MISA POR LOS LAICOS
I. Misterio
Continuando con los formularios agrupados en torno a
las diversas necesidades en la Iglesia, trataremos hoy acerca de los laicos y
su papel en el apostolado de la Iglesia. Con el nombre de laicos se designan todos
los fieles cristianos, excepto los miembros del orden sagrado y los del estado
religioso aprobado por la Iglesia, que, en cuanto incorporados a Cristo por el
bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo, de la
función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el
mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde
(cf. LG 31).
El carácter secular es propio y peculiar de los
laicos. A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el
reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Allí
están llamados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión guiados por
el espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde
dentro, a modo de fermento. A ellos corresponde iluminar y ordenar las
realidades temporales a las que están estrechamente vinculados, de tal modo que
sin cesar se realicen y progresen conforme a Cristo y sean para la gloria del
Creador y del Redentor (cf. LG 31).
El apostolado de los laicos es participación en la
misma misión salvífica de la Iglesia. Todo laico, en virtud de los dones que le
han sido otorgados, se convierte en testigo y simultáneamente en vivo
instrumento de la misión de la misma Iglesia en la medida del don de Cristo. También,
los laicos pueden ser llamados de diversos modos a una colaboración más
inmediata con el apostolado de la Jerarquía (cf. LG 33).
La Iglesia ha nacido para la propagación del Reino
de Cristo en la tierra. Toda la misión de la misma, dirigida a este fin, se
llama apostolado, que ejerce la Iglesia por todos sus miembros y de diversas
maneras. En la Iglesia hay variedad de ministerios, pero unidad de misión. Los
laicos hechos partícipes del ministerio sacerdotal, profético y real de Cristo,
cumplen su cometido en la misión de todo el pueblo de Dios en la Iglesia y en
el mundo.
En realidad, ejercen el apostolado con su trabajo
para la evangelización y santificación de los hombres, y para la función y el
desempeño de los negocios temporales, llevado a cabo con espíritu evangélico de
forma que su laboriosidad en este aspecto sea un claro testimonio de Cristo y
sirva para la salvación de los hombres. Pero siendo propio del estado de los
laicos el vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, ellos son
llamados por Dios para que, fervientes en el espíritu cristiano, ejerzan su
apostolado en el mundo a manera de fermento (cf. Apostolicam Actuositatem 2).
Como miembros del Pueblo de Dios, los fieles laicos
tienen los siguientes derechos y obligaciones que se recogen en el actual Código de Derecho Canónico.
Transcribimos a continuación los cánones concretos que los abordan:
225 § 1. Puesto que, en virtud del bautismo y de la
confirmación, los laicos, como todos los demás fieles, están destinados por
Dios al apostolado, tienen la obligación general, y gozan del derecho tanto
personal como asociadamente, de trabajar para que el mensaje divino de
salvación sea conocido y recibido por todos los hombres en todo el mundo;
obligación que les apremia todavía más en aquellas circunstancias en las que
sólo a través de ellos pueden los hombres oír el Evangelio y conocer a
Jesucristo. § 2. Tienen también el deber peculiar, cada uno según su propia
condición, de impregnar y perfeccionar el orden temporal con el espíritu
evangélico, y dar así testimonio de Cristo, especialmente en la realización de
esas mismas cosas temporales y en el ejercicio de las tareas seculares.
226 § 1.Quienes, según su propia vocación, viven en el
estado matrimonial, tienen el peculiar deber de trabajar en la edificación del
pueblo de Dios a través del matrimonio y de la familia. § 2. Por haber transmitido
la vida a sus hijos, los padres tienen el gravísimo deber y el derecho de
educarlos; por tanto, corresponde a los padres cristianos en primer lugar
procurar la educación cristiana de sus hijos según la doctrina enseñada por la
Iglesia.
227 Los fieles laicos tienen derecho a que se les
reconozca en los asuntos terrenos aquella libertad que compete a todos los
ciudadanos; sin embargo, al usar de esa libertad, han de cuidar de que sus
acciones estén inspiradas por el espíritu evangélico, y han de prestar atención
a la doctrina propuesta por el magisterio de la Iglesia, evitando a la vez
presentar como doctrina de la Iglesia su propio criterio, en materias
opinables.
