MISA PARA ELEGIR UN PAPA O UN
OBISPO
I. Misterio
Después de estudiar ¿qué es un papa? Y ¿qué es un
obispo? Según la mente de la lex orandi,
esto es, los textos oficiales de la liturgia. Ésta misma pretende hoy
enseñarnos ¿Cómo se elige a cada uno de ellos? O dicho de otra manera ¿Qué ora
la Iglesia durante la sede vacante en la espera de un nuevo papa o un nuevo
obispo?
Ante todo, y a pesar de lo que los
datos históricos señalan, la elección del papa o del obispo es una cuestión de
naturaleza eclesiástica. Pero hay una diferencia, que el que se elige para la
sede de Roma no es solo el obispo de dicha urbe sino también un jefe de Estado
con gran influencia política en el mundo mientras que al elegir al obispo local
solo afecta a un territorio concreto con escasa incidencia política; por eso
veremos, someramente, el proceso elector de ambos por separado.
1.
Elección del papa
En los primeros siglos la elección
del obispo de Roma no se distinguía de la del resto de obispos en otras
iglesias: elección por parte del presbiterio local y aprobación del pueblo por
aclamación. Será con la oficialización del cristianismo cuando el poder civil
comience a intervenir en dichas elecciones. La primera intervención fue para la
elección del papa san Dámaso. Para evitar estas interferencias, el sínodo
romano del 499 dispuso que los electores solo fueran clérigos, aunque no valió
de nada.
A partir del s. VI el emperador de
oriente se arroga el derecho de confirmación del Papa electo. A mediados del s.
VII el papado comienza a desligarse de oriente y vuelve su mirada y dependencia
al rey de los francos. Será el papa Pablo I (757-767) el primero en volver a
solicitar la confirmación de su elección al rey franco-carolingio siendo esto
ya una práctica asumida y ejercida a partir del s. IX.
Desde entonces, fueron varias las
familias feudales las que se disputaban el control en la elección papal. El
emperador alemán Otón I reclamó para sí el derecho de confirmación de los
nombramientos pontificios y, por tanto, la elección papal requeriría el “placet” del emperador, hasta el punto de
que no podía ser consagrado hasta recibir la confirmación del emperador y
haberle jurado fidelidad. En los siglos sucesivos volvió a repetirse el mismo
procedimiento. La elección papal oscilará entre la directa intervención del
poder imperial y el abandono de la elección en manos de los clanes feudales
familiares.
La reforma gregoriana irá encaminada
a regular la elección pontificia para evitar interferencias políticas. La
elección recaería sobre un reducido grupo de clérigos, el colegio cardenalicio.
El papa Nicolás II, en el decreto Praeduces
sint dispone que “a la muerte del
pontífice de esta Iglesia romana universal, ante todo los cardenales – obispos
tratarán sobre la elección de su sucesor, según examen hecho en común, con
extrema diligencia; luego, se unirán a ellos los cardenales- presbíteros y,
finalmente, el resto del clero y el pueblo darán su consentimiento a la
designación del elegido. De este modo -
y con el fin, sobre todo de que el mal de la vanidad no se presente en
cada ocasión – los hombres religiosos serán los guías de la elección del nuevo
pontífice y los demás le seguirán” (Decreto 120). Como vemos, este decreto
no incluye la intervención del poder temporal lo que da a suponer que no tuvo
una fácil aplicación. A esta normativa, que es un avance bastante notable en la
regulación de la elección, aún le faltaba por salvar un escollo. El sujeto de
la elección son los cardenales, pero ¿Qué mayoría de votos es necesaria para
que la elección sea válida?
