VIDA POLÍTICA DE LA SOCIEDAD HUMANA
Hemos
decidido, para este artículo, aglutinar las misas 21 a 24 ya que el misal solo
ofrece una oración colecta para cuatro formularios que siguen la misma temática:
la vida política de la sociedad humana donde cohabitan los cristianos. Estos son
los formularios individualmente considerados: 21. Por la patria o por la
ciudad; 22. Por los gobernantes; 23. Por las asambleas de los gobernantes de
las naciones; 24. Por la máxima autoridad de la nación o el rey.
I.
Misterio
La
Sagrada Escritura hace derivar toda autoridad legítima del querer de Dios. De
ahí la importancia que da a la obligación que tienen los fieles de rezar por
las autoridades ya que éstas dimanan de la voluntad de Dios. En el Antiguo
Testamento abundan los textos que apuntan en esta línea como el salmo 72(71)
donde se nos presenta un himno para la coronación del rey y su ascenso al
trono. Otro texto de la literatura sapiencial dice: “Teme, hijo mío, al Señor y al rey,
no te enemistes con ninguno de los dos”
(Pro24, 21-22) o esto otro: “Cuando gobierna el
honrado, el pueblo se alegra; cuando domina el malvado, el pueblo se queja. Rey
que juzga con justicia a los pobres consolida su trono para siempre”
(Pro 29,2.14).
De
entre las múltiples enseñanzas del Señor en el asunto que nos ocupa, la Iglesia
destaca el pasaje de Mt 22,21par. Donde a la capciosa pregunta de las autoridades
judías sobre la conveniencia de pagar los tributos a Roma, Jesús responde con
dos ideas fundamentales que marcarán la concepción de persona y ciudadano en Occidente:
a) que no solo es conveniente sino que debe hacerse en cuanto es una deuda que
se ha contraído con Roma y los beneficios que había reportado; b) la idea de la
imagen grabada que remite a un autor o a un propietario: la moneda lleva la
imagen de su propietario, que es el César; mientras que el hombre lleva la
imagen de su autor, que es Dios.
Así
pues, uniendo estas dos ideas, como ciudadanos debemos someternos a las leyes y
disposiciones de las autoridades civiles, pero como individuos personales que
llevamos la imagen divina de Dios debemos la vida, la honra y la superior
obediencia al Creador. Así lo entendió el genio católico español en estos
versos de Calderón de la Barca:
se ha de dar;
pero el honor
es patrimonio
del alma,
y el alma sólo
es de Dios»
(El alcalde de Zalamea, Jornada I,
escena XVIII, vv. 869-876).
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Otros
textos neo-testamentarios que amplían este precepto de cumplir con nuestras
obligaciones como ciudadanos del mundo; cristianos insertos en una sociedad
concreta, son los siguientes:
Romanos
13,1-7: la comunidad de Roma tenía una gran conciencia de
la autoridad imperial. Cuando Pablo escribe esta epístola aún no ha comenzado
la persecución oficial del cristianismo. Frente a la tentación de pensar que al
ser ciudadanos de otro mundo, podían declinar sus obligaciones civiles, san
Pablo destaca la idea de la obligación de someterse a las autoridades civiles
legítimamente constituidas ya que su poder dimana de Dios. Hasta tal punto está
convencido de ello, que Pablo no duda en llamarlos “ministros de Dios”, es
decir, para él, las autoridades prestan un servicio a la comunidad humana
manteniendo el orden y la justicia. Aborda, también, la cuestión de la
obligación de pagar impuestos en la misma línea que el evangelio antes
comentado.
1
Timoteo 2,1-4: este texto, aunque breve, reúne varios
puntos una doctrina socio-política del cristianismo: en primer lugar, hay una
exhortación a que los cristianos incluyan a todo ser humano en la oración. Dado
que los cristianos no participaban en el culto público de los dioses, éstos
serán objeto de sospecha por parte del poder civil; de ahí que para compensar
esta ausencia, los cristianos presumían de orar por el emperador y las
autoridades civiles, no por mero patriotismo sino por dos razones: a) para que
la Iglesia gozara de “una vida tranquila y sosegada” y b) para que estas autoridades
se conviertan y lleguen al conocimiento de la verdad.
1
Pedro 2, 16-17: para el autor de esta carta, las
autoridades son algo querido por Dios y por tanto los cristianos debemos
mostrar sumisión a ellas. En el momento en que se redacta esta carta, aún no ha
comenzado la persecución. También con este mismo tema, el autor de este escrito
une el tema de la libertad cristiana: la libertad está regida por un buen uso
de la misma de acuerdo a las normas vigentes y no como una excusa para
desobedecer las justas disposiciones. Entremos, pues, a estudiar el formulario
litúrgico.
II.
Celebración
Para estas misas el formulario solo ofrece una oración
colecta por intención. Son oraciones de nueva creación y fundadas en la
teología política tradicional de la Iglesia, en cuanto que las autoridades son
queridas y dispuestas por Dios en su providencia. Pueden ser usadas o bien como
colectas y el resto de un formulario de domingo o bien como oración conclusiva
de las preces. Son textos que dan mucho juego en su uso. Utilícese como se
utilice pueden ir acompañadas del empleo de la tercera plegaria por diversas
necesidades.
