HOMILÍA EN LA FIESTA DE LA SAGRADA
FAMILIA
Queridos hermanos en el
Señor:
En medio de estos días entrañables de Navidad, en que
recordamos el nacimiento en carne de Nuestro Señor Jesucristo, el calendario
litúrgico nos trae hoy a la contemplación una estampa querida por todos: la
Sagrada Familia formada por María, San José y el niño Jesús.
Este núcleo familiar sirve hoy de modelo y de intercesión
para todos nostros: los que tenemos familia o los que habéis formado, junto a
vuestros cónyuges e hijos, vuestra propia familia. La Familia de Nazaret es
modelo en cuanto nos muestra el designio querido por Dios para cada persona y
la sociedad, pues bien dice el Catecismo: «Al crear al hombre y a la mujer, Dios instituyó la familia
humana y la dotó de su constitución fundamental. Sus miembros son personas
iguales en dignidad. Para el bien común de sus miembros y de la sociedad, la
familia implica una diversidad de responsabilidades, de derechos y de deberes»
(CEC 2203). La familia de Nazaret, según se desprende de los textos bíblicos,
proclamados, es modelo de esas relaciones de crecimiento y de coigualdad que el
Catecismo recoge.
El
delicado cuidado de san José hacia María y Jesús, le convierte en modelo de
conducta para los padres, llamados a educar y procurar para sus hijos el camino
de la salvación y del amor a Dios. Están llamados a amar a sus mujeres con un
amor de entrega total, y junto con ella, buscar la salvación y la santidad. La
entrega sencilla y humilde María a su familia y a Dios la hace perfecta modelo
para las madres y esposas de familia quienes tienen la incomparable misión de
poner ternura, paz y serenidad donde las situaciones familiares lo exijan. El
genio femenino pone en juego todas sus capacidades para abrir nuevos caminos a
los hijos y agradar el hogar a toda la familia. La esposa está, del mismo modo
que el esposo, a procurar que los hijos conozcan a Dios le amen y, junto a su
esposo, alcanzar la santidad y la salvación. En este sentido, el Catecismo de
la Iglesia ofrece un precioso y sencillo programa para las familias de hoy: «La familia
cristiana […] es llamada a participar en la oración y el sacrificio de Cristo.
La oración cotidiana y la lectura de la Palabra de Dios fortalecen en ella la
caridad. La familia cristiana es evangelizadora y misionera» (CEC
2205). Los hijos, por su parte, deben mirar al niño de Belén, que crece en
Nazaret, como modelo de conducta y obediencia respecto a sus padres, pues
Jesús, aún siendo Dios y teniendo a Dios como único y verdadero Padre, se
sometió a la obediencia dócil de san José y de María su madre.
La familia es hoy más necesaria
que nunca. Nos dice el Catecismo y sin falta de razón: «La familia es la célula original de la vida social. Es la sociedad natural en que
el hombre y la mujer son llamados al don de sí en el amor y en el don de la
vida. La autoridad, la estabilidad y la vida de relación en el seno de la
familia constituyen los fundamentos de la libertad, de la seguridad, de la
fraternidad en el seno de la sociedad. La familia es la comunidad en la que,
desde la infancia, se pueden aprender los valores morales, se comienza a honrar
a Dios y a usar bien de la libertad. La vida de familia es iniciación a la vida
en sociedad. La familia debe vivir de manera que sus miembros aprendan el
cuidado y la responsabilidad respecto de los pequeños y mayores, de los enfermos
o disminuidos, y de los pobres. Numerosas son las familias que en ciertos
momentos no se hallan en condiciones de prestar esta ayuda. Corresponde
entonces a otras personas, a otras familias, y subsidiariamente a la sociedad,
proveer a sus necesidades. “La religión pura e intachable ante Dios Padre es
ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse
incontaminado del mundo” (St 1,
27)» (CEC 2207-08).
¿Acaso
el drama de nuestro mundo y nuestro fracaso como sociedad y civilización no
será que hemos olvidado todo esto? Hemos cerrado la puerta a la humanización
que conseguía el núcleo familiar para abrírselas a los males de la modernidad
que han endurecido nuestro corazón y han enfriado nuestras relacione familiares
y sociales.
Para
paliar los males que hoy aquejan a las familias, la Sagrada Familia de Nazaret
se nos presenta también como intercesora ante Dios. Intercesora por aquellas
familias que viven inmersas en conflictos: padres que no se hablan con los
hijos, hermanos que no se hablan entre ellos o con los padres. Intercesora por
aquellos cónyuges de uno u otro sexo maltratados, vejados. Intercesora por
tantos conflictos domésticos dentro del hogar que siempre pagan los hijos, los
más indefensos. Intercesora por aquellas madres que contemplan el aborto como
una opción sin ser conscientes del síndrome posaborto; intercesora por aquellas
familias cuyos miembros han sido víctimas del desempleo y no llegan a final de
mes.
La
Sagrada Familia de Nazaret es garante de paz, esperanza, pan y unión en las
familias actuales. Es abogada de aquellas familias que afrontan dificultades y
marginación. Es refugio de aquellas familias que tienen algún miembro enfermo o
anciano a su cargo.
En
este momento de nuestra historia debemos volver a valorar la familia en toda su
realidad, sabiendo que no hay familias perfectas y que constituir una familia
es un trabajo de todos los días: renovar el amor de los esposos, progresar en
la confianza y la educación de los hijos, perdonar las desavenencias, cuidara
los enfermos y proteger a los miembros más débiles es un arte que nunca termina
de aprenderse. Pero con todo y con eso, la familia es un don de Dios que
debemos amar, defender y proteger. Que Dios nos ayude a todos en esta tarea.
Así sea.
Dios te bendiga
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