Las sucesivas legislaciones irán
perfilando el sistema de elección: 1. La mayoría necesaria: fue fijada en el
Concilio I de Letrán (1179) en el canon
primero donde se exigía una mayoría de dos tercios de los cardenales integrantes
del colegio electoral. 2. Salvar los interregnos: un interregno es el periodo
de tiempo entre la muerte del papa y la elección del siguiente, es lo mismo que
la sede vacante. Hubo periodos de incluso tres años de sede vacante. El papa
Gregorio X, en el Concilio II de Lyon (1274), impuso el sistema de cónclave por
la constitución “Ubi periculum”. La
palabra “cónclave” viene de dos vocablos unidos: “cum” + “clavis”: cerrado con
llaves. Se imponía un régimen sobrio de comida y alojamiento y a medida que
pasaba el tiempo y no se elegía al Papa se iba reduciendo las raciones de
comida. Una situación realmente dura. El papa Nicolás III lo abolió y viendo su
fracaso, el papa Celestino V lo restituyó.
La situación se mantuve más o menos
sin cambio hasta Gregorio XV quien estableció tres formas de elección papal: 1.
Por escrutinio, con dos votaciones al dia y con la mayoría de 2/3 de los
electores; 2. El compromiso, si no había acuerdo, la elección se dejaba en
manos de unos compromisarios designados por los cardenales. 3. Aclamación
unánime. Y damos un salto en el tiempo hasta la última reforma de san Juan
Pablo II con la constitución Universi
Dominici Gregis (1996). Este último documento dispone: que se garanticen
las condiciones de incomunicación con el exterior, las votaciones tendrán lugar
en la Capilla Sixtina, los cardenales electores se alojarían en un edificio
distinto a los palacios apostólicos, en la, entonces en construcción, “Casa
Santa Marta”. Se suprimen la elección por compromiso y por aclamación. La
mayoría necesaria es la de dos tercios de los electores. Una vez elegido al
candidato se le pregunta si acepta la elección y cómo quiere ser llamado. Luego
se queman los votos y se produce la conocida “fumata” de color blanco. Más
tarde, tiene lugar la aclamación del pueblo desde el balcón de la logia de san
Pedro.
2.
Elección del obispo
La elección de los obispos seguirá
un procedimiento similar a lo largo de la historia: o bien el papa elige o
refrenda y se hará necesaria la confirmación del poder civil. El Concilio I de
Nicea (325) dispuso en el canon 4 que el obispo fuera nombrado por los obispos
de la provincia, siendo el arzobispo metropolitano quien confirmara la elección
y lo ordenara. El clero y el pueblo solo debía dar testimonio de su idoneidad y
aclamarlo tras la elección, como expresión de júbilo.
En la España visigoda, el canon 6
del XII Concilio de Toledo (681) otorgaba al monarca el derecho de designación
de todos los obispos del reino y al
metropolita de Toledo la potestad de ordenarlos. En Francia ocurrió lo mismo.
En Alemania, Otón I se reservó el derecho a los nombramientos episcopales.
Mención aparte merece la cuestión de las Investiduras. Se trata de un conflicto
entre el papado y el emperador a cuenta de las elecciones episcopales. Concluyó
con el concordato de Worms (1122) firmado entre Calixto II y Enrique V. El Concilio
III de Letrán (1179) exigió que los candidatos al episcopado tuvieran treinta
años de edad. Con el IV Letrán (1215) la elección episcopal quedaba en manos de
los cabildos.
Damos un salto en el tiempo hasta la
época actual. La disciplina se encuentra recogida en el canon 377 del Código de
Derecho Canónico: “El Sumo Pontífice
nombra libremente a los Obispos, o confirma a los que han sido legítimamente
elegidos”. Se realiza por el procedimiento de ternas, esto es, al Papa se
le presentan tres candidatos y él elige a uno de ellos.
El periodo que acece entre la
elección y la ordenación, se denomina Sede Vacante. Qué orar y pedir a Dios en
este tiempo lo veremos a continuación.
II. Celebración
La tercera edición del misal romano (2002) nos
ofrece un solo formulario para esta misa. Salvo la oración colecta, que es de
nueva creación, la oración sobre las ofrendas y la de poscomunión han sido
tomadas del misal romano de 1570 con algunas variaciones léxicas o semánticas.