21. Por la patria o por la ciudad: en primer lugar
se apela al orden establecido por Dios en su providencia de establecer el agrupamiento
humano con sus límites y fronteras establecidas. También se apela a las
autoridades y a los ciudadanos para asegurar la concordia, la justicia, la paz
y la prosperidad siempre y en todo momento.
22. Por los gobernantes: Dios es la suprema autoridad
y quien dispone el derecho de las naciones. Las autoridades temporales, de
alguna manera, provienen de Dios y debemos rezar por ellos, como indican los
textos bíblicos del punto anterior. Los gobernantes deben asegurar tres cosas
fundamentales en la sociedad civil: 1. Prosperidad de los pueblos; 2. Paz
estable; 3. Libertad religiosa.
23. Por las asambleas de los gobernantes de las
naciones: en el foco de esta oración se encuentran órganos internacionales
como la ONU o la UE. Para estas reuniones de altos dirigentes se pide el don de
la sabiduría de cara a la consecución de la paz y el bien común, o su
mantenimiento. Y, también (no sin faltos de razón), que las decisiones que se
tomen no sean contrarias a la voluntad de Dios.
24. Por la máxima autoridad de la nación o el rey:
las autoridades de este mundo están supeditadas al poder y querer de Dios y
debemos tratarlas y obedecerlas como tales. Esta oración pide por el máximo
dirigente de la nación, que en este momento es Su Majestad el rey Felipe VI
para que tenga un mandato feliz, que cuide de los habitantes de la nación
procurando su prosperidad y libertad de cara a agradar siempre a Dios.
III.
Vida
El
amor y los deberes para con la patria viene recogido en el Catecismo de la
Iglesia en la sección dedicada al cuarto mandamiento. Siempre ha pertenecido al
depósito de la doctrina esta actitud moral.
Santo
Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia, analiza en su Suma de Teologia la virtud y la piedad con que el hombre debe
actuar respecto a Dios y a sus semejantes, poniendo el amor a los padres y a la
Patria en un orden inmediatamente posterior al del amor que se le debe tener a
Dios. Pero San Agustín va incluso más lejos que Santo Tomás, y coloca la
virtud del amor por la Patria por delante del amor que se debe tener por la
familia, y solo por detrás del amor que se le profesa a Dios tal como lo
escribe en sus confesiones: “Ama a tu prójimo; más que a tu prójimo, a tus padres; más que a
tus padres, a tu Patria; y solamente más que a tu Patria, ama a Dios”.
Siglos después encontraremos otros pronunciamientos como los siguientes:
Pio
IX dice en la encíclica Divini illius
magistri . “El buen católico, precisamente en virtud de
la doctrina católica, es por lo mismo el mejor ciudadano, amante de su patria”.
Y más tarde León XIII dirá en su encíclica Sapientiae
Christianae: “Por ley natural estamos obligados a amar
especialmente y defender la sociedad en que nacimos, de tal manera que todo
buen ciudadano esté pronto a arrostrar aun la misma muerte por su patria”.
Actualmente
el Catecismo de la Iglesia recoge la doctrina acerca de este tema del siguiente
modo: “El amor y el servicio de la patria forman parte del deber de
gratitud y del orden de la caridad. La sumisión a las autoridades legítimas y
el servicio del bien común exigen de los ciudadanos que cumplan con su
responsabilidad en la vida de la comunidad política. La sumisión a la autoridad
y la corresponsabilidad en el bien común exigen moralmente el pago de los
impuestos, el ejercicio del derecho al voto, la defensa del país”
(2239-2240).
Respecto
al comportamiento de los ciudadanos, el Catecismo, también, dice lo siguiente:
“El ciudadano tiene obligación en
conciencia de no seguir las prescripciones de las autoridades civiles cuando
estos preceptos son contrarios a las exigencias del orden moral, a los derechos
fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio. El rechazo de la obediencia a las
autoridades civiles, cuando sus exigencias son contrarias a las de la recta
conciencia, tiene su justificación en la distinción entre el servicio de Dios y
el servicio de la comunidad política. “Dad [...] al César lo que es del César y
a Dios lo que es de Dios” (Mt
22, 21). “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5, 29): «Cuando la autoridad
pública, excediéndose en sus competencias, oprime a los ciudadanos, éstos no
deben rechazar las exigencias objetivas del bien común; pero les es lícito
defender sus derechos y los de sus conciudadanos contra el abuso de esta
autoridad, guardando los límites que señala la ley natural y evangélica» (GS
74, 5)” (2242).
Vemos
pues que tenemos fundamentos teológicos, litúrgicos y morales para lo que
algunos teólogos llaman la implicación de los cristianos en la vida pública. El
mundo necesita del testimonio y el compromiso de los cristianos. No nos podemos
permitir dejar que este mundo se siga desangrando por las llagas profundas que
lo afligen y nosotros, como avestruces, sigamos escondiéndonos y delegando las
responsabilidades en otros. Esta es nuestra hora, la hora de los cristianos. Adelante.
Dios
te bendiga
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