sábado, 5 de mayo de 2018

AMIGOS DE JESÚS


HOMILÍA DEL VI DOMINGO DE PASCUA


Queridos hermanos en el Señor:

            En el sexto domingo de la Pascua, la liturgia nos ofrece la segunda parte del Evangelio que ya iniciamos en el domingo anterior. Si en la primera parte se nos invitaba a permanecer unidos a Jesucristo como los sarmientos a la vida, en este domingo se nos invita a considerar la consecuencia más extrema y radical de esta permanencia amorosa: la entrega de la vida por los demás.

            En la primera lectura, encontramos el pasaje donde se nos ofrece el punto de arranque de la universalización del mensaje evangélico. El Espíritu Santo se derrama indistintamente sobre judíos y paganos siempre y cuando estos crean en Jesucristo y practiquen las buenas obras que brotan de la fe. De esta manera, el Evangelio, al revelarse a las naciones, se va abriendo camino por el mundo entero hasta llegar a todos los rincones de la tierra. Durante dos mil años el mensaje ha sido siempre el mismo: que Dios es amor y que su amor se ha manifestado a nosotros enviándonos a su Hijo Jesucristo para morir por nosotros.


            En ese Cristo enviado, muerto y resucitado, es en quien hemos puesto nuestra esperanza y nuestra vida. Es el que ha traído la alegría al mundo entero y ha construido sociedades y civilizaciones.  Y es en ese mismo Mesías y Señor glorioso en el cual nosotros, por el bautismo, estamos injertados como los sarmientos a la vid.

            El mensaje de Cristo para este domingo es muy directo: “así os he amado yo: dando la vida por mis amigos, vosotros sois mis amigos porque yo os he elegido para que permanezcáis en mi amor y deis fruto abundante y duradero. Porque solo así vuestra alegría será plena”. Y esta plenitud reside en la apertura universal que adquiere el mensaje evangélico: que Dios es amor y nos ha mostrado su amor enviado a su Hijo al mundo para entregar su vida por nosotros.


            Somos, por tanto, fruto de una elección divina, una elección realizada en el amor. Elegidos por Dios, desde la eternidad, para ser amigos suyos, para agradarle en medio del mundo, o lo que es lo mismo, para ser santos e irreprochables ante Él por el amor. Ser amigos de Dios no es otra cosa que ser santos en medio del mundo, cristianos que transformen sus ambientes según Dios. pero esto solo podemos vivirlo en la medida en que estemos muy unidos a Jesús y amemos a los hombres y mujeres de este mundo tal como les ama el Señor, tal como nosotros hemos sido amados por el Señor: entregando la vida por ellos.

            Queridos hermanos, es un reto precioso el que Jesucristo nos propone en este domingo. Es un camino de santidad maravilloso, apasionante y contagioso el que Jesús quiere que transitemos unidos a su amor. Ojalá estemos dispuesto a ellos. Así sea.

Dios te bendiga

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