Continuamos con el artículo sobre el incienso.
Uso del incienso en la
celebración de la Eucaristía
Actualmente el incienso en la celebración de la santa
misa puede ser usado ad libitum en cualquier misa rezada o cantada (cf. OGMR
276). Este misal, lejos de restringir el uso del incensario más bien hace lo
contrario lo libera mucho más. Hagamos una comparación entre las rúbricas
actuales y las del misal de 1570 sobre el uso del incienso[1]:
Misal
Romano 1570 (1962)
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Misal
Romano 1970 (2002)
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Las
incensaciones que deben hacerse en la misa solemne, pueden realizarse también
en todas las misas cantadas.
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El incienso
puede libremente usarse en cualquier forma de Misa.
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Se
aprecia claramente el cambio operado para el uso del mismo. De pasar de estar
reservado para las misas solemnes o cantadas a estar liberado para cualquier
forma de misa sea cantada o rezada. Pero el cómo y el cuándo de su uso si esta
minuciosamente reglado en la liturgia. Veamos estos momentos:
A. Incienso durante la procesión de
entrada: costumbre que viene, como vimos anteriormente, del
s. VII y que ya estaba en la corte del emperador. Pretende aromatizar el
recorrido por donde ha de transcurrir la procesión de ingreso a la nave hasta
el altar.
B. Incienso en los ritos iniciales en
torno al altar: dice la OGMR 49 «… el sacerdote, según los casos, inciensa la cruz y el altar». El incienso llegó a expresar la
elevación mental de la comunidad en oración, de su vuelo hacia Dios. El uso del
incienso al principio de la Misa aparece en el s. IX, aunque se menciona por
primera vez en el s. XI. Su sentido principal es el de dar al lugar sagrado el
mayor realce envolviendo al altar y al celebrante en una atmósfera sagrada para
separarle de este mundo de pecado. En este momento de la celebración (no
podemos olvidar que son ritos iniciales y, por tanto, preparatorios) solo se
inciensa la cruz, el altar y, si hay, la imagen de la Virgen o del santo en
honor de quien se celebra la misa. La incensación del altar ha de hacerse del
siguiente modo según dice la OGMR 277a que es el caso más habitual en nuestras
iglesias: «si el altar está separado de
la pared, el sacerdote lo inciensa rodeándolo».
Respecto
de la cruz, en el mismo número se dice más abajo: «si la cruz está sobre el altar o junto a él, se inciensa antes que el
mismo altar. En otro caso, el sacerdote la incensará cuando pase ante ella».
Se trata de una incensación devocional, con el fin de solemnizar la celebración
y centrar el espacio sagrado donde se realizarán los misterios divinos.
C. Incienso en la proclamación del
Evangelio: hemos visto ya que es el rito más antiguo y el
origen de la inclusión del incienso en la liturgia. No abundaré en esta idea. Simplemente
recordar que la incensación al Evangelio responde a la verdad teológica de
saber que no es otro sino el mismo Cristo quien habla a la asamblea de fieles
reunida y, por tanto, toda la secuencia ritual va encaminada a manifestar esta
realidad espiritual.
D. Incienso en el ofertorio en torno a
las ofrendas y al altar: aparece por primera vez en el 832 en el área carolingia,
pues a Roma llega en el s. XI. Se realiza con gran solemnidad. Es un modo de
expresar nuestra ansia de participar en las cosas sagradas y su realización
simbólica al encontrarnos envueltos en su nube. Se pide a Dios que haga subir
el incienso a su trono y derrame sobre nosotros su bendición. La actual OGMR
144 dice: «luego, si se emplea el
incienso, el sacerdote lo pone en el incensario, lo bendice sin decir nada e inciensa
los dones, la cruz y el altar. El ministro, de pie al lado del altar, inciensa
al celebrante y después al pueblo».
Si
respecto de la incensación al altar en los ritos iniciales dijimos que era
devocional, la incensación del ofertorio es de carácter proléptica. ¿Qué
significa proléptica? Viene de la palabra griega “prolepsis” significando una anticipación
de algo que ha de venir. Aplicado a este momento de la celebración podemos
decir que las ofrendas no se inciensan por ser pan y vino sino por lo que
serán, esto es, Cuerpo y Sangre del Señor.
Los fieles no son incensados por ser
simples fieles, sino por ser “ofrenda
permanente” que es unida a Cristo. Este es un rito importante que no debe
ser amputado en ninguna de sus partes: se deben incensar todos estos sujetos
sagrados sin merma de ninguno. Además, la incensación a los fieles se recoge en
Ordo romanus V con estas palabras: «los incensarios son llevados por el altar y
después se trasladan a las narices de los hombres y el humo es llevado con sus
manos hasta su boca» con esta rúbrica se indica que la incensación de los
fieles llegó a considerarse de carácter sacramental siendo quizá más expresiva
en su ritualización que la forma actual de la misma.
E. Incienso en la ostensión del pan y
del vino: dice la OGMR 150b: «si se utiliza el incienso, el ministro inciensa la hostia y el cáliz
cuando se muestran tras la consagración». Este rito se introduce en el s.
XIII cuando frente a las herejías que negaban la presencia real de Cristo en la
Eucaristía comenzó a acentuarse el aspecto de adoración de esta en la misa así
como la verdad de fe de la presencia real.
Uso del incienso en la
Liturgia de las Horas
Al celebrar las horas mayores del Oficio Divino, esto es,
laudes y vísperas, encontramos las siguientes rúbricas que ponemos juntas: « A los cánticos evangélicos Benedictus, Magníficat y Nunc dimittis
se les ha de conceder la misma solemnidad y dignidad con que se acostumbra a
oír la proclamación del Evangelio.[mas
adelnate] Mientras se profiere el cántico evangélico, en las Laudes
matutinos y Vísperas se puede incensar el altar y, a continuación, también al
sacerdote y al pueblo» (OGLH 138.261). Este uso está ligado al
que tiene respecto del Evangeliario.
La
Liturgia de las Horas emplea el incienso al entonar el cántico evangélico, bien
sea el Benedictus en laudes, bien el Magnificat en vísperas. Su uso – según Righetti
- aparece por ver primera en una carta enviada desde Roma a san Bonifacio en
Alemania (744). Según Sicardo de Cremona este rito se realizaba en todas partes
en el s. XI.
Uso del incienso en la
Liturgia de difuntos
Desde
antiguo es considerado como un signo de honor y respeto hacia el difunto. En las
exequias suele incensarse el cadáver mientras se canta y se reza por él. Estos
mismos honores se tributaban a los mártires. En la baja Edad Media este gesto
litúrgico referido a altares y cadáveres fue adquiriendo un carácter apotropaico,
es decir, para enfrentar a los demonios y alejarlos. El incienso al ser puesto
en el incensario se le dota de una bendición y esto lo vuelve un factor de santificación.
El
actual ritual de Exequias une al rito de incensación del cadáver dos ideas
teológicas: 1. La dignidad del cuerpo como templo del Espíritu Santo y la
unción con el oloroso perfume del crisma. Veamos este texto del ritual:
«Ahora vamos a perfumar este cadáver con
incienso; este gesto nos recordará que el cuerpo de nuestro hermano fue templo
del Espíritu y que en su iniciación cristiana no solo fue vinculado a la muerte
del Señor, sino que también, al ser ungido con el óleo perfumado de la
confirmación, se significó que, como Cristo, era destinado a la resurrección y
a recibir del Padre el ósculo de su amor. En la persona de Cristo, el Padre
hizo que nuestro hermano se sentará con él en el cielo» (Formulario común
II, 149).
Uso del incienso en imágenes
y otros
También
las imágenes sagradas destinadas al cultos pueden ser incensadas, pero de modo
distinto a como se inciensa al Señor o lo relacionado con él. A este respecto
es muy aclaratorio lo señalado por OGMR 277:
Se
inciensan con tres movimientos dobles (1.2-1.2-1.2) lo siguiente:
1. El
Santísimo Sacramento.
2. Las
reliquias de la Santa Cruz.
3. Las
imágenes del Señor expuestas a la veneración pública.
4. Los
dones para el sacrificio de la Misa.
5. La
Cruz del altar.
6. El
Evangeliario.
7. El
Cirio pascual.
8. El
sacerdote.
9. El
pueblo.
Se
inciensan con dos movimientos dobles (1.2-1.2):
1. Las
reliquias expuestas a la veneración pública.
2. Las
imágenes de los santos y la Virgen expuestas a la veneración pública.
Ambas
solo al principio de la celebración y después de incensar el altar.
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