TIEMPO
DE PASCUA
El profesor don Ismael
Pastor vuelve a explicarnos el tiempo de pascua con el icono que se ha
designado para ilustrar este tiempo en la III edición del misal romano.
«Pasado el sábado, María magdalena, María la de Santiago y Salomé
compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de
la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:
“¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?” Al mirar, vieron que
la piedra estaba corrida y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y
vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y quedaron
aterradas. Él les dijo: “No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el nazareno, el
crucificado? Ha resucitado. No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron.
Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro: “Él va por delante de vosotros a
Galilea. Allí lo veréis como os dijo”» (Mc 16, 1-7)
Descripción de la
ilustración
La
ilustración nos presenta la escena del sepulcro vacío. Tres figuras aparecen a
la izquierda con rostro dolorido, se cubren con mantos y portan en sus manos
dos ánforas. Se encuentran ante un sepulcro donde se pueden observar una tela
enrollada. Y un ángel, a su derecha señala la escena. La montaña que aparece
agrietada en la parte superior nos introduce en el mundo de la muerte.
Análisis mistagógico
Podemos
sintetizar todo el año litúrgico en la solemne Vigilia Pascual. Ella es raíz y
culmen de todo el año litúrgico. Se puede decir, incluso, que recapitula y
contiene todo el misterio de Cristo. Por eso la antigüedad cristiana en los
primeros siglos concentraba en esta celebración todo el Misterio Pascual del
Señor. Si bien esto es cierto, ahora hemos de contemplarla en la unidad del
Triduo Pascual, que desglosa los tres acontecimientos que dan sentido pleno a
la memoria de los sacramentos pascuales: La Pascua de la Cena, La Pascua de la
Pasión y la Pascua de la Resurrección. Una concentración que tiene, finalmente,
como punto de referencia a aquel a quien Pablo llama nuestra Pascua.
La
Pascua invita a todos los cristianos a ser testigos del acontecimiento más
importante de la historia: la resurrección de Cristo. En ella Jesús asume la
humanidad y su historia para transformarla y nos ofrece un bosquejo del mundo
futuro donde, asumida y purificada, quedará consumada junto a Él. Tras esto los
testigos están llamados a transmitir lo que han visto y oído (cf. Hch 4, 20) y
anunciar al hombre su vocación profunda y definitiva (cf. Directorio General de Catequesis 102). Si la vigilia Pascual
resuena en todo el año litúrgico, el testimonio del cristiano debe resonar en
toda su vida. Por eso la elección de este icono para el tiempo Pascual. Que no
deja la Pascua en la resurrección de Cristo, sino en el encuentro de las
mujeres, que tras el desconcierto se
convierten en evangelizadoras.
El grano de trigo que
da fruto
El
centro de la escena es, sin duda, el sepulcro vacío. Al pie de una montaña, que
recuerda las de la ilustración anterior, se encuentra el sepulcro de Cristo.
Indicando cómo ha sido enterrado y se ha encontrado bajo tierra, cómo la muerte
de Jesús ha sido real y no mera ilusión (cf. Lc 23, 53). Sin embargo el
sepulcro se encuentra vacío y en él sólo quedan los lienzos que cubrían a
Cristo, constituyendo así el propio sepulcro el primer testimonio de la
resurrección en cuerpo y alma de Cristo. Estos nos acercan a la tradición
antigua, recogida por algunos padres de la Iglesia, que ven en los lienzos
imagen de la resurrección, usando una analogía con el gusano de seda. Pero
además, mirando hacia arriba, entre las grietas de la montaña, justo encima del
sepulcro, encontramos un brote de planta. Haciendo alusión al grano de trigo,
que muerto, da fruto creando nueva vida (Jn 12, 24), hace alusión a Cristo, el grano
de vida que con su muerte da mucho fruto y este fruto es la vida eterna.
Las miróforas
Las
protagonistas de la acción son las tres mujeres que aparecen junto al sepulcro
vacío. A la cabecera se encuentran con el ángel que les dice “Jesús Nazareno Ha
resucitado, no está aquí. Mirad el lugar donde estuvo su cuerpo” (Mc 16, 6)
señalando los lienzos en que fue envuelto su cuerpo. Las mujeres llevan en sus
manos con fervor y delicadeza los vasos de aromas y perfumes, porque han venido
a ungir al Señor tras el descanso obligado del Gran Sábado. La tradición
oriental llama a estas mujeres miróforas, portadoras de aromas. La resurrección
cambia la suerte de estas mujeres. A partir de este momento ellas son también
evangelistas, pues llevan a todos la gran noticia de la resurrección. Nos
invitan también a nosotros a introducirnos en la escena, a ser testigos de la
resurrección y a convertirnos en miróforos, portadores del aroma de la verdad
de la resurrección de Cristo.
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