Para
el comentario de los textos litúrgicos de la misa del Domingo de Ramos nos
centraremos en la propia celebración de la Eucaristía obviando los textos
pertenecientes a la procesión de los ramos.
Oración colecta
«Dios todopoderoso y eterno, que hiciste que
nuestro Salvador se encarnase y soportara la cruz para que imitemos su ejemplo
de humildad, concédenos, propicio, aprender las enseñanzas de la pasión y
participar de la resurrección gloriosa. Por nuestro Señor, Jesucristo».
Tomada del sacramentario gelasiano antiguo (s. VIII) también está presente en
el sacramentario gregoriano de Adriano y en el misal romano de 1570. Esta
oración ofrece una perfecta síntesis del ciclo temporal cristológico.
Pero
no se queda en la mera exposición de los misterios sino que como pórtico de la
Semana Santa, la Pasión del Señor ha de ser estímulo y enseñanza de cara a
experimentar, por ella, la fuerza de la Resurrección.
Oración sobre las
ofrendas
«Señor que por la pasión de tu Unigénito se
extienda sobre nosotros tu misericordia y, aunque no la merecen nuestras obras,
que con la ayuda de tu compasión podamos recibirla en este sacrificio único.
Por Jesucristo, nuestro Señor». De nueva incorporación. Desde la cruz,
lugar donde se consuma la obra de la Redención, Cristo ora por sus enemigos
pidiendo el perdón para ellos. La misericordia viene del madero de la cruz.
La
oración acentúa la gratuidad inmerecida de la obra salvífica de Jesucristo,
pues aunque nosotros por nosotros mismos no merecemos tanta gracia, la
misericordia de Dios supera estas fragilidades y se desborda sobre nosotros.
Antífona de comunión
«Padre mío, si esta cáliz no puede pasar sin
que yo lo beba, hágase tu voluntad». Tomada del capítulo 26, versículo 42
del evangelio de Mateo. En el momento de la comunión, este versículo conduce a
los fieles a situarse en la noche de Getsemaní para participar, junto con
Cristo, del cáliz de la Pasión. Hoy esta unión mística se realiza por medio de
la comunión sacramental con el cuerpo y la sangre del Señor.
Oración pos comunión
«Saciados con los dones santos, te pedimos,
Señor, que, así como nos has hecho esperar lo que creemos por la muerte de tu
Hijo, podamos alcanzar, por su resurrección, la plena posesión de lo que
anhelamos. Por Jesucristo, nuestro Señor». La primera parte de la oración está tomada del gelasiano de
angoulemme, el resto es de nueva creación. Esta oración está estructurada sobre
un paralelo de tres ideas: esperar –lo que creemos-por muerte de tu Hijo/
alcanzar-lo que anhelamos-por su resurrección. En conjunto: esperar/alcanzar;
lo que creemos/lo que anhelamos; por la muerte/ por la resurrección. La muerte
de Cristo nos ofrece la esperanza de alcanzar la vida eterna que es lo que
anhelamos por su resurrección. En definitiva, el misterio pascual nos trae el
don de la vida eterna, que se nos da por el bautismo.
Oración sobre el pueblo
«Dirige tu mirada, Señor, sobre esta familia tuya
por la que nuestro Señor Jesucristo no dudó en entregarse a los verdugos y
padecer el tormento de la cruz. Por Jesucristo, nuestro Señor». Tomada del
gelasiano de angoulemme. La oración de bendición sobre el pueblo comienza con
la fórmula epiclética “Respice, Domine
(=dirige tu mirada, Señor)” pretendiendo, con ella, llamar la atención del
Señor, evitando el olvido de Dios. La Iglesia es definida como “familia”. Por ella,
Jesucristo “no dudó” en asumir el cáliz de la Pasión, haciéndose verdad el “passus est pro nobis (= padeció por
nosotros)” para darnos vida.
Visión de conjunto
¿Cuántas veces en la vida andamos como perdidos como sin
saber qué hacer, qué pensar, cómo actuar? En esas circunstancias necesitamos
referentes que nos sirvan de ejemplo y estímulo para actuar con acierto.
También los cristianos estamos necesitados de esos referentes alguna vez; de
ahí que no sea otra, sino la Pasión del Señor el mayor ejemplo a seguir como
nos recuerda san Pablo en su carta a los filipenses “tened los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (cf. 2, 5) y
continúa con el himno cristológico de kénosis-exaltación; así como san Pedro en
su primera epístola “Cristo os dio
ejemplo para que sigáis sus huellas” (cf. 2,21).
En la Pasión del Señor hallamos el ejemplo más eximio y
la enseñanza más concreta de cómo un cristiano debe afrontar la vida y dar
sentido a todo lo que vive ya sea bueno o sea malo. En la Pasión, Cristo nos da
un ejemplo de aceptación humilde y obediente de la voluntad divina, eso mismo
que a nosotros nos cuesta aceptar. Eso mismo que suscita espontáneamente en
nuestra cabeza un mar de preguntas ¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? ¿Dios
es justo si permite esto o lo otro? Preguntas existenciales que agitan nuestra
vida en un momento concreto y ponen a prueba nuestra fe.
Cuántas veces decimos “hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo” pero cuando
esta petición se cumple, qué pocas veces la aceptamos con entereza cristiana.
Pues bien, aquí tenemos el ejemplo de Cristo que con más o menos perfección
hemos de imitar en nosotros. La Semana Santa que ahora se abre es un tiempo
propicio para pararnos y meditar sobre ello ¿cómo asumo lo que Dios quiere para
mí? ¿Cómo vivo la voluntad de Dios en mi vida? ¿Tengo paz o agitación en el
alma?
Feliz
Semana Santa. Dios te bendiga
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