Antífonas de entrada
«El Espíritu del Señor llenó la tierra y todo
lo abarca, y conoce cada sonido. Aleluya». Tomada del libro de la
Sabiduría, capítulo 1, versículo siete. Esta antífona, con la que iniciamos la
celebración, nos evoca al relato de los orígenes del mundo cuando el Espíritu
aleteaba sobre la faz de la tierra fecundando las aguas con el bateo de sus
alas. La solemnidad de hoy supone un nuevo comienzo para el mundo y la
humanidad entera, pues los dispersos por el pecado de Babel son congregados por
la unidad de Pentecostés. El dador de vida realiza ahora su obra abarcándolo todo
y animando cada cosa.
«El amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que habita en nosotros. Aleluya».
Construida a partir de la carta de san Pablo a los romanos capítulo 5,
versículo 5 y capítulo 8, versículo 11. El Espíritu Santo es el gran don de la
Pascua; posibilitador de la presencia viva y permanente del Resucitado en su
Iglesia. El Espíritu Santo inunda el corazón del hombre haciendo de él un
tabernáculo donde pueda morar la presencia santa de la Trinidad. Cristo ha
derramado su sangre, el Padre y el Hijo derraman el Espíritu que hizo posible
la fecundación del Verbo en el seno de la Virgen de donde recibió la carne y la
sangre humana. Desde el inicio de la celebración de hoy se nos invita a abrir
el corazón para acoger la gracia del Santo Espíritu.
Oración colecta
«Oh Dios, que por el misterio de esta fiesta
santificas a toda tu Iglesia en medio de los pueblos y de las naciones, derrama
los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra y realiza ahora
también, en el corazón de tus fieles, aquellas maravillas que te dignaste hacer
en los comienzos de la predicación evangélica. Por nuestro Señor Jesucristo».
Tomada del sacramentario gelasiano antiguo (s. VIII). Esta preciosa oración
está estructurada en una triple perspectiva: la Iglesia, el mundo y los fieles.
Respecto de la Iglesia, el Espíritu es quien la constituye como sacramento
universal de salvación y como testimonio perenne de la presencia de Dios en
medio de los pueblos y las naciones. Respecto del mundo, el Espíritu va
preparando los confines de la tierra para que se abran al Evangelio, pues la
creación entera espera la manifestación de los hijos de Dios (cf. Rom 8, 19).
Respecto de los fieles, el Espíritu es quien inflama el corazón de éstos, como
hizo en otro tiempo en Pentecostés, para que puedan descubrir las maravillas
que Dios realiza en ellos. Por último, la oración recuerda que el Espíritu es
el alma que da vida a la Iglesia, porque es el que hace posible que todas sus
acciones litúrgicas y evangelizadoras sean fecundas y confieran la gracia que a
través de ellas se demandan.
Oración sobre las
ofrendas
«Te pedimos, Señor, que, según la promesa de
tu Hijo, el Espíritu Santo nos haga comprender más profundamente la realidad
misteriosa de este sacrificio y se digne llevarnos al conocimiento pleno de
toda la verdad revelada. Por Jesucristo, nuestro Señor». Dice el Señor en
el Evangelio que cuando venga el Espíritu Santo nos lo enseñaría toda porque
había cosas que sin su luz interior no podemos comprender. Y ciertamente la
transubstanciación del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor es un
misterio que solo se comprende por una especial iluminación de la fe puesto que
los sentidos se ven engañados cuando exteriormente ven pan y vino siendo en
verdad Cuerpo y Sangre del Señor. Solo por la acción del Espíritu en nosotros
somos conducidos a descubrir la verdad plena de las realidades ocultas bajo los
signos externos.
