Permitan,
señores lectores, que en al final de este caluroso mes de Julio hagamos un
poco de esparcimiento en los temas litúrgicos que en este primer año del blog
hemos venido tratando. Y para que en esta despedida en el periodo estival no
quede en nosotros un amargo sabor de boca, quisiera, si ustedes me lo permiten
hablarles hoy de las morcillas. Si, ese embutido típico de nuestras tierras de
Castilla hechos a base de sangre y cebolla aunque hay lugares que les añaden
grasa animal o arroz o piñones, etc.
Pero
no es, precisamente, del arte culinario y matancero del que yo querría
hablarles en este post sino de la tercera acepción que el diccionario de la RAE
(= Real Academia de la Lengua española) hace del término “morcilla”; dice así: “en un espectáculo, palabra o frase
improvisadas que añade un actor”. Así sin más no nos dice nada pero
referido a la liturgia o al ámbito celebrativo, puede suscitarnos varias
consideraciones.
¿Qué
son las “morcillas litúrgicas”? dícese de las improvisadas palabras o frases
que los celebrantes intercalan en las fórmulas litúrgicas desvirtuando la sobriedad
lírica romana y haciendo tediosa y harto insoportable la celebración. Pongamos algunos
ejemplos:
Estamos
al inicio de la celebración y tras el saludo inicial a la asamblea, el
celebrante o un monitor inicia una monición de entrada. Hasta aquí todo normal,
pero la primera ristra de morcillas viene cuando la misma monición se prolonga
y se prolonga en el tiempo hasta el punto de convertirse en la primera homilía
de la misa. Y la cosa empeora cuando tras la eterna monición comienza con la
eviterna monición del celebrante. Una vez superada esta prueba, pasemos a la
conclusión del acto penitencial. La fórmula litúrgica dice así: “Dios todopoderoso tenga misericordia de
nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna”. Pero haylos que se empeñan en
añadir estas cosas (o al menos las que yo he escuchado): “Dios todopoderoso (en amor)
tenga misericordia de (todos)
nosotros y (un día) nos lleve a la
vida eterna”.
¡Fíjense!
En una frase tan pequeña hemos metido tres morcillas (todas innecesarias). ¿Por
qué “todopoderoso en amor” si la omnipotencia divina no tiene límites ni
condicionantes?; ¿Por qué el cuantitativo “todos nosotros” si ya se sabe que el
plural de la primera persona hace referencia a un grupo variado y plural de
personas?; Y ¿Por qué añadir la categoría temporal limitante “un día” en algo
que solo depende de la voluntad eterna y escatológica de Dios? A veces, por
querer decirlo todo acabamos diciendo nada.
Otra
morcilla litúrgica muy repetida en nuestras iglesias es la decir al final de la
primera o segunda lectura “es palabra de
Dios” o “esto es palabra de Dios”.
Eso ya lo sabemos, querido lector de la Palabra. La fórmula litúrgica que
recoge la OLM (=Ordenación de las Lecturas de la Misa) es la siguiente: “Palabra
de Dios” (OLM 125). Otra morcilla que suele meterse en la liturgia de la
Palabra, y a veces resulta un tanto divertida, es el cambio de los nombres de
los libros sagrados cuando el lector no es muy ducho en el arte de la dicción,
v.gr. decir Carta de san Pablo a los Adefesios en lugar de los Efesios o a los
Filipinos en lugar de los Filipenses, o cuando Pablo se dirige a “¡Ay coño!” En
lugar de “a Iconio”. En fin… de todo hay.
Otra
morcilla litúrgica suelen ser las peticiones interminables. Esto es, aquellas
preces inventadas por alguien de la comunidad, generalmente en el grupo que
prepara la celebración, y que son tan largas y rebuscadas que al final no
sabemos por qué estamos intercediendo, v. gr. Te pedimos, Señor, por aquellos países que sufren el drama de la
precariedad estructural y cuyo desarrollo se ve imposibilitado por los
intereses subrepticios de las potencias económicas más solventes que esquilman
los recursos autóctonos de los mismos, para que sus conciudadanos puedan gozar
de un progresivo desarrollo asentado sobre la justicia social que merecen,
roguemos al Señor. Díganme, señores lectores ¿de qué se han enterado? Yo,
personalmente, que soy quien lo ha escrito, no me he enterado de nada. Pero si
digo: Te pedimos, Señor, por los países pobres
para que la generosidad de todos les ayude a salir de su situación, roguemos al
Señor. Esto es ya más inteligible. Esto hay que cuidarlo mucho.
