MISA PARA UNA REUNIÓN ESPIRITUAL O
PASTORAL
I. Misterio
Estimados lectores, la
última misa de esta primera sección de las misas ad diversas está pensada para
cualquier situación en que un grupo de cristianos se reúnen para orar, prepara
una programación o un retiro o ejercicios espirituales.
La práctica de alejarnos un día o una temporada de
nuestros quehaceres cotidianos para abandonarnos en las manos de Dios es muy
antigua en la Iglesia, pero sobre todo, alcanzan carta de ciudadanía con los
llamados “Ejercicios Espirituales” de san Ignacio de Loyola, escritos por este
en el año 1548, aunque no son propiedad original suya.
En
el siglo XII,
Guillermo de Saint-Thierry,
emplea muchas veces la expresión ejercicios espirituales,
contraponiéndola a los ejercicios corporales; para San Bernardo
nuestra santificación toda es realmente un ejercicio espiritual.
En
la segunda mitad del s. XIII, San Buenaventura recomienda el ejercicios
mental sobre uno mismo, sobre la vanidad del mundo, sobre el cielo, el
infierno, purgatorio o la gloria; aconseja la meditación de la Pasión de Jesucristo, el cambio de vida, la huida del pecado,
etc.
En
el siglo XIV aparece una obra de especial interés, las Meditationes vitae
Christi, de Caulis. Los exercitia comprenden la meditación y la
contemplación, el examen de conciencia y, en general, el tema central de la
oración debe ser la vida de Cristo.
El
beato Enrique
Suso hace un gran esfuerzo para difundir la devotio, recluida en el convento, a
todos los cristianos, enseñando los caminos de perfección. Y ya
en el siglo XV, J. Gerson nos ofrece un intento de sistematización de los ejercicios
espirituales y aconseja a las personas devotas que hagan estas prácticas bajo la guía de
un director que conozca la Sagrada Escritura, que sea piadoso y
discreto, que no le falte experiencia.
Antes
de pasar al análisis del formulario, prestemos atención a estas palabras de
Benedicto XVI: «En una época en la que la
influencia de la secularización es cada vez más fuerte y, por otra parte, se
nota una necesidad generalizada de encontrar a Dios, no debe faltar la
posibilidad de ofrecer espacios de intensa escucha de su Palabra en el silencio
y en la oración. Lugares privilegiados para dicha experiencia espiritual son
especialmente las casas de ejercicios espirituales a las que, con este fin, hay
que sostener materialmente y dotar de personal adecuado».
II. Celebración
Este formulario es de nueva creación. Se compone de
dos oraciones colectas, una sobre las ofrendas y una para la poscomunión. Esta
misa puede completarse bien con la plegaria primera por diversas necesidades, o
bien con el prefacio segundo del Espíritu Santo y la plegaria I, II y III. Está
regida por las normas generales para estas misas.
La oración colecta A implora los dones de “inteligencia,
de verdad y de paz” para conocer la voluntad divina y así poder cumplirla
fielmente. La colecta B hace memoria de la promesa de Jesús de estar siempre
con su Iglesia cuando se reuniera en su nombre (cf. Mt 18,20) para actualizarla
en el hoy del grupo cristiano que se junta; solo que ahora es una presencia
moral que se hace por el amor y la verdad en los corazones de los fieles,
concediéndoles los dones de su gracia, misericordia y la paz. La oración sobre
las ofrendas es una súplica para poder hacer siempre lo que es justo y
necesario ante los ojos de Dios. La oración para después de la comunión
anticipa lo que debería ser la conclusión de la jornada de retiro o ejercicios
espirituales u oración comunitaria: ser confirmados en lo que la voluntad
divina disponga para nosotros y ser testigos de la Verdad conocida en medio del
mundo.
Los textos bíblicos seleccionados para este
formulario son: para la antífona de entrada, Mt 18, 20 y Col 3, 14-15, en el
primero se nos recuerda la promesa hecha por Jesucristo a sus discípulos de
estar siempre con ellos, y la segunda nos amonesta a cuidar la paz y el amor
como vínculo que une a los miembros de un grupo en concreto. Para la antífona
de comunión se ha usado, no un texto bíblico, sino un verso de la tradicional
antífona católica “Ubi caritas et amor”.
III. Vida
Para una mejor comprensión y vivencia
de las jornadas comunitarias de oración (sean del tipo que sean y para el fin
que se pretenda), es necesario tener en cuenta estos puntos que se desprenden
del formulario litúrgico:
Conocer y realizar lo que agrada a Dios: esta debe ser la primera intención y, por
consiguiente, el fin de toda plegaria cristiana. Conocer significa profundizar
y escrutar, a través de la meditación los designios divinos. Conocer supone
entrar descalzo en el corazón de Dios y dejarnos enriquecer con sus divinos
tesoros. Solo cuando el orante ha conocido lo que Dios quiere y agrada, puede
llevarlo a cabo, realizarlos. Pero esto no es algo que enteramente permanezca a
los cristianos, sino que solo es posible en la medida en que Dios concede su
gracia y misericordia para ello. La gracia antecede, acompaña y dirige hacia su
fin toda obra humana que tiene a Dios por fundamento.
Presencia garantizada de Cristo en medio de su
Iglesia: como ya vimos más
arriba, en Mt 18,20 Jesús promete hacerse presente siempre que su Iglesia se
reuniera para orar o deliberar. Ésta unida a la de Mt 28,20 hace que dudemos de
que Jesús está en medio de su pueblo para acompañarlo en los caminos de la
historia, para confortarlo y para guiarlo a la tierra de promisión, esto es, la
eternidad.
Ser testigos de la Verdad: esta tercera línea es consecuencia de las dos
anteriores. Solo cuando hemos escrutado el corazón de Dios y hemos sido asistidos
por la presencia del Resucitado, podemos decir que hemos conocido la Verdad del
santo evangelio. Ahora, ayudados por la gracia y la fuerza del Espíritu Santo,
podemos ser constituidos como testigos de aquella Verdad única y sin parangón
de la cual hemos de dar testimonio hasta los confines de la tierra (Hch 1, 8).
Al final de estas líneas solo resta
animar a todos los cristianos y lectores de este blog a hacer experiencia de
silencio y dejar que Dios trabaje en lo profundo de su vida desde lo callado de
la gracia. Hay que aprovechar esos momentos especiales que la misericordia
divina dispone para nosotros para, en medio de las dificultades, sentirnos
confirmados en la Verdad que hemos conocido y de la que debemos dar testimonio
en medio de nuestros ambientes y donde desarrollemos cotidianamente la vida.
Dios te bendiga
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