Antífona de comunión
«Se llenaron todos de Espíritu Santo y
hablaron de las grandezas de Dios. Aleluya». Tomada de Hechos de los
apóstoles capítulo 2, versículos del 4 al 11. Como ya dijimos en comentarios
anteriores, cuando recibimos la comunión sacramental, no solo comulgamos con el
Cuerpo del Señor sino con la Trinidad entera porque cada una de las obras de
las Divinas Personas, aunque sean atribuidas a una de ellas realmente están las
otras dos implicadas. Así pues, según este principio teológico, al comulgar, de
alguna manera, somos “pneumatizados”
(= llenados del Espíritu Santo) para poder proclamar de palabra y obra todo lo
que Dios ha hecho por nosotros, su entrega en la cruz, que se actualiza en la
Eucaristía.
Oración después de la
comunión
«Oh Dios, que has comunicado a tu Iglesia los
bienes del cielo, conserva la gracia que le has dado, para que el don infuso
del Espíritu Santo sea siempre nuestra fuerza, y el alimento espiritual acreciente
su fruto para la redención eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor». Esta nueva oración viene a reafirmar lo dicho
en la colecta. Si ante se pidió la gracia septiforme del Espíritu, ahora vuelve
a manifestarse la intención de que esta sea conservada sin mancha. Y en
perspectiva escatológica sitúa la fuerza del Espíritu que nos viene por la
constante nutrición de los alimentos espirituales.
Visión de conjunto
Llegamos al final de la Pascua, tras la subida del Señor
a los cielos a la Iglesia le es enviada la ayuda del Paráclito, el Espíritu
defensor, por la complicada misión que tendrá; el espíritu de ciencia para que
aprenda, interiorice y proclame la Verdad de su Señor y Dios, Jesucristo. El Espíritu
de piedad para que constantemente ofrezca un culto sincero a Dios; el Espíritu
de temor de Dios para que aprenda a amarle sinceramente y persevere en las
buenas obras huyendo de todo aquello que desdiga de su misión y ofenda a Dios. El
Espíritu de fortaleza para que se mantenga en pie y con entereza cuando las
vicisitudes de la misión y los constantes ataques del mundo la humillen y le
hagan zozobrar su fe; el Espíritu de consejo para que exhorte al mundo entero a
volver a Dios, a no abandonar nunca la confianza puesta en Él; también para
amonestar y denunciar el pecado y corrupción de este mundo que vicia las
conciencias de los cristianos. El Espíritu de inteligencia para saber descubrir
la acción poderosa y maravillosa de Dios a cada momento de su historia y en
cada lugar donde se implanta; y el espíritu de sabiduría para guiar a la
humanidad a la Verdad plena, para preparar un pueblo bien dispuesto hasta la
vuelta de Jesucristo.
Pentecostés, por tanto, es la fiesta de la Iglesia,
porque es, en definitiva, el Espíritu que la anima y la impulsa por los caminos
de la historia, como dice un himno de la liturgia de las horas: “Ésta es la fuerza que pone en pie a la
Iglesia en medio de las plazas, y levanta testigos en el pueblo para hablar con
palabras como espadas delante de los jueces”. Pero también, es el Espíritu
que recrea al mundo y lo renueva constantemente. Es el Espíritu que atraviesa
los muros y fronteras de las naciones para hacer de todos los pueblos un único
pueblo por la fe en Jesucristo, el Señor.
Como vemos, los siete dones que concede la gracia del
Espíritu Santo son para nuestro provecho espiritual si sabemos demandarlos. La tercera
Persona de la Trinidad bien sabe lo que necesitamos, el problema es que los
cristianos muy pocas veces pedimos cosas grandes, nos conformamos con la
oración rutinaria, pedir cosas de este mundo y para este mundo. El Espíritu
Santo es quien crea en nosotros la voz de la oración, el espíritu de oración
que nos hace pedir lo que realmente necesitamos.
Debemos,
pues, queridos lectores, acrecentar en nosotros la fe en el Espíritu Santo,
tenerle más presente en nuestra vida, confiar en sus inspiraciones e invocarle
con frecuencia. Para ello, aquí te propongo la secuencia del Espíritu Santo que
puede ayudarte a invocarlo con seguridad y confianza:
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Amén.
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Amén.
Dios
te bendiga
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