En
el ofertorio, desde hace mucho tiempo se ha venido metiendo una morcilla
litúrgica que yo, sinceramente, he mirado en varios libros para ver que
fundamento tiene y nunca he encontrado nada, si algún lector lo hallara le agradecería
que me lo hiciese llegar. Me estoy refiriendo a la fórmula ofertorial: “Bendito seas, Señor, Dios del universo por este pan y este vino fruto de la tierra
y de la vid y del trabajo del hombre que recibimos de tu generosidad y
ahora te presentamos, ellos sean pan y
bebida de la salvación”. Eso no lo pone en ningún lado y sin embargo (será
por abreviar la misa) lo dicen así. Al menos es una morcilla teológicamente
bien hecha pero nunca se han presentado el pan y el vino a la vez a lo largo de
la tradición litúrgica de la Iglesia.
Respecto
de la plegaria eucarística una cosa es meter morcillas y otra muy distinta es
inventarse la plegaria. Esto último es reprobable. Es cierto que la estructura
de la plegaria eucarística da poco margen para la improvisación (distinto de la
invención) pero sí que pueden introducirse algún elemento creado por un
celebrante “inventólogo”. Lo mejor es ceñirse fiel y amorosamente al texto, que
ya es mucho lo que nos invita a decir.
Pero
creo, señores lectores, que la reina de las morcillas, la que se lleva el nobel
morcillero, la que provoca una amplia gama de introspección teológica del
celebrante es la que se acomete en la mostración del “Cordero de Dios”. ¡Vamos a
ver! si el texto es ya de por sí bastante explícito al decir “este es el cordero de Dios que quita el
pecado del mundo, dichosos los invitados a la cena del Señor”, díganme por
qué es necesario meter todos los adjetivo cristológicos, misterios, propiedades
nocionales en ese momento. Ejemplo: “este
es (Jesús, el Señor, el Hijo de Dios, el nacido de María, el que anduvo por
los caminos de Galilea, el que murió en la cruz, el que resucitó, el que nos ha
revelado al Padre,….) el cordero de Dios
que quita el pecado del mundo, dichosos los invitados a la cena del Señor”.
Si todo eso ya lo sabemos. Está la catequesis para explicarlo. Liturgia no es
catequesis aunque se necesiten y se complementen.
Luego
también hay morcillas encomiables como el típico poema sentimentaloide que
algunos hacen al final de la misa a modo de oración de pos comunión. Una vez
estuve en una misa (yo era seminarista entonces) en que el cura al final de la
misa en lugar de hacer la oración pos comunión rezó el conocido poema “como el
niño que no sabe dormirse…” que, para quien no lo sepa, es el himno que en la
Liturgia de las Horas para España se reza en completas. Reconozco que hubo
quienes salieron compungidas porque “era muy bonito eso que han leído” pero no
sabían más.
En
fin, queridos lectores, las morcillas están muy bien pero para comerlas con una
jarrita de cerveza fresquita ahora en verano; pero en la acción litúrgica
sobran por completo.
Háganme caso y
no lo piensen más
para morcillas
ricas ricas
las que en
Guadalupe (Extremadura) encontrarán
unas pican otras
dulce están
y con un bacalao
“rebozao”
del respetable
las delicias harán.
Baje un día a
Guadalupe
o suba si por el
sur vinieren
y entren en el
monasterio
para ver a la
Madre del Rey de reyes.
Guadalupe lleva
por nombre,
patrona de la
Hispanidad
Reina de las
Villuercas
y de sus hijos
amparo y bondad.
Después de haber
rezado
el ángelus o lo
que fuera menester
no duden en
darse el gusto,
el relame y el
placer
de comerse unas
morcillas
como “si fuera
un marqués”.
Verán con qué
alegría
recuerdan este
post
que en la
liturgia todo sobra
siempre que sea
invención.
Y si a algún
ministro vieren
que morcillas en
misa metiera
no lo acusen
allí mismo
ni lo traten con
dureza.
Háganle ver al
padre
que no lo está
haciendo bien
y que los
fieles, a menudo saben
lo que si se ha
de hacer.
Tenga buen
verano,
querido y
estimado lector,
que este cura
que les habla
hasta septiembre
dice adiós.
P.D.
Aunque en agosto no haya más post los miércoles, tengan en cuenta
ustedes que seguiré mandando el comentario y la homilía de la misa dominical.
Buen
Verano!!
Dios
te bendiga
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