HOMILIA DEL V DOMINGO DE PASCUA
Queridos
hermanos en el Señor:
Si el IV domingo de Pascua nos presentaba a
Jesucristo bajo la imagen del Buen Pastor, el V domingo de Pascua, en el cual
nos encontramos nos ofrece la imagen de la vid como figura representativa del
Señor Jesús. Pero ¿Por qué Cristo usa esta imagen? ¿Qué nos quiere decir con
ella? Dejemos, pues, ahora que sean los mismos textos, en su conjunto, los que
nos hablen.
En primer lugar, el libro de los Hechos de los
apóstoles nos narra el encuentro de san Pablo con los apóstoles de Cristo, tras
su conversión. Al principio, sienten miedo de este personaje neo-converso,
puesto que hace poco le habían visto perseguir con saña a la Iglesia de Dios.
Sin embargo, Pablo les cuenta como persiguiendo al Camino, él se encontró con
Él en medio del camino. Hay un precioso juego de significados en este pasaje:
en Hechos 9, 2 se dice que Pablo perseguía a los miembros que pertenecían al
camino, hombres y mujeres; en Hechos 9, 27 narra cómo se encuentra con Jesús en
medio del camino. De alguna manera nos está indicando que él seguía un camino
falso y plagado de error y mentira, y en esto, Cristo, el verdadero camino, le salió
al encuentro para re-calcular su ruta hacia el camino verdadero, en su Iglesia.
Del mismo modo, hoy Jesucristo quiere seguir
llamando a cada uno de nosotros y a cada uno de los hombres y mujeres que
pueblan este mundo a re-orientar la ruta de su vida, a re-emprender el camino
verdadero y alejarse de tosa senda mala que conduzca a la perdición. En definitiva,
queridos hermanos, se trata de vivir en el seno de la Iglesia, cuerpo de
Cristo, y, por tanto, camino verdadero de la fe que debe progresar en el tiempo
en exquisita fidelidad a su Señor.
Jesús es el camino que debemos transitar para llegar
al Padre. Pero…¿Cómo hacerlo? en este punto, el Evangelio es muy claro y
diáfano: permaneciendo siempre unidos a Él y dando frutos de buenas obras; o
dicho de otra manera, usando las palabras de la carta de san Juan, la segunda
lectura de hoy: creyendo en Él y amándonos los unos a los otros. Y así es como,
precisamente, recibe gloria el Padre Dios en medio de la gran asamblea.
Creer y amar son los dos verbos principales que
iluminan la imagen de la vid aplicada a Jesucristo. Permanecer unidos a Cristo,
vid verdadera, significa creer en él, adherirse a él, sintonizar con Él en sus
pensamientos, palabras, gestos y actitudes. Ver la vida como la ve Cristo y
tratar a las personas como las trata Cristo. Permanecer en su amor significa
hacer de la misericordia, el amor y el perdón los principios motrices de
nuestra vida, los pilares basales de nuestra existencia. Permanecer unidos a Él
supone desarraigar de nosotros cualquier tipo de pecado que nos apartare de su
amor, hacer una opción fundamental por ser SANTOS y no quedarse en la
mediocridad del buenismo personal. Ser
sarmiento unido a la vida, de donde recibimos el alimento que nos hace crecer y
desarrollarnos, supone un gran ejercicio de humildad, de saber que no somos el
centro ni lo más importante, sino Cristo. Que es Él quien debe marcar nuestras
rutas y ser Él quien tome forma en nosotros. Todo esto supone creer y
permanecer en su amor.
Pero que significa amar y dar frutos de buenas obras
para glorificar a Dios. Esta es otra tarea ardua. Si el punto anterior era don
de su gracia; este segundo es tarea nuestra que hemos de acometer con tesón y
paciencia. Dar fruto significa amar sin medida, ser generosos en la caridad,
vivir la ley del Evangelio. Dar fruto significa salir al encuentro del otro,
del necesitado, del marginado. Dar fruto de buenas obras, significa tener claro
que somos cooperadores en la construcción del Reino de Dios, un Reino de amor,
de justicia, de paz y de verdad.
Queridos hermanos, seguir a Cristo, vid verdadera,
supone un don y una tarea que no podemos eludir si queremos ser salvados. Nadie
dijo que fuera fácil pero sí apasionante y contagioso. ¿Estaremos
dispuestos a dar frutos? ¿Estamos unidos a Jesús verdaderamente? O ¿estamos
unidos a nuestros caprichos, afectos, gustos personales, etc? ¿Busco la gloria
de Dios o mis éxitos personales? ¿Mi conciencia responde ante Dios o más bien
busca la complacencia y el aplauso del mundo? Que Dios nos conceda la gracia de
estar siempre unidos al Señor en el camino de su Iglesia. Así sea.
Dios te bendiga
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