Comentario a la plegaria de consagración episcopal
Por
último, haremos un breve comentario a la plegaria de ordenación episcopal (=
POE) desentrañando la imagen del obispo que de ella se desprende. La estructura
de la plegaria es la típica de la antigüedad. En cada una de ellas se indicará
el propósito de la sección; en el texto de la plegaria en español se indicará
la cita bíblica que esta a la base; seguidamente se elaborará el comentario.
Invocación
Es el inicio de la plegaria donde se invoca el nombre de
Dios Padre, a quien va dirigida la misma y de quien se espera obtener las
gracias que se siguen. Normalmente el nombre de Dios va seguido de algunos
calificativos que apuntan al contenido de la plegaria, v.gr. si una plegaria
comenzara diciendo “Oh Dios, salvación de los que sufren” estará ligada al
mundo de la enfermedad.
Deus
et Pater Dómini nostri Iesu Christi, Pater misericordiárum et Deus totíus consolatiónis,
qui in excélsis hábitas et humília réspicis, qui cognóscis ómnia ántequam
nascántur.
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Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo, Padre de la misericordia y Dios de todo consuelo (cf. 2 Cor 1,3), que habitas en el cielo y te fijas en los
humildes (cf. Sal 112, 5-6), que lo
conoces todo antes de que exista (cf. Dn 13,42).
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Esta
breve invocación ha sido tejida con tres citas bíblicas que nos muestran tres
rasgos de Dios: consolador, misericordioso y omnisciente. Las tres están interrelacionadas.
Dios sabe todo lo que sus hijos necesitan porque se inclina hacia ellos y
comparte sus carencias para atenderlas y, así, consolarlos. Son tres rasgos
fundamentales que un obispo debe tener. Lógicamente, al pastor no se le supone
omnisciencia pero sí que se preocupe de conocer a sus fieles y saber sus
necesidades. Esa es la raíz del ministerio, porque en la medida que conozca,
amará a su rebaño y velará por sus necesidades espirituales y corporales.
Anámnesis
Significa
“recordar”, “hacer memoria”. En esta sección, la plegaria hace memoria de los
hechos del pasado que prefiguran o anuncian la realidad cristiana que se
celebra.
tu qui dedísti
in Ecclésia tua normas per verbum grátiæ tuæ, qui prædestinásti ex princípio
genus iustórum ab Abraham, qui constituísti príncipes et sacerdótes, et
sanctuárium tuum sine ministério non dereliquísti, cui ab inítio mundi
plácuit, in his quos elegísti glorificári.
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Tú
estableciste normas en tu Iglesia con tu palabra bienhechora (cf. Lc 4, 22;
Hch 14,3.20,32). Desde el principio tú
predestinaste un linaje justo de Abrahán; nombraste príncipes y sacerdotes y
no dejaste sin ministros tu santuario. Desde el principio del mundo (cf.
Mt 25, 34) te agrada ser glorificado (cf.
Jn 13,31; 2Tes 1,10) por tus elegidos.
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En
esta sección podemos destacar tres ideas: dictar normas, elegir jefes para el
pueblo y la alabanza divina. Son tres grandes acciones que Dios ha realizado en
favor de su pueblo desde la creación del mundo. Aquí la palabra Iglesia
adquiere un doble sentido: por un lado hace referencia a la antigua “Qahal
Yahvé”, esto es, la asamblea de los hijos de Israel convocada y reunida para
alabar a Dios, a la que Dios provee de jefes, sacerdotes y profetas para nunca
se vea desprovista de los bienes espirituales y materiales que Dios le concede;
y por otra parte, a la “ekklesía tou Zeou” (= Iglesia de Dios) que es el nuevo
pueblo de Dios, el nuevo Israel, a quien dejó provisto, tras la Ascensión de su
Hijo, de los apóstoles y sus sucesores para que a esta Iglesia nunca le faltara
ni el gobierno, ni el anuncio ni los sacramentos.
Epíclesis
La epíclesis es la parte de la plegaria en la que
invocamos la fuerza del Espíritu Santo. En esta sección predominan palabras
como “infunde”, “envía”, “mira ahora”, “manda”, etc.
ET NUNC
EFFÚNDE SUPER HUNC ELÉCTUM EAM VIRTÚTEM, QUÆ A TE EST, SPÍRITUM PRINCIPÁLEM,
QUEM DEDÍSTI DILÉCTO FÍLIO TUO IESU CHRISTO, QUEM IPSE DONÁVIT SANCTIS
APÓSTOLIS, QUI CONSTITUÉRUNT ECCLÉSIAM PER SÍNGULA LOCA UT SANCTUÁRIUM TUUM,
IN GLÓRIAM ET LAUDEM INDEFICIÉNTEM NÓMINIS TUI.
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INFUNDE (cf. Ex 29,7;
Lev 21,10; Jl 3,1) AHORA SOBRE ESTE TU
ELEGIDO (cf. Lc 4,14; Hch 1,8) LA
FUERZA QUE DE TI PROCEDE: EL ESPÍRITU DE GOBIERNO QUE DISTE A TU HIJO (cf.
