HOMILÍA DEL III DOMINGO DE ADVIENTO “GAUDETE”
Queridos
hermanos, en el Señor:
«Gaudete in
Domino, iterum dico, gaudete» (Estad siempre alegres en el Señor, os lo
repito, estad alegres). Así comienza la misa de este Domingo, recibiendo, por
este motivo, el nombre de “Domingo de gaudete”. Espiritualmente no es un domingo
más en el Adviento, sino que está cargado de significado en la peregrinación del
Adviento que recorremos mientras esperamos la venida del Señor.
Este tono espiritual nos lo han marcado de modo cristalino
las diversas lecturas: el profeta Sofonías nos exhortaba con profusión y gran
empeño a renovar el ánimo, a alegrar el alma, a regocijarnos y gritar jubilosos
con todo el corazón. San Pablo nos invitaba no solo a estar alegres sino a que
esa alegría fuera la medida de la fe cristiana y que fuera conocida por todos.
Pero… ¿por qué? ¿por qué este empeño? Por una sola
razón, por una razón que están grande como única y singular en la historia: Porque
Dios está en medio de nosotros, porque al mandarnos a su Hijo Jesucristo, ha
cancelado la condena del pecado dándonos, de nuevo, la oportunidad de la
conversión. En este Domingo, y esta es la gran razón, volvemos a saber que Dios
se goza, se complace, ama y se alegra con su pueblo, con su Iglesia, que aunque
pecadora y negligente, lucha en este mundo por ser fiel a su esencia más
prístina: ser santa y transparentar la santidad de su Señor y fundador, Cristo.
Este es, queridos hermanos, el motivo de nuestra
alegría: sabernos cerca de Dios y saber cerca a Dios. Esta es la razón por la
que podemos gritar jubilosos que es grande ese Dios que esta en medio de su
pueblo. Los cristianos, queridos hermanos, no podemos ser portadores de una fe
triste, al contrario, nosotros somos hombres y mujeres que por ser cristianos,
llevamos dentro una alegría inmensa que nadie nos podrá quitar jamás. Y esa
alegría de llevar la fe de Cristo es la que tenemos que contagiar y dar a
conocer. Y aquí es donde viene a nuestra realidad aquella pregunta del
Evangelio «Entonces ¿qué hacemos nosotros?»
¿Qué hacer con esta alegría? ¿Qué hacer con este depósito
de fe que alberga nuestra alma? Juan el Bautista invitaba a aquellos publicanos
y a los militares a ser honrados, a ejercer su profesión de manera justa y sin “supremacismos”
de ningún tipo. Podemos decir, pues, que el cristiano contagia su alegría en la
medida en que vive sus quehaceres diarios desde Dios y con gran conciencia
recta de que son un lugar de santificación y de encuentro con Dios. Si hoy
sabemos que Dios está en medio de nosotros, en medio de su pueblo, acaso, con
más razón ¿no estará en los afanes diarios? Ahí es donde Dios nos espera y nos
sale al paso. Esos son los lugares donde mostrar y vivir la alegría de la fe:
en la familia, en los estudios, en el trabajo, en el paro, en el noviazgo, en
el matrimonio, en la soltería, en el celibato, en la vida religiosa, en la jubilación,
en la enfermedad y en la salud, en todo lo que vivimos, sentimos y
experimentamos podemos hallar el gozo profundo del encuentro de Dios que vive
en medio de nosotros.
Así pues, hermanos, preparemos con gozo y esperanza
este próximo encuentro con el Señor para que por nuestras obras y palabras
contagiemos la alegría cristiana a este mundo triste y descreído que tanto
necesita de la gracia de Dios. Así sea.
Dios te bendiga
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