miércoles, 21 de febrero de 2018

18. MISSA PRO EVANGELIZATIONE POPULORUM


MISA PARA LA EVANGELIZACIÓN DE LOS PUEBLOS



I. Misterio

Antes de abandonar este mundo y pasar, definitivamente, al Padre, Jesús dejó a su Iglesia el encargo de ir a todo el mundo y proclamar el Evangelio a cada criatura, hasta los confines de la tierra, bautizando y poniendo en práctica todo lo que Jesús les había enseñado. Este mandato misionero universal no fue válido, solamente, para los apóstoles y discípulos de aquel momento, sino que afecta e interpela a todos los seguidores de Cristo desde entonces hasta el día de hoy. La premura por la salvación de las almas dio origen a una importante empresa misionera que no ha cesado en 2018 años. Una empresa que abarca los viajes de san Pablo, las rutas de los doce, la evangelización de los irlandeses y germanos, las expediciones de ultramar a América, etc.

Tan importante es esta dimensión misional para la vida de la Iglesia que no son pocos los documentos pontificios que la avalan. Señalaremos los más importantes[1]:

·         Benedicto XV,  Maximum illud, 1919

·         Pío XI, Rerum Ecclesiae, 1926

·         Pío XII, Evangelii praecones, 1951

·         Pío XII, Fidei donum, 1957

·         Juan XXIII, Princeps Pastorum, 1959

·         Concilio Vaticano II, Nostra aetate, 1965

·         Concilio Vaticano II, Decreto Ad Gentes, 1965

·         Pablo VI, Graves et increscentes, 1966

·         Juan Pablo II, Slavorum apostoli, 1985

·         Juan Pablo II, Redemptoris Missio, 1990


Así, «La misión, pues, de la Iglesia se realiza mediante la actividad por la cual, obediente al mandato de Cristo y movida por la caridad del Espíritu Santo, se hace plena y actualmente presente a todos los hombres y pueblos para conducirlos a la fe, la libertad y a la paz de Cristo por el ejemplo de la vida y de la predicación, por los sacramentos y demás medios de la gracia, de forma que se les descubra el camino libre y seguro para la plena participación del misterio de Cristo» (AG 5b). Según los últimos datos de la OMP:

-          Existen 1.113 Territorios de Misión. Se extienden por África y Asia, las islas de Oceanía y América.

-          El 37% de la Iglesia Universal es Territorio de Misión. Representan 1/3 de la Iglesia católica.

-          Aproximadamente un 44% del trabajo social de la Iglesia se desarrolla en los territorios de misión.

-          El 47% de la humanidad vive en los territorios de misión.

-          Uno de cada tres bautismos en el mundo se celebra en los Territorios de Misión.

Entremos ya, pues, en el formulario de la misa para la evangelización de los pueblos y dejemos empapar de lo que la sabia pedagogía de la Iglesia ha dispuesto en estas páginas del misal.

II. Celebración


El formulario que el misal de Pablo VI, en su tercera edición, nos ofrece para orar por esta intención es doble. El primero hunde sus raíces en el misal de 1570, donde ya encontramos una missa pro Fidei propaganda, mientras que el segundo es totalmente nuevo. Con esta misa se puede emplear la tercera plegaria para diversas necesidades. Estas misas se rigen por las normas generales dadas para las misas por diversas necesidades, aunque esta misa en concreto puede usarse el domingo del Domund, que generalmente cae en Tiempo Ordinario. Analicemos estos textos a los que hemos acuñado un título.

Formulario A: el progreso de la fe en el mundo.

            Este formulario se compone de dos colectas, una oración sobre las ofrendas y una oración de pos-comunión. La primera oración colecta esta inspirada en la del misal de 1570[2] pero pronto se desmarca de ella, mientras que la segunda es de nueva creación. Ambas tienen en común de ser una pieza de arquitectura bíblica de extraordinario valor y lirismo. Por su interés la transcribimos indicando los textos bíblicos que están en el sustrato de ambas:

Colecta A:

Oh Dios,
que quieres que todos los hombres se salven
 y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tim 2, 4),
mira tu inmensa mies y dígnate enviarle trabajadores (Lc 10,2),
para que sea predicado el Evangelio a toda criatura (Mt 24,14),
y tu grey, congregada por la palabra de vida
y sostenida por la fuerza de los sacramentos,
camine por las sendas de la salvación y del amor.
Por nuestro Señor Jesucristo.



Está fundamentada en la voluntad salvífica universal de Dios, y para ello debe enviar, como prometió, obreros a su mies para predicar el evangelio y fundar un solo pueblo que camine por las sendas de la salvación y el amor congregado por la Palabra y sostenido por los sacramentos.

Colecta B:

Oh Dios,
que enviaste al mundo a tu Hijo (Jn 3, 16) como luz verdadera (Jn 1,9),
derrama el Espíritu prometido (Jn 14, 26)
para que siembre continuamente la semilla (Mc 4, 1-9) de la verdad
en el corazón de los hombres
y suscite en ellos la respuesta de la fe,
para que todos,
renacidos a una nueva vida (Jn 3, 3)
por medio del bautismo,
lleguen a formar parte de tu único pueblo.
Por nuestro Señor Jesucristo.



            De corte, eminentemente, joánico, es Dios quien para salvar a los hombres envía al mundo a su Hijo único y al Espíritu Santo para que la fe sea implantada en el corazón del hombre y, por medio del Bautismo, forme un solo pueblo, la Iglesia.

Oración sobre las ofrendas:

Mira, Señor, el rostro de tu Cristo,
que se entregó a la muerte para redimirnos a todos (Mc 10, 45 en interpretación de AG 3),
a fin de que, por su mediación,
sea glorificado tu nombre en las naciones (Sal 86, 9)
desde donde sale el sol hasta el ocaso (Sal 112,3),
y se ofrezca en todo el mundo un sacrificio a tu majestad (Malq 1, 11).
Por Jesucristo, nuestro Señor.



            La ofrenda de Cristo es la oblación expiatoria que se realiza en el altar por medio de los dones ofrecidos, la misma que se realiza en el mundo entero, como cumplimiento de la profecía de Malaquías.

            La oración de pos-comunión está tomada del misal romano de 1570[3]. La gracia que se demanda por medio de la ofrenda realizada es el progreso de la fe verdadera.

            Los textos bíblicos asignados a este formulario son: para el introito, el salmo 66, 2-3 la posibilidad de extender el conocimiento del Dios único y verdadero al mundo entero es un don de la piedad divina; mientras que para la antífona de comunión, será el mandato misionero de Mt 28,20 el que se presenta como un eco de la constante presencia de Cristo entre nosotros.


Formulario B: la Iglesia, sacramento de salvación en el mundo.

            Este formulario se compone de las tres oraciones pertinentes, a saber: la colecta, donde se aborda la idea de la Iglesia como sacramento de Salvación (LG 1) que debe extender la obra redentora de Cristo a todos los lugares del mundo; para ello, sus hijos, los cristianos deben sentirse llamados a ser misioneros, a salvar toda criatura y formar, junto a ella, una sola familia y un solo pueblo. La oración sobre las ofrendas donde se establece un paralelo entre la ofrenda del altar y la Pasión de Jesús, donde él se ofrece por la salvación del mundo. La oración de pos-comunión recuerda que la Iglesia es el medio querido por Cristo para la salvación.

            Los textos bíblicos asignados para este formulario son: para la antífona de entrada el Sal 95, 3-4 donde el empeño se pone en que la alabanza a Dios abarque a todo el mundo; mientras que para la comunión se han seleccionado dos antífonas: el salmo 116, 1-2, donde se invita a todas las naciones a alabar a Dios, y Mc 16,15 donde se nos presenta el mandato misionero de Jesús antes de su partida al cielo.

III. Vida


            Una vez analizado los formularios de esta misa indicaremos una serie de puntos extraídos de ellos que nos permitirán tomar una mejor conciencia del ser misionero del cristiano:

La voluntad salvífica universal de Dios: esta es la razón primera de toda acción evangelizadora, buscar el mayor número de personas que conozcan a Dios, conociéndolo, lo amen y amándolo, lo sigan y lo pongan en el centro de sus vidas. La fe y el Evangelio no son propiedad exclusiva de los bautizados, sino lo que debe movernos a salir al mundo y llevarlos a todos aquellos que aún no conocen la Verdad liberadora de la fe en Jesucristo y su evangelio de salvación.

Palabra y sacramentos, medios de evangelización: hay una vieja discusión de si la evangelización debe prevalecer sobre los sacramentos o lo sacramental por encima de la evangelización. Esta controversia, que ha hecho correr ríos de tintas, es estéril y no lleva a nada pues el anuncio de la Palabra solo tiene sentido si culmina con la recepción de los sacramentos y la adhesión del sujeto a la fe.

Formar un único pueblo, fin de la misión: cuando el sujeto se adhiere a la fe en Jesucristo y recibe las aguas bautismales, entra a formar parte del Pueblo de Dios, esto es, la Iglesia. La Iglesia está al inicio del proceso evangelizador, durante el proceso y en el final del mismo. La Iglesia con su anuncio despierta la fe, con la catequesis enseña, educa y acompaña en la fe, y con la administración de los sacramentos posibilita la adhesión de la fe. La Iglesia crea, así, una fraternidad universal que va más allá de las fronteras, razas, clases sociales, y otras distinciones. En Palabras del Concilio «el fin propio de esta actividad misional es la evangelización e implantación de la Iglesia en los pueblos o grupos en que todavía no ha arraigado» (AG 6c)

Todos llamados a ser misioneros: el formulario de la misa recuerda a los creyentes que todos, por el hecho de estar bautizados, estamos inmersos en la tarea evangelizadora de la Iglesia. Recuerda, así mismo, que cada uno, desde el lugar en que se encuentra debe preocuparse por la salvación de los demás. La salvación no es un hecho individual sino algo que afecta a la colectividad. Durante algunos años ha habido un error de comprensión: la misión no es algo que se delegue en los laicos, sino que es algo sustancial a la naturaleza del laico.


Así pues, queridos lectores, la misión evangelizadora de la Iglesia es algo que nos atañe a todos y por eso mismo debe preocuparnos el hecho de que haya misioneros y gente que quieran entregar su vida, saliendo de su país para ir a tierras lejanas a anunciar el Evangelio, celebrar los sacramentos y promocionar el desarrollo humano y espiritual de aquellas gentes. Pero también, nuestra Iglesia necesita misioneros aquí que continúen siendo evangelio vivo en el mundo, testigos del crucificado-resucitado, que impregnen el ambiente en que se mueven y viven la vida de la fragancia perfumante de Cristo y su evangelio. Aquí entramos en juego cada uno de nosotros, tu y yo. No cesemos, pues, de rogar al dueño de la mies que mande trabajadores a su mies.

Qué Dios te bendiga



[1] Se pueden consultar en https://www.omp.es/enciclicas-misioneras/
[2] MR1570 [416] Missa pro Fidei propaganda
[3] MR1570 [959] Sabbato in Albis

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