Is 41,8.52,13; Mt 12,18; Hch 3, 13)
JESUCRISTO, Y EL A SU VEZ COMUNICÓ A LOS SANTOS APÓSTOLES, QUIENES
ESTABLECIERON LA IGLESIA COMO SANTUARIO TUYO EN CADA LUGAR, PARA GLORIA Y
ALABANZA INCESANTE (cf. 1 Tes 2,13.5,17) DE TU NOMBRE.
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La epíclesis que la Iglesia realiza en este momento es
pronunciada en voz alta por todos los obispos asistentes. Haciendo un ejercicio
de imaginación podemos ver la escena en que el candidato esta de rodillas ante
el obispo consagrante principal y sobre él flotan los santos evangelios
sostenidos por los diáconos. La imagen describe un pabellón formado por las
manos del consagrante como si Dios se reservara ese espacio de intimidad con su
elegido para comunicarle la gracia del espíritu de gobierno con el que un día
su Hijo fue ungido tras el bautismo de Juan y le dio a sus apóstoles en
Pentecostés. Este mismo Pentecostés se está realizando en estos momentos en la
catedral ante la grey diocesana reunida para orar y saludar al que será su
nuevo pastor.
Esta epíclesis comienza con el verbo “infunde”, un verbo propiamente
epiclético muy presente en la Escritura. El Espíritu Santo es llamado “la fuerza que de ti procede”. Jesucristo
es llamado el “amado Hijo” tal como es denominado en los pasajes del Bautismo y
de la Transfiguración, justo en los momentos en que el Verbo es ungido y
fortalecido por el Paráclito y refrendado por la autoridad de la voz del Padre.
La epíclesis recoge, también, la idea de la misión apostólica dada por
Jesucristo con la expresión “establecieron
la Iglesia como santuario tuyo en cada lugar”. De este modo, la epíclesis
concentra las ideas expuestas en la anamnesis: el gobierno, el culto y el
anuncio del Evangelio a todo el mundo.
Aitesis
La palabra griega “aitesis”
significa “petición” o “peticiones”. Es el momento en que tras la epíclesis, la
plegaria desgrana cuáles son los dones que la gracia sacramental hace
fructificar en el candidato. Son un verdadero programa de vida.
Da, córdium
cógnitor Pater, huic servo tuo, quem elegísti ad Episcopátum, ut pascat
gregem sanctum tuum, et summum sacerdótium tibi exhíbeat sine reprehensióne,
sérviens tibi nocte et die, ut incessánter vultum tuum propítium reddat et ófferat
dona sanctæ Ecclésiæ tuæ; da ut virtúte Spíritus summi sacerdótii hábeat
potestátem dimitténdi peccáta secúndum mandátum tuum ; ut distríbuat múnera
secúndum præcéptum tuum et solvat omne vínculum secúndum potestátem quam
dedísti Apóstolis ; pláceat tibi in mansuetúdine et mundo corde, ófferens
tibi odórem suavitátis,
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Padre santo,
tú que conoces los corazones (cf. Hch 1, 15-26), concede a este servidor tuyo, a quien elegiste para el episcopado,
que sea un buen pastor de tu santa grey (cf. Is 40,11; Hch 20,28) y ejercite ante ti el Sumo Sacerdocio (Constituciones
Apostólicas, VIII,46,4) sirviéndote sin
tacha día y noche; que atraiga tu favor sobre tu pueblo (cf. Zac 8,22;
Mal 1,9) y ofrezca los dones de tu
santa Iglesia (anáfora eucarística);
que por la fuerza de tu Espíritu que recibe como sumo sacerdote y según tu
mandato, tenga el poder de perdonar los pecados (cf. Jn 20,23); que distribuya los ministerios (cf.
Hch 1,17) y oficios según tu voluntad,
y desate todo vínculo conforme al poder que diste a los Apóstoles (cf. Mt
18,18); que por la mansedumbre y la
pureza de corazón (cf. Mt 5, 5-8),
te sea grata su vida como sacrificio de suave olor (cf. Ef 5,2),
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Los
dones que otorga el Espíritu Santo al nuevo obispo, porque ya es obispo tras la
epíclesis que es la parte esencial del rito sacramental, son los siguientes:
1.
Buen pastor de su santa grey: es el
primer oficio del nuevo obispo, mostrar la caridad pastoral de Cristo,
principalmente con enfermos y pobres. Él se debe a toda la grey sin excepción.
2.
Ejercitar el sumo sacerdocio: es su
fin principal. Como dijimos más arriba, todos participamos de la misa que
ofrece el obispo y a quien este designa para celebrarla. Él es, no solo cabeza
del Pueblo en cuanto pastor del mismo, sino también el sacerdote puesto al
frente del pueblo para que sobre este se derramen incesantes gracias
celestiales.
3.
Servicio incesante: uno es ordenado
obispo perpetuamente. No se deja de serlo, pues con el orden episcopal el carácter
sacerdotal es llevado a su plenitud. Y este debe ser un servicio puro y sin
tacha como aquella ofrenda que se realizaría en todas partes según Malaquias 1,
11.
