sábado, 17 de febrero de 2018

Y LOS ANGELES LE SERVÍAN


HOMILIA DEL I DOMINGO DE CUARESMA


Queridos hermanos en el Señor:

Nos disponemos a comenzar desde ya esta serie de cinco domingos del tiempo de Cuaresma, que vienen a ser como una escalera ascendente que nos posibilita llegar a la cumbre de la Pascua, en la noche de la Vigilia Pascual. Cuarenta días de preparación para celebrar una noche.

En este primer domingo, el Espíritu Santo quiere sacarnos al desierto, al lugar de las fieras y de la muerte para dejarnos iluminar por la sola presencia de la Palabra de Dios, alimento seguro en mitad de las soledades desérticas de la vida. Como Jesús, a lo largo del itinerario cuaresmal somos tentados por el diablo, quien no busca otra cosa que apartarnos del amor de Dios y poner trabas a la experiencia de la misericordia divina. El relato de Marcos, tan escueto como intenso, nos ahorra la descripción de cada tentación, en cambio, nos deja, como un eco, esta exhortación apremiante “Convertíos y creed en el Evangelio”. Ese es el principio y el fin de toda existencia cristiana: volver, cada día, a nuestro Dios y creer, firmemente, en su Palabra de salvación. Unida esta idea al primer domingo de Cuaresma, es como si la Iglesia nos avisara de que la primera tentación del hombre es no creer en Dios y, por tanto, rechazar su Palabra; y por otra parte, de que solo podremos vencer al diablo en la medida en que estemos más firmemente unidos a Dios y sigamos lo dictado por su Palabra.


            Quien se acoge a los mandatos divinos tiene la certeza de caminar por las sendas rectas de Dios, que no son otra cosa si no sendas de misericordia y lealtad para los que guardan su alianza. ¿Qué alianza? La que quiso hacer Él con nosotros desde el origen de la Creación, y que hoy hemos visto renovada con Noé: la reconciliación y la paz entre el cielo y la tierra, atestiguada por la presencia del arcoíris, luz de luz, imagen y prefiguración de la verdadera paz que es Jesucristo. El diluvio que asoló la tierra supuso una imagen de muerte y destrucción de todo pecado e impureza en el mundo, y el comienzo de una nueva humanidad fundada en el bien, la virtud y el amor a Dios. Del mismo modo, el bautismo cristiano, cual otro diluvio, ha supuesto la aniquilación en nosotros de cualquier pecado y del pecado original, a la par que un nuevo nacimiento a la vida de la gracia, de la virtud y del amor a Dios. Esta es la alianza de Noé renovada en cada bautizado para que éstos emprendan el camino de la vida y puedan luchar e imitar a Jesucristo que nos enseñó a vencer al diablo.

            Queridos hermanos, en esta Cuaresma abramos de verdad el corazón a su Palabra, sembrada en nosotros por la predicación y posibilitada por el bautismo para que lleguemos juntos a la Pascua y experimentemos, como en el Evangelio, que en medio de las soledades y dificultades del desierto cuaresmal, los ángeles también nos servirán como guías, consejeros y compañeros espirituales. Ánimo y adelante.

Dios te bendiga

No hay comentarios:

Publicar un comentario