EL TIEMPO DE LA SAGRADA CUARESMA,
SACRAMENTO DE LIBERTAD
Introducción
«El tiempo de
Cuaresma está ordenado a la preparación de la celebración de la Pascua: la
liturgia cuaresmal prepara para la celebración del misterio pascual tanto a los
catecúmenos, haciéndolos pasar por los diversos grados de la iniciación
cristiana, como a los fieles que recuerdan el bautismo y hacen penitencia»
(NUALC 27). Queridos lectores, con estas palabras la Iglesia define,
perfectamente, de qué trata el tiempo litúrgico de la Cuaresma, fase
preparatoria del ciclo de la oblación del Señor que culminará con la Pascua de
Cristo. Este tiempo se abre con el Miércoles de Ceniza y se extiende durante
cuarenta días hasta la hora nona del Jueves Santo (cf. NUALC 28).
El Miércoles de Ceniza es el pistoletazo de salida
de la Cuaresma y se celebra con un riguroso ayuno y la imposición de la ceniza
que, como veremos más adelante, surge en torno a los ss. X-XI. Pero no nos
quedemos en los detalles que ya conocemos por los catecismos, al contrario, les
propongo entrar en la densidad de la historia y la liturgia de estos días y de
este tiempo para apreciar y vivir mejor sus tesoros espirituales.
Origen
e Historia
El nombre de “Cuaresma” deviene del latino
“Quadragessima”, que significa cuarenta, y es atestiguado por san Jerónimo en
la Roma del año 384. Este número hace
referencia a los cuarenta días de ayuno del Señor en el desierto. Son cuarenta
días de ayuno y penitencia que sirven de preparación para un acontecimiento
salvífico. Desde el s. II se conoce un ayuno de un día antes de la noche de la
Pascua, que pronto se extiende a una semana.
En el Egipto del s. IV se conoce una cuaresma de,
ya, cuarenta días, de la cual nos informa una carta de san Atanasio de
Alejandría del año 334, pero no tenía como fin preparar la Pascua del Señor
sino más bien, celebrar el ayuno del Señor en el desierto después del bautismo,
pero pronto adquirió el carácter preparativo a la muerte y resurrección del
Señor. Por las mismas fechas, la monja peregrina Egeria atestigua lo mismo en
Jerusalén. San Ambrosio menciona la celebración de una Cuaresma de cuarenta
días en Milán, en torno al año 380. Lo que si es cierto es que en el s. VI ya
se celebraba este tiempo litúrgico en todo el orbe cristiano.
En su origen, la Cuaresma tenía tres vertientes: 1. Cuaresma
de los catecúmenos, preparación última e intensa antes de recibir el
Bautismo en la noche de la Vigilia pascual; 2. Cuaresma de los penitentes,
donde los pecadores públicos admitidos al orden de los penitentes
intensificaban sus penitencias antes de ser reconciliados el día antes de la
noche de Pascua; y 3. Cuaresma de los fieles, en general los cristianos
redoblan su oración y sus obras de caridad. A este respecto, la lectura que,
según los Santos Padres, se proclamaba este día era Mt 6, 1-18, como
actualmente, donde se indica que no puede separarse el ayuno, la limosna y la
oración.
Dado el complicado computo que había que hacer para
garantizar los cuarenta días de ayuno salvando los domingos, que no
contemplaban ayuno, hubo que adelantar el inicio de la Cuaresma al miércoles
antes del Domingo I de Cuaresma, llamado “Miércoles de Ceniza”, por la
centralidad del rito de imposición de la ceniza sobre los penitentes, que se
celebraba este día.
Recibir la ceniza sobre la cabeza, según el sentido
bíblico, es signo de penitencia. Hasta el año 1000 era un gesto reservado a los
pecadores públicos que hacían penitencia. Pero debido a los movimientos
milenaristas y a toda la psicosis generalizada que se genera por la creencia
que al cambio de milenio vendría el final del mundo, este rito se extendió a
todos los cristianos, convirtiéndose, así, en un rito devocional de práctica
general que recibirá carta de ciudadanía en el misal romano de 1570 como rito a
ejecutar antes de la misa. Así se mantuvo hasta el misal de 1970, donde el rito
pasa a fijarse al final de la liturgia de la Palabra, constituyendo el rito
penitencial de esta misa, tal como lo indica una rúbrica del actual misal: «Se omite el acto penitencial, ya que en esta
celebración es sustituido por la imposición de la ceniza».
Actualmente, la Cuaresma forma parte de lo que hemos
llamado “Ciclo de la oblación del Señor”. Cada ciclo litúrgico (hay tres) está
formado por tres tiempos litúrgicos que vienen a ser preparación, núcleo y
desarrollo. En el caso del ciclo de la oblación la preparación está configurada
por la Cuaresma, el núcleo es la noche de la Vigilia pascual y el desarrollo es
la Cincuentena pascual. Pues bien, la actual Cuaresma está formada por: 1.