La oración colecta está centrada en el gobierno de
la Iglesia, del cual el obispo es el máximos responsable, sobre todo, si se
trata del obispo de Roma, o sea, el Papa. Este pastor que ha de ser elegido
debe agradar a Dios y ayudar a los fieles en el progreso espiritual. La oración
sobre las ofrendas[1] indica que el amor de Dios
por su pueblo es el que nos concederá el pastor que necesitamos para presidir
los santos misterios. La oración para después de la comunión[2]
sigue en la misma línea que la anterior indicando que es la gracia divina la que
envía a su Iglesia un pastor para que la edifique y la ilumine exponiendo la
Verdad del Evangelio.
Los textos bíblicos del formulario, esto es, las
antífonas, han sido tomados del primer libro de Samuel, capítulo dos, versículo
treintaicinco, para la antífona de entrada, donde se profetiza un pastor que
Dios suscitaría para obrar según sus inspiraciones dándole una estabilidad. Y
para la antífona de comunión, encontramos el capítulo quince, versículo
dieciséis del evangelio de Juan en que se nos recuerda el mandato misionero de
los pastores, enviados por Cristo para dar frutos perdurables.
III. Vida
Una vez analizado el formulario de esta misa y
destiladas las líneas teológicas que nos ofrece, extraigamos las conclusiones
morales o existenciales para una vivencia mejor de estas situaciones
coyunturales que cada cierto tiempo irrumpen en la vida de la Iglesia.
En primer lugar, este formulario nos recuerda que la
elección de un papa o un obispo es algo importante en la Iglesia por las
consecuencias directas que tiene en la marcha del Pueblo de Dios. Luego será
necesario recurrir e invocar a “su
misericordia infinita” (o. col.) para que los electores tengan buen tino en
su propósito. De hecho se recomienda que mientras dura el periodo de sede
vacante la Iglesia universal o diocesana se ponga en estado de oración
insistente para que el Espíritu Santo derrame su gracia septiforme sobre los
encargados de la elección, sobre el candidato que Dios tiene preparado y sobre
el pueblo que se le encomendará para que lo acepte con docilidad y espíritu
filial.
En segundo lugar, este formulario nos ha recordado
también que el elegido para pastorear a la grey es, ante todo, fruto de la
providencia divina, de “la admirable
gracia de tu majestad” (o. posc.), concesión de “la abundancia de tu amor” (o. obl). Lo cual implica que en nosotros
debe despertarse un sentimiento grande de acción de gracias a Dios y de generosa
docilidad. Máxime, si tenemos en cuenta que este pastor elegido es el eslabón
de una cadena ininterrumpida que nos une con la Iglesia apostólica y, por
tanto, con el mismo Jesucristo.
En tercer lugar, el pastor que ha de ser elegido
tiene la grave tarea de construir con nosotros, el pueblo, la Iglesia peregrina
en este mundo. Junto al resto de obispos del mundo entero y bajo la guía del
sucesor de Pedro, lo que llamamos “Colegio
espicopal” tiene del deber de mirar solícitamente por la Iglesia universal.
Pero para cada obispo, esa misma Iglesia universal se concreta en las Iglesias
particulares o diócesis donde estos tienen una potestad inmediata y ejecutiva.
Edificar la Iglesia, pues, es una tarea conjunto en la cual el obispo es el
guía que marca el modo de hacerlo.
Por último, los fieles tenemos que abrir el corazón
y ser dóciles a la iluminación del Espíritu Santo. Si los obispos son
mensajeros y heraldos del Evangelio, a nosotros nos corresponde recibirlo con
obediencia filial sabiendo que quien a ellos escucha, escucha al mismo Cristo,
tal como lo recordó el Concilio Vaticano II: “Por ello, este sagrado Sínodo enseña que los Obispos han sucedido, por
institución divina, a los Apóstoles como pastores de la Iglesia, de modo que
quien los escucha, escucha a Cristo, y quien los desprecia, desprecia a Cristo
y a quien le envió (cf. Lc
10,16)” (LG 20).
Tengamos presente todas estas cosas para que en los
periodos de sede vacante, oremos insistentemente a Dios para que nos mande un
pastor según el Corazón de Cristo, el único y fiel Buen Pastor.
Dios te bendiga
[1] MR1570 [1153] con algunas
variaciones léxicas.
[2] MR 1570 [890] para el cuerpo
central (aitesis) de la oración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario