Queridos
lectores del blog “sanctasanctis”, en primer lugar permítanme, nuevamente,
felicitarles las Pascuas de Resurrección de este año. Para ayudarles a vivir
mejor estos acontecimientos que nos han hecho renacer a la vida nueva en
Cristo, quisiera darles hoy unas breves pinceladas sobre la oración consecratoria
del cirio Pascual, hagamos juntas una lectura mistagógica del texto del
conocido “Pregón pascual” o “exultet”.
El
lucernario de la noche de pascua ha sido el último rito en incorporarse a la
vigilia pascual. En el s. III se incorpora la celebración del bautismo y a
finales del s. IV la bendición del fuego y del cirio pascual, sobre todo en el
norte de Italia. En Milán, se compone el llamado pregón pascual y pronto es
llevado a Roma, al menos en el año 378 lo consigna san Jerónimo en una carta al
diácono Presidius. De su presencia en Roma da testimonio el papa Zósimo entre
los años 417-418, quien lo autoriza para ser cantado por los diáconos en las
iglesias suburbicarias en la noche de pascua. Este texto lo encontramos en los
sacramentarios gelasianos como el “Missale
Gothicum”, “Missale Galicanum vetus” y “Missale Bobbiense”.
Esta
gran plegaria consecratoria de extraordinaria belleza y lirismo se divide en
varias partes:
A) Prólogo
El
pregón pascual se inicia con un prólogo exhortativo a toda la Iglesia de Dios a
disponer los ánimos para recibir el anuncio de la noche pascual. Estas tres
primeras estrofas presentan un esquema descendente: los ángeles-la tierra-la
Iglesia. El anuncio va dirigido a la creación entera.
Los
coros angélicos han de expresar su exultación con las trompetas ya que su voz
debe ser melodiosa para Dios. Subyace,
también aquí, la teología de las dos iglesias, la celeste o triunfante y la
terrestre o militante. La celeste, representada por los ángeles y los
ministerios angélicos, hacen resonar las moradas eternas con las trompetas; la
terrestre, representada por la Iglesia, usa de las voces de los fieles para
hacer resonar las paredes de los templos. Las trompetas en el cielo son lo que
las voces de los fieles en la tierra.
B) Invitación
La
asamblea es exhortada a invocar la luz santa de Dios, la misma que agrega al
diácono al ministerio, es decir, la gracia del Espíritu; y esta luz se hace
físicamente visible ante los fieles por medio del cirio. Así pues, la luz
adquiere tres valencias: luz como divinidad, luz como gracia de estado y luz
como cirio pascual. Es una verdadera obra de arquitectura literaria.
C) Cuerpo-anámnesis
El
pregón presenta el sacrificio expiatorio de Cristo y el valor de su sacerdocio
sumo y eterno. Frente a la deuda de Adán (antiguo pecado) está el valor de la
sangre de Cristo. El pregón establece otra sección de tres estrofas,
encabezadas por la frase “esta es la
noche”. El texto pretende mostrar a los catecúmenos la importancia y significado
de esta noche santa, adornada por tres prodigios: a) la salida de Egipto; b) el
paso del mar rojo y c) la columna de fuego.
El
pregón manifiesta que la resurrección de Cristo fue, es y será un misterio para
siempre. Sólo la silenciosa noche fue testigo de aquel prodigio: “tiempo y hora” en que Jesús se levantó
de entre los muertos. La anamnesis culmina con las consecuencias morales de la
noche de Pascua, que son siete: 1. Ahuyenta los pecados; 2. Lava las culpas; 3. Devuelve la inocencia a los
caídos; 4. (devuelve) La alegría a los tristes; 5. Expulsa el odio; 6. Trae la
concordia; 7. Doblega a los poderosos.
D)
Epíclesis-consagración
Tres
datos nos indican que se trata de una verdadera consagración y no una simple
bendición:
1)
“acepta, Padre Santo”: el verbo
latino es “suscipe”. Generalmente la
liturgia usa esta forma verbal en imperativo, exhortando a Dios a que preste
atención a una necesidad o a una súplica. En el pregón pascual, el verbo
“suscipe” es la súplica de la Iglesia dirigida al Padre Santo para que acepte
todo lo que se está realizando en el momento.
2)
“sacrificio vespertino de alabanza”:
estas palabras inspiradas en el salmo 140. Si en este texto el cirio es
presentado como sacrificio vespertino, y este sacrificio vespertino no es otro
que la muerte y resurrección del Señor; por medio del Espíritu Santo, el cirio
es despojado de su significado, meramente natural o simbólico, y adquiere otro
nuevo como Pascua del mismo Cristo: el cirio es la Pascua de Cristo, esto es,
Cristo mismo. De ahí que podamos decir, con verdad, que el pregón pascual es
una plegaria de consagración que supone una transignificación, no
transubtanciación.
3)
“la Santa Iglesia te ofrece”: es la
Iglesia la que devuelve a Dios lo que Él mismo nos ha dado: a Cristo-cirio.
Esta es la lógica de la consagración, devolver lo que Él nos ha donado, como lo
expresamos en las oraciones de presentación de los dones “que recibimos de tu bondad…y ahora te presentamos”. Que esto sea un
realización del culto público de la Iglesia nos lo confirma la afirmación “por medio de sus ministros”. De este
modo, se constata que es la Iglesia misma la que ofrece el cirio al Padre: “la solemne ofrenda de este cirio”.
La
referencia a la cera de las abejas pretende ser una señal de la dimensión
cósmica de la Pascua. Comparado con otros textos del pregón en otras liturgias
u otras versiones, vemos que es una alegoría del misterio de la concepción
virginal de Jesucristo.
E) Aitesis
La
súplica tiene por objeto la perennidad del cirio, esto es, a) que no se apague
nunca la luz que Cristo nos ha dejado en su Pascua; b) que esta luz brille con
las luminarias celestes. Dicho de otro modo, la intención es que Dios asocie la
luz del cirio pascual a la luz de los astros creados por Él desde el principio
de los tiempos para que el resplandor de esta llama pascual no se apague nunca.
Mientras haya estrellas en el cielo que brillen en la noche, seguirá habiendo
Pascua porque será la luz del cirio la que proporcione la luz de aquellas.
D) Doxología
La
última parte de la composición, llamada doxología por su carácter glorificante,
cierra la anáfora. El objeto de este párrafo es el “lucero matutino” que ha de encontrar encendido el cirio pascual. Al
final del pregón, se nos descubre la gran verdad de la vida cristiana:
Jesucristo es la luz que brilla en medio de la oscuridad de este mundo. Luz
cuya intensidad no vacila, siempre está despejada. Es clara y distinta. Así es
la luz pascual expresada en el cirio, una luz inmortal que se hará aún más
plena cuando le veamos cara a cara en su reino eterno, por los siglos sin fin.
Lo
dicho, ¡¡Feliz Pascua de Resurrección!!
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