4.
Atraer el favor sobre el pueblo: para
esto se ha de tomar aquella idea expuesta más arriba: “este es el que ama a sus
hermanos, el que ora mucho por su pueblo”. Porque el oficio del obispo es el de
orar por su grey. Y a esto debe dedicarle mucho tiempo. En su oración estaremos
todos y cada uno de sus feligreses, clero, religiosos y laicos. Es una oración
de intercesión, de expiación y de acción de gracias.
5.
Ofrecer los dones de la Iglesia:
ejerciendo el sacerdocio según el rito de Melquisedec. Esta petición está unida
a la anterior. Pues el obispo ofrece la misa “pro populo sibi commiso” (= en favor del pueblo a él encomendado). De
hecho, tal es así, que ha habido un cambio de nombre: a las misas que celebra
el obispo ya no se les denomina “misa pontifical”, porque, aunque sea el pontífice
de la diócesis quien la celebra, no es algo personal suyo; ahora a esta misa se
la denomina “misa estacional” porque es (o debería ser) manifestación de la
Iglesia local, que hace “statio”, es decir, parada, reunión para alabar juntos
a Dios y ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia. según dispuso el Concilio
Vaticano II: “El Obispo debe ser
considerado como el gran sacerdote de su grey, de quien deriva y depende, en
cierto modo, la vida en Cristo de sus fieles. Por eso, conviene que todos
tengan en gran aprecio la vida litúrgica de la diócesis en torno al Obispo,
sobre todo en la Iglesia catedral; persuadidos de que la principal
manifestación de la Iglesia se realiza en la participación plena y activa de
todo el pueblo santo de Dios en las mismas celebraciones litúrgicas,
particularmente en la misma Eucaristía, en una misma oración, junto al único
altar donde preside el Obispo, rodeado de su presbiterio y ministros” (SC
41)
6.
Poder de perdonar los pecados: misión
dada por Jesús a los apóstoles en la misma mañana de la Resurrección. El obispo
es el primero que debe manifestar su solicitud pastoral por los pecadores, por
aquellos que abandonan el rebaño de Cristo o que se desvían por sendas
tortuosas. El nuevo obispo es el primer ministro de la misericordia de Dios. Y él
debe procurar tanto que sus colaboradores inmediatos se confiesen y administren
con él el sacramento de la Reconciliación, como que sus feligreses acudan a este
sacramento, lo valoren y lo propaguen.
7.
Distribuir los ministerios: el
episcopado es el ministerio fontal de la ministerialidad de la Iglesia. Todos
dependen de él, que es quien ordena presbíteros y diáconos, quien instituye
acólitos y lectores, quien bendice la profesión religiosa, quien nombra jueces,
profesores y exorcistas.
8.
Desatar todo vínculo adquirido: como
dijimos en el punto 6, es un mandato del Señor a Pedro y de éste a los demás
obispos. El poder de las llaves para liberar a los hombres del pecado y sus
consecuencias.
9.
Una vida grata como suave olor: es la
fragancia del incienso que se quema al ser entregado al carbón en el oficio
divino. El olor suave del obispo deviene de su entrega generosa al servicio de
Dios y de su grey. Una vida gastada cuál lámpara del Sagrario, que en la intimidad
del templo tiene la misión de recordarnos que Dios está vivo en el templo: “Deus
hic” (= Dios está aquí). Así debe ser la vida del nuevo obispo, gastarse y
desgastarse en recordar su pueblo que Dios sigue vivo y presente, actuando en
medio de ellos. Que es un Dios que camino en medio de su pueblo y que pastorea
por medio del nuevo pastor.
Doxología
Es la conclusión más o menos solemne de la plegaria donde
se evoca nuevamente al Padre como destinatario último de la misma, por la
intercesión de Jesucristo en la unidad y la acción del Espíritu Santo. Esto fue
establecido así en el canon 21 del Concilio de Hipona (393).
per Fílium
tuum Iesum Christum, per quem tibi glória et poténtia et honor, cum Spíritu
Sancto in sancta Ecclésia et nunc et in sǽcula sæculórum. Amén.
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por medio de
tu Hijo Jesucristo, por quien recibes la gloria, el poder y el honor, con el
Espíritu, en la Santa Iglesia, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
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Poco más hay que añadir a estas líneas sobre el obispo y
la ordenación episcopal. Solamente queda que el próximo 24 de junio acudamos
todos los que podamos a recibir a nuestro nuevo obispo, a don José Luis Retana.
Vayamos a darle la bienvenida a nuestra diócesis, que se
sienta cómodo y feliz entre nosotros. Abarrotemos la catedral para orar por él
y con él. Disfrutemos de los ritos y fórmulas litúrgicas que se sucederán.
Bienvenido, pues, don José Luis a nuestra, y desde el día
24 de junio suya, Iglesia de Plasencia. Bienvenido a Extremadura, a un pueblo con
historia y con mucho amor a Dios y a su Madre la Virgen. Que ella, la Virgen de
Guadalupe, le proteja y le ampare en su pontificado. Dios le Bendiga
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