228 § 1. Los laicos que sean considerados idóneos
tienen capacidad de ser llamados por los sagrados Pastores para aquellos
oficios eclesiásticos y encargos que pueden cumplir según las prescripciones
del derecho. § 2. Los laicos que se distinguen por su ciencia, prudencia e
integridad tienen capacidad para ayudar como peritos y consejeros a los
Pastores de la Iglesia, también formando parte de consejos, conforme a la norma
del derecho.
229 § 1. Para que puedan vivir según la doctrina
cristiana, proclamarla, defenderla cuando sea necesario y ejercer la parte que
les corresponde en el apostolado, los laicos tienen el deber y el derecho de
adquirir conocimiento de esa doctrina, de acuerdo con la capacidad y condición
de cada uno. § 2. Tienen también el derecho a adquirir el conocimiento más
profundo de las ciencias sagradas que se imparte en las universidades o
facultades eclesiásticas o en los institutos de ciencias religiosas, asistiendo
a sus clases y obteniendo grados académicos. § 3. Ateniéndose a las
prescripciones establecidas sobre la idoneidad necesaria, también tienen capacidad
de recibir de la legítima autoridad eclesiástica mandato de enseñar ciencias
sagradas.
230 § 1. Los varones laicos que tengan la edad y
condiciones determinadas por decreto de la Conferencia Episcopal, pueden ser
llamados para el ministerio estable de lector y acólito, mediante el rito
litúrgico prescrito; sin embargo, la colación de esos ministerios no les da
derecho a ser sustentados o remunerados por la Iglesia. § 2. Por encargo
temporal, los laicos pueden desempeñar la función de lector en las ceremonias
litúrgicas; así mismo, todos los laicos pueden desempeñar las funciones de
comentador, cantor y otras, a tenor de la norma del derecho. § 3. Donde lo aconseje
la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden también los laicos,
aunque no sean lectores ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones, es
decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones
litúrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada Comunión, según las
prescripciones del derecho.
231 § 1. Los laicos que de modo permanente o temporal
se dedican a un servicio especial de la Iglesia tienen el deber de adquirir la
formación conveniente que se requiere para desempeñar bien su función, y para
ejercerla con conciencia, generosidad y diligencia. § 2. Manteniéndose lo
que prescribe el ⇒ c. 230 § 1, tienen derecho a una conveniente
retribución que responda a su condición, y con la cual puedan proveer
decentemente a sus propias necesidades y a las de su familia, de acuerdo
también con las prescripciones del derecho civil; y tienen también derecho a
que se provea debidamente a su previsión y seguridad social y a la llamada
asistencia sanitaria.
II. Celebración
Estamos ante un formulario de nueva creación que
rezuma de ideas consignadas por el Concilio Vaticano II, concretamente en su
Constitución dogmática Lumen Gentium,
vista anteriormente. Para la celebración de esta misa, junto a este formulario
simple puede usarse la plegaria II por diversas necesidades. Esta misa se dirá
con el color del tiempo en que se celebra teniendo en cuenta las normas
generales para el empleo de las misas por diversas necesidades.
La oración colecta está centrado en la idea de que
los cristianos hemos de ser “fermento” en medio del mundo y los asuntos
temporales de cada uno. La oración sobre las ofrendas aborda el sacrificio
redentor de Cristo en favor del mundo y cómo el efecto de éste debe impregnar al
mismo por medio de los cristianos. La oración de post-comunión pone la plenitud
de la gracia recibida en el banquete eucarístico como fuentes y aval para que
los laicos sean en medio del mundo testigos valientes y presencia viva de la
Iglesia.
