Para mejor vivir la misa del domingo haremos un breve comentario a los textos eucológicos que se usarán en la misma.
Antífona de entrada
«Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al
Señor, toda la tierra. Honor y majestad le preceden, fuerza y esplendor están
en su templo». Antífona tomada del salmo 95 versículos 1 y 6. Desde
el inicio de la celebración se nos invita a dirigir nuestros cantos y alabanzas
al Señor. Es la misa “Cantate Domino”
por las dos primeras palabras con las que se abre. Los cantos se realizan en el
templo, pues el esplendor y la majestad de Dios difícilmente pueden ser
expresadas con palabras. Entremos, pues, con este tono espiritual en la
celebración eucarística.
Oración colecta
«Dios todopoderosa y eterno, ayúdanos a
llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de
buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Él, que vive y reina contigo».
La colecta que recoge el formulario de este domingo está tomada literalmente
del Sacramento Gregoriano Adriano (s.VII); se encuentra en el Sacramentario
Gelasiano del s. VIII y permaneció en el Missale Romanum de 1570. El misal de
Pablo VI la ha conservado en su eucología.
Tras
invocar a Dios con los adjetivos “todopoderoso”
y “eterno” pide la gracia divina para
“llevar una vida según tu voluntad”. Solo
así podremos dar frutos abundantes de santidad en la vida cristiana. Esta
oración pivota en esta expresión “dar
frutos” que es eminentemente bíblica (cf. Mt 3,8-10.12,33.21,41; Mc 4,20;
Lc 3,9.8,15; Jn 15,16; Rom 6,22.7,4). Pero estos frutos solo se dan “en nombre de tu Hijo predilecto”, es
decir, en el nombre de Jesús.
Oración sobre las
ofrendas
«Señor, recibe con bondad nuestros dones y,
al consagrarlos con el poder de tu Espíritu, haz que se conviertan para
nosotros en dones de salvación. Por Jesucristo nuestro Señor».
Inspirada en una oración del Sacramentario Gregoriano y esta a su vez del
Veronense (s. V). Es una oración de carácter
epicléptico, pues se pide, anticipadamente, la acción del Espíritu sobre el pan
y el vino.
Antífona de comunión
Se ofrecen dos: una del
Antiguo Testamento y otra del Nuevo Testamento:
A.T.:
«Contemplad al Señor y
quedaréis radiantes; vuestro rostro no se avergonzará».
Tomado del salmo 33 versículo 6. En este momento de la celebración, cuando el
fiel camina en procesión para recibir las sagradas especies, esta antífona nos
invita a la contemplación estática de aquel a quien vamos a recibir.
N.T.: «Yo soy la luz del
mundo -dice el Señor-. El que me sigue no camina en las tinieblas, sino que
tendrá la luz de la vida». En relación con la antífona anterior, el
Señor se presenta como luz que irradia la vida del creyente al comulgar. Él es
la luz de la vida para todo aquel que se acerca a Él y se deja iluminar.
Oración de pos comunión
«Dios todopoderoso, te pedimos que
cuantos hemos recibido tu gracia vivificadora nos alegremos siempre de
este don admirable que nos haces. Por Jesucristo nuestro Señor».
Esta oración se encuentra ya en el Missale Romanum de 1570. Este texto pide la
alegría por haber comulgado, pues la comunión es la verdadera “gracia vivificadora”.
Visión
de conjunto
Realmente,
en la vida tenemos motivos más que suficientes para cantar al Señor sin cesar. De
Él lo hemos recibido todo y sin Él nuestra vida carece de sentido. Por eso es
importante buscar siempre y todo la voluntad de Dios, tal como hemos pedido en
la oración colecta.
La
mejor oblación que un fiel puede hacer de sí mismo a Dios es el empeño
incesante por cumplir su voluntad y esto es lo que el domingo debemos presentar
en el altar justo al lado del pan y del vino. Solo asumiendo esta búsqueda
oblativa por hacer siempre su voluntad, el fiel puede hallar una paz tal, que
ilumina e irradia su rostro, quizás no el físico pero si el anímico.
Hacer
la voluntad de Dios trae como consecuencia la alegría y la luz de la vida. Es decir,
Cristo mismo. El Salvador de los hombres, al decir “quien me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la
vida” está queriendo decir: “quien
cumple mi voluntad me tendrá siempre consigo, porque seré su luz eternamente”.
En la liturgia, Cristo se ofrece en oblación al Padre, como víctima perfecta
para “alabanza y gloria” de Dios
Trino. Los fieles estamos llamados a unirnos en esta ofrenda para, como Él,
hacer la voluntad de Dios.
¿Hoy
estas dispuesto a ello? ¿Buscas en tu vida hacer la voluntad de Dios? ¿Le has
preguntado a Dios que quiere de ti? ¿Tienes motivos para cantar a Dios? ¿Qué
lugar ocupa la alabanza a Dios en tu vida cristiana? ¿Te santificas en el
trabajo, en el estudio o en tus quehaceres diarios ofreciéndoselo a Dios?
Hazte
el propósito esta semana que empieza de agradar a Dios cada día ¿Cómo? En primer
lugar, cuando te levantes pregunta a Dios “¿Señor que quieres de mi hoy? ¿Qué
puedo hacer por ti en este día?”. En segundo lugar, no dejes de estar atento a
las pistas que Dios te dará. Y, por último, no dudes en hacer el bien a
cualquier persona que puedas y que lo necesite.
Dios
te bendiga
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