El trabajo, cooperación en la perfección de la
Creación: si hay un dogma que incide de manera absoluta en la vida
cristiana y es fundamento del resto de verdades católicas, este es el de la
Santísima Trinidad. De este modo, el cristiano, con su callada labor de cada
día, contribuye con la obra perfecta de Dios Padre, esto es, al continuo
progreso y desarrollo de la creación.
9. El trabajo, realizado con espíritu cristiano:
esta idea concentra todo lo anterior. Trabajar con honradez, honestidad, con
claro ánimo de contribuir al bien de la sociedad y al progreso de los pueblos. Cooperar
en la obra creadora del Padre, en la redentora del Hijo y en la santificadora
del Espíritu Santo responde a la cuestión de trabajar con espíritu cristiano. El
cristiano, que es Iglesia, trabaja comunitariamente porque sabe que su
salvación será comunitaria y eclesial o no será. El espíritu cristiano supone
un reto diario de mantener una coherencia entre la fe y la vida.
Así pues, el trabajo no es tema baladí en el
conjunto de la Doctrina Social de la Iglesia. Como mandato divino, el hombre ha
recibido, con el fruto de sus manos, una gran bendición que, como todo don
divino, debe servir para contribuir al desarrollo del género humano y el
progreso de los pueblos. Solo cuando el hombre se realiza por medio de su
humana labor de forma honesta y honrada, se asocia a la obra trinitaria de
continuo cuidado y providencia sobre el mundo, la historia y el hombre. El hombre
coopera en la creación y crea, coopera en la redención y se redime, coopera en
la santificación y se santifica. Por tanto, queridos lectores, valoremos mucho
este regalo del cielo que es tener trabajo y oremos por aquellas personas que
no lo tienen o lo han perdido para que esta situación no se prolongue en el
tiempo sino que puedan contribuir pronto con su esfuerzo a mejorar su vida, la
de su familia y a la construcción del Reino de Cristo fundado en el amor, la
paz y la providencia.
Dios te bendiga
[1] Ve 908 (con algunos cambios
semánticos).
[2] GeV 1400.
[3] MR1570 [353].
[4] Ve 910; GeV 1401; MR1570 [577].
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