Los textos bíblicos asignados a este formulario son
Mt 13,33, para la antífona de entrada, donde se nos recuerda que los cristianos
somos como la levadura en medio de la masa de este mundo; y el Sal 99, 1-2 y Jn
15,8 para la antífona de comunión. La del salmo 99 concentra la alegría de la
tierra y del mundo entero porque le ha sido anunciado y alcanzado el Evangelio,
mientras que la del evangelio de Juan es una exhortación a todos los cristianos
a dar fruto abundante de vida cristiana, en medio del mundo.
III. Vida
Una vez analizado el formulario que se propone para
orar por los fieles laicos podemos redactar una definición de “laico”
extrayendo las ideas fundamentales de los textos: “laicos son los fieles llamados a vivir en medio del mundo y de los
afanes terrenos, impregnando al mismo del espíritu de Cristo, para instaurar el
reino de Dios mediante la gestión de los asuntos temporales como fermento de
santificación en medio del mundo. Esta misión de los fieles encuentra su fuerza
y vigor en el banquete de la Eucaristía de donde brota su impronta del ser
testigos del evangelio en el mundo y ser presencia activa y viva de la Iglesia
entre las realidades terrenas”.
Esta definición extraída de los textos del
formulario pone de manifiesto las carencias del mismo pues no se habla, en
ningún momento, de la consagración bautismal ni de la participación en el
triple oficio de Cristo como sacerdote, profeta y rey. Aun así, este formulario
nos puede ofrecer unos puntos para una mejor vivencia del ser laical:
·
Ser levadura en medio del mundo: en un escrito del s. II, conocido como la Carta a Diogneto dice: “los cristianos son en el mundo lo que el
alma es en el cuerpo. El alma,
en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también
los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El
alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en
el mundo, pero no son del mundo”. Así, los cristianos laicos tienen una
misión concreta y especifica dentro de la Iglesia: ser fermento en medio de la
masa del mundo, amándolo apasionadamente y transformándolo desde dentro. A los
cristianos nos tocara sufrir persecuciones e incomprensiones pero esto se
tornará redentor y contagioso en cuanto que en el futuro germinará la semilla
del bien que ya hallan sembrado con su vida y testimonio.
·
Concepción del mundo y los asuntos terrenos: el formulario nos ofrece la imagen de un mundo
necesitado de los cristianos y del cristianismo. El mundo hay que valorarlo con
todo lo bueno que tiene. Es creación de Dios y lleva la impronta de su ser.
Pero el pecado original ha difuminado esta bondad original encerrando al mundo
bajo la esclavitud del demonio. Por ello, los cristianos tienen una importante
labor respecto de él como colaboradores en la obra redentora de Cristo. Así pues,
la consagración bautismal que nos configura con Cristo sacerdote, profeta y
rey, es el arma esencial que tienen los lacos para desarrollar esta sagrada
misión. Son iluminadoras estas palabras del Concilio: “Por lo cual los laicos, en cuanto consagrados a Cristo y ungidos por el
Espíritu Santo, son admirablemente llamados y dotados, para que en ellos se
produzcan siempre los más ubérrimos frutos del Espíritu. Pues todas sus obras,
sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el
cotidiano trabajo, el descanso de alma y de cuerpo, si son hechos en el
Espíritu, e incluso las mismas pruebas de la vida si se sobrellevan pacientemente,
se convierten en sacrificios espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo
(cf. 1 P 2, 5), que en la
celebración de la Eucaristía se ofrecen piadosísimamente al Padre junto con la
oblación del cuerpo del Señor. De este modo, también los laicos, como
adoradores que en todo lugar actúan santamente, consagran el mundo mismo a Dios”
(LG 34).
Así pues, queridos laicos, seglares, cristianos de a
pie que vivís vuestra fe en medio del mundo, permitidme que desde esta página y
con estas letras antes expuestas, os anime a seguir perseverando en la
tradición católica que habéis recibido de vuestros mayores. Clero y laicos no
son enemigos ni miembros antagónicos de la Iglesia sino hermanos en una misma
fe y seguidores de un único y mismo Dios. Ambos debemos trabajar unidos por la
extensión del Reino de Cristo en la tierra sabiendo que para todos la paga será
la misma: nuestros nombres inscritos en el cielo.
Dios te bendiga
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