Miércoles de ceniza, 2. Cinco domingos de Cuaresma y 3. La Semana Santa hasta
la hora nona del Jueves Santo. Es costumbre, en algunos países, la quinta semana
de Cuaresma, el cubrir con un velo las cruces e imágenes de la iglesia, a modo
de “paño de hambre” o “ayuno de los ojos”. Este rito se hizo oficial a partir
del s. XVII cuando entró en el Caeremoniale
Episcoporum. Actualmente no es obligatorio aunque se permite, según
determina el misal de 1970, si la Conferencia Episcopal aboga por ello.
Liturgia
de este tiempo
La oración colecta del Miércoles de
ceniza define la Cuaresma como un “combate
cristiano”. Este combate “contra los
enemigos espirituales” se lidia a lo largo de cuarenta días. Tras los días
de cenizas, La Cuaresma se divide en dos partes: a) los Domingos I y II; y b)
los Domingos III, IV y V. En este ciclo B, las lecturas del misal–leccionario se
centran en la glorificación de Cristo:
-
Domingo 1:
o El diluvio y alianza con Noé (1 Le).
o El diluvio es figura del bautismo (2 Le).
o Jesús tentado y vencedor (Ev).
-
Domingo 2:
o Sacrifico de Isaac y alianza con Abrahán (1 Le).
o Dios ha sacrificado a su Hijo (2 Le).
o Jesús templo de Dios que anuncia su misterio de
pasión y de resurrección (Ev).
-
Domingo 3:
o Ley y alianza con Moisés (1 Le).
o Jesús crucificado revelación de la sabiduría de Dios
para todo (2 Le).
o Jesús templo de Dios que anuncia su misterio de
pasión y de resurrección.
-
Domingo 4:
o Dios no traiciona la alianza y libera a los
prisioneros (1 Le).
o Muertos por los pecados pero resucitados por la
gracia (2 Le).
o El amor de Dios manifestado en Cristo que no juzga,
sino que salva (Ev).
-
Domingo 5:
o Promesa de la nueva alianza (1 Le).
o La oración y la obediencia del Hijo (2 Le).
o La oración de Jesús y el valor de su sacrificio que
atrae a todos hacia él (Ev).
Respecto del misal-sacramentario encontramos un
formulario para cada día de las ferias de cuaresma con su oración de bendición
sobre el pueblo, así como un formulario para cada uno de los domingos de
cuaresma, e incluso con un prefacio propio para cuando se hacen los evangelios
de los catecúmenos del ciclo A. El actual sacramentario ofrece cinco prefacios
para la Cuaresma, en total 10 prefacios para este tiempo cuaresmal.
Conclusión
Dice un canto del repertorio
litúrgico-musical español: «Nos has
sacado al desierto, Señor, de la libertad y está el corazón atento a la luz de
tu Verdad. Subimos con esperanza la escalada cuaresmal, y el pueblo de Dios
avanza hasta la cumbre pascual». En estas líneas esta, excelentemente
condensada, toda la espiritualidad del Tiempo de Cuaresma. Ésta no es otra cosa
sino una peregrinación espiritual que iniciamos desde lo más profundo de
nuestra alma penitente hacia el encuentro del Señor Resucitado.
La Cuaresma nos saca de la
esclavitud del pecado, como a los israelitas de Egipto, y pretende llevarnos a
lo tierra de la libertad verdadera, la tierra prometida. Mediante las prácticas
cuaresmales buscamos el desasirnos de todo lastre mundano de pecado, de
incoherencia fe-vida, para caminar conforme a la Verdad que hemos conocido y
que nos ha abordado en esta vida, a la espera de hacerse plena en la eternidad
del cielo.
Iniciar la Cuaresma es, por tanto,
un nuevo “kairós”, una nueva oportunidad para volver a Dios, del cual nos hemos
podido separar con harta frecuencia dada la hostilidad con que este mundo trata
nuestra fe cristiana y complica nuestro seguimiento decidido y acertado del
Dios único y verdadero. Esta es nuestra esperanza cierta: tenerle a Él como
garantía de vida y como estímulo constante y vital para continuar la escalada
cuaresmal, para enfrentar las pruebas de este tiempo y no sucumbir a las
asechanzas del enemigo.
Subamos, pues, e iniciemos esta
peregrinación convencidos de la asistencia del Espíritu Santo y de la compañía
de los ángeles, hasta que lleguemos la cumbre del monte pascual que es uno
solo: Cristo el Señor, alfa y omega, principio y fin.
Dios te bendiga
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