HOMILÍA DEL I DOMINGO DE ADVIENTO
Queridos
hermanos en el Señor:
Comenzamos
hoy el Adviento. Volvemos a iniciar un nuevo ciclo litúrgico donde recorreremos
los misterios de la vida del Señor y nos nutriremos de la gracia que de ellos
dimana. Como cada Adviento, al inicio del año litúrgico volvemos a encontrar en
el salmo responsorial la mejor expresión de nuestros sentimientos: volvemos a
levantar nuestra alma a Dios, esto es, descargamos en el Señor el cúmulo de
sentimientos, deseos y aspiraciones que llevamos en el corazón.
Para
ello, Dios manda su gracia al mundo en una lluvia copiosa que es Jesucristo. Ante
un mundo cada vez más situado de espaldas a Dios, y en una Iglesia con una
seria crisis de fe, Dios se decide a enviar un vástago legítimo a fin de que restituya
la dignidad y la estabilidad de la casa de Israel, esto es, la Iglesia. La próxima
venida de Jesucristo al final de los tiempos, y que místicamente anunciamos en
el tiempo durante el Adviento pretende dar cumplimiento a los oráculos
davídicos. Pero ahora ya no viene en una cuna, sino en poder y gloria, sobre
las nubes del cielo, acompañado de sus santos a restituir a su Iglesia
perseguida y atacada.
Ante
ese Cristo que viene ¿Qué hemos de hacer? ¿Cómo actuar? Nosotros hemos de
presentarnos santos ante Él, evitando toda clase vicios y distracciones que nos
aparten de Dios y nos impidan mantenernos en pie delante de Cristo.
El
Adviento nos vuelve a traer la advertencia a estar despiertos ante los signos
de los tiempos, a no dormirnos en los laureles porque el tiempo esta tasado. El
Adviento es un faro de esperanza para la Iglesia de hoy. Sabemos que debemos ser perseguidos y despreciados,
que nuestros templos pueden ser profanados y usados a conveniencia de las modas,
sabemos que los discursos de la corrección política pretenderán acallar la voz
de la Iglesia y la doctrina divina del Evangelio de Cristo, pero el Adviento
nos asegura que todo esto es temporal, que podemos alzar la cabeza por que se
acerca nuestra liberación. El Adviento es la gran esperanza que asegura la
perseverancia de la Iglesia. El Adviento nos empuja a creer, a mantener la fe y
aguardar el retorno glorioso de Cristo, quien devolverá la justicia a los hijos
de la Iglesia que han perseverado en la fe.
Salgamos,
pues, hermanos, animados en este Adviento al encuentro de Cristo. Que nuestras
buenas obras nos acrediten la fe y nos abran las puertas del reino eterno. Así
sea.
Dios te bendiga
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