Antífona de entrada
«Se manifestó el Espíritu Santo en una nube
luminosa y se oyó la voz del Padre que dijo: “Este es mi Hijo, el amado, en
quien me complazco. Escuchadlo”». Tomada del relato de la Transfiguración de
Mt 17, 5. Esta antífona al inicio de la celebración nos invita a contemplar el
misterio de la Transfiguración en toda su profundidad. Hoy el Tabor es el templo
de Dios donde vuelve a manifestarse la Trinidad hablando, iluminando e
invitando a escuchar al Verbo de la vida, Jesucristo, el Señor.
Oración colecta
«Oh Dios, que en la gloriosa Transfiguración
de tu Unigénito confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de los que
lo precedieron y prefiguraste maravillosamente la perfecta adopción de los
hijos, concede a tus siervos que, escuchando la voz de tu Hijo amado,
merezcamos ser sus coherederos. Por nuestro Señor Jesucristo». Con algunas
variantes, se ha tomado de la del misal romano de 1570. El acontecimiento de la
Transfiguración se sitúa al final de la vida pública de Cristo como prólogo a
su pasión, muerte y resurrección, de ahí que sirva como confirmatorio de la
predicación y milagros operados por Él; y para hacer ver que estos misterios
dan cumplimiento a las antiguas profecías, Moisés y Elías son sus garantes.
La
fiesta de hoy nos sitúa ante lo que el Bautismo realiza en cada uno de
nosotros, que está bastante bien expresado en el rito de la imposición de la
vestidura blanca, sabiendo que esto que se efectúa en germen un día brotará
cuál planta frondosa en la eternidad.
Oración sobre las
ofrendas
«Te rogamos, Señor, que santifiques la
ofrenda que te presentamos en la gloriosa Transfiguración de tu Unigénito y
que, con los resplandores de su luz, nos limpies de las manchas de los pecados.
Por Jesucristo, nuestro Señor». De nueva incorporación. Nos preparamos para
entrar en el corazón de la misa. El Tabor del altar se dispone para acoger una
nueva manifestación de la gloria del “kyrios” (= Señor).
La
liturgia hace un requiebro mistagógico usando la imagen de los rayos luminosos
que desprende el cuerpo transfigurado de Cristo como imagen del Espíritu Santo
que hace que los dones presentados sean algo más que pan y vino y que los
fieles sean purificados de sus pecados.
Antífona de comunión
«Cuando Cristo se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos
tal cual es». Tomada de la primera carta del apóstol san Juan, capítulo 3,
versículo 2. En el misterio de la Transfiguración Cristo se ha manifestado en
toda su gloria y divinidad dándonos a conocer el destino último del que
participaremos al final de los tiempos, pero mientras tanto, mientras dura el
tránsito por este mundo, la peregrinación de esta vida, este misterio se nos da
por anticipado en la Sagrada Comunión “prenda
de la gloria futura”.
Oración para después de
la comunión
«Que el alimento celestial que hemos recibido, Señor, nos transforme en
imagen de tu Hijo, cuya claridad has querido manifestarnos en su gloriosa
Transfiguración. Por Jesucristo, nuestro Señor». De nueva creación. Este
texto sintetiza todo lo destilado de los textos precedentes: la Transfiguración
como transformación personal del cristiano que debe transparentar a Cristo y
como la Eucaristía no solo es manifestación de la gloria del Señor Jesucristo,
sino alimento que nos transforma y adelanta el destino que nos tiene reservado
al final de los tiempos.
Visión de conjunto
A
lo largo del año, la liturgia conmemora por dos veces el misterio de la
Transfiguración: una en cuaresma y la otra en el tiempo ordinario. ¿A qué se
debe esto? ¿Por qué esta duplicación? ¿Si es el mismo misterio cuál es la
diferencia? La diferencia es la siguiente: la Cuaresma es un tiempo litúrgico
autónomo que imprime un carácter penitencial y austero al tiempo cristiano y,
por tanto, de alguna manera condiciona todas las fiestas y misterios que se
albergan en él, como es el caso de la Transfiguración del Señor que se
conmemora el II Domingo de Cuaresma donde el acento no está tanto en el
misterio en sí sino en el camino hacia la gloria emprendido por Cristo y la
necesidad de escuchar con atención al Hijo del Padre. Por otra parte, el Tiempo
Ordinario no ofrece ninguna continuidad que determine el tiempo sino que se ve
salpicado por domingos, memorias, fiestas y solemnidades, que no se demandan unas
a otros, sino que son autónomas e independientes; esto supone que el 6 de
agosto sea una fiesta centrada en el misterio de la Transfiguración,
propiamente, y las consecuencias teológico-morales que de él se desprenden.
Esta
fiesta pretende ser también un puente de unión entre el oriente cristiano y el
occidente, ya que su origen lo hallamos en Bizancio aunque La fiesta de la
Transfiguración del Señor se venía celebrando desde muy antiguo en las iglesias
de Oriente y Occidente, pero el papa Calixto III, en 1457 la extendió a toda la
cristiandad para conmemorar la victoria que los cristianos obtuvieron en Belgrado,
sobre Mahomet II, orgulloso conquistador de Constantinopla y enemigo del
cristianismo, y cuya noticia llegó a Roma el 6 de agosto. Aún así, para la
liturgia romana, este misterio del Señor ha quedado en esa categoría litúrgica
de “fiesta” mientras que en la Iglesia de Oriente se celebra como gran
solemnidad.
La
Iglesia hoy se reviste, nuevamente, de luz. De una luz que le viene de lo alto,
de los misterios que celebra en el altar. Hoy se nos invita a contemplar la que
será, un día, imagen perfecta del cristiano y de la Iglesia. A los nueve días
de celebrar la Transfiguración, la Iglesia ve realizada su vocación eterna en
la Asunción de María, fruto primero de los méritos de Cristo y consecuencia
lógica de aquella que, en virtud de estos, nació sin mácula de pecado original
y vivió sin acometer pecado personal. La fiesta del 6 de agosto y del 15 está
unidas muy estrechamente en lo que se refiere a nosotros, pues no podemos
olvidar que Cristo y María están mutuamente implicados en la redención humana,
si bien ésta de manera subordinada al Hijo, pero participe igualmente.
Ánimo
y a vivir espiritualmente lo mejor posible esta fiesta del año litúrgico.
Dios
te bendiga
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