HOMILIA DEL V DOMINGO DE CUARESMA
Queridos
hermanos en el Señor:
Llegados a la recta final de la
Cuaresma nos encontramos con una serie de pasajes bíblicos que, perfectamente,
podrían ser un prólogo literario al relato de la Pasión del Señor que celebraremos
dentro de pocos días.
El profeta Jeremías nos anuncia una
nueva alianza que Dios va a inscribir en el corazón de cada uno de nosotros
para poder conocerlo en profundidad. La ley natural grabada en el corazón del
hombre tiene como fin el poder conocer a Dios, conocer la Verdad. Esta alianza
es un don que Él nos da para vivir una vida espiritual íntegra y saludable. Esa
pureza de corazón prometida por Jeremías es la razón de aquella bienaventuranza
“dichosos los limpios de corazón porque
ellos verán a Dios”.
La pureza del corazón es necesaria
para tener experiencia del Misterio Pascual de Jesucristo, es decir, su muerte
y resurrección que alegóricamente hoy ha expresado con la imagen del grano de
trigo caído en tierra y que para dar fruto debe pudrirse. Este es el culmen de
la vida de Cristo, para esto ha venido al mundo para ser, por su pasión, muerte
y resurrección, autor de salvación eterna.
Usando del ejemplo del grano de
trigo, Cristo cierra el ciclo de sus enseñanzas en el cuarto evangelio pues
todo lo que hasta entonces ha dicho se resume y concentra en el testimonio de
su entrega a la muerte. Cada uno de nosotros puede, también, tener experiencia
de la Pascua de Cristo en la medida en que viva su vida como una entrega
generosa en pro de los demás. Entender la vida como un don que se nos ha dado
para poder ponerla al servicio del prójimo sin ahorrarnos nada en ello.
Esta entrega de la vida es el
fundamento de la alianza nueva que Dios quiere establecer con nosotros, por eso
va a ser sellada con la sangre preciosa de su propio Hijo Jesucristo. Esa misma
sangre que purifica nuestro corazón y nuestros ojos para poder ver y conocer, en verdad, al Dios único y
verdadero.
Hermanos, vamos de camino hacia el
gran misterio de la redención humana. Nos encaminamos a la contemplación del
Hijo del hombre que siendo elevado en la cruz atrae hacia si, como si de un
imán se tratara, para el perdón de los pecados, que serán olvidados
inmediatamente.
Así pues, en conclusión: el Misterio
Pascual de Jesucristo, esto es, su muerte y resurrección es la razón y el sello
de la alianza nueva que Dios quiere establecer con nosotros grabándola, con el
fuego del Espíritu, en el fondo de nuestro corazón; para que perdonados
nuestros pecados y olvidados por su misericordia podamos, con alma pura podamos
conocer a Dios y ver su gloria en la eternidad. Amén.
Dios te bendiga
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