MISA EN CUALQUIER NECESIDAD
I. Misterio
El formulario de misa que hoy estudiaremos está
inscrito en el misal romano con un título muy abierto que permite un amplio uso
del mismo. Los cristianos tenemos una gran necesidad de acudir a Dios en toda
circunstancia, sobre todo, en las más complejas situaciones para que Dios, el
Todopoderoso, pueda ayudarnos y, al menos, darnos la claridad de mente
necesaria para resolverlos de la mejor manera posible.
En este sentido, es muy necesaria y, perfectamente,
válida, la oración de petición. Veamos cómo la trata el Catecismo de la Iglesia
en su parte cuarta (CEC 2629-2633).
En primer lugar, la oración de súplica o
petición nos hace tomar conciencia de nuestra relación con Dios: «por ser criaturas, no somos ni nuestro
propio origen, ni dueños de nuestras adversidades, ni nuestro fin último; pero
también, por ser pecadores, sabemos, como cristianos, que nos apartamos de
nuestro Padre. La petición ya es un retorno hacia Él» (CEC 2629).
El origen de la petición cristiana lo
hallamos en lo que san Pablo llama el gemido: el de la creación “que sufre dolores de parto” (Rm
8, 22), el nuestro: “espera del rescate
de nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es objeto de esperanza” (Rm
8, 23-24), y, los “gemidos inefables” del propio Espíritu Santo que “viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues
nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26).
La petición de
perdón es el primer movimiento de la oración de petición. Es el comienzo
de una oración justa y pura. Así, tanto la celebración de la Eucaristía como la
oración personal comienzan con la petición de perdón, que se centra,
primeramente, «en el deseo y en la búsqueda del Reino que viene,
conforme a las enseñanzas de Jesús» (CEC 2632).
El catecismo, también, nos recuerda que hay una jerarquía
en las peticiones: 1. El Reino; 2. Lo que es necesario para acogerlo y para
cooperar a su venida, pues, al orar, todo bautizado trabaja en la Venida del
Reino. Cuando se participa así en el amor salvador de Dios, se comprende que toda
necesidad pueda convertirse en objeto de petición. Así, el apóstol Santiago
(cf St 1, 5-8) y san Pablo nos exhortan a orar en toda ocasión
(cf Ef 5, 20; Flp 4, 6-7; Col 3, 16-17; 1 Ts 5,
17-18), precisamente el objeto que viene a dar cumplimiento estos formularios
litúrgicos.
II. Celebración
La página del misal que hoy analizamos nos ofrece
tres formularios de oración para orar a Dios en cualquier necesidad. Esta misa
está sujeta a las normas generales para las misas “ad diversa” y puede
completarse con la cuarta plegaria eucarística para las misas por diversas
necesidades. Los títulos que aparecerán encabezando cada formulario han sido
asignados por nosotros, recogiendo la síntesis del conjunto de oraciones. Los
ornamentos pueden ser blancos o del color propio del tiempo litúrgico en que se
empleé.
Formulario
A: En la tribulación y tristeza
La oración colecta, de nueva creación, considera a
Dios con tres facultades que benefician al hombre: “descanso en la fatiga”, “apoyo
en la debilidad”, “consuelo en el
llanto”. Del mismo modo, se apela a la misericordia divina ante la
tribulación del pueblo de Dios por el castigo de sus pecados. Esta oración
ofrece una síntesis sobre la bondad de Dios respecto del hombre.
La oración sobre las ofrendas, de nueva
incorporación, siguiendo la línea teológica de la oración anterior, se implora
la protección divina para que el hombre, a pesar de los pecados que lo
tribulan, no pierda el favor de los dones eternos.
La oración para después de la comunión está tomada
del misal romano de 1570[1].
Esta oración pivota sobre tres palabras: “alivios-salvados-auxilios”. Los
auxilios divinos, esto es, los sacramentos, sirven de alivio para el hombre
atribulado y salvación frente a los pecados.
Los textos bíblicos asignados a este formulario son:
para la antífona de entrada se ofrece un verso tomado del Sal 37, 39s.28 donde
se nos invita a la confianza en Dios a quien podemos invocar en cualquier
situación porque sabemos que nos oirá. Para la antífona de comunión se ha
asignado Mt 11,28 en que Jesús nos llama entorno a sí para descargar en Él
nuestras fatigas.
Formulario B: En la
aflicción y angustia
Es un formulario de nueva creación. La oración
colecta describe una situación angustiosa para el hombre por eso, en esta
situación de “aflicción” y “fatiga”, necesitamos que la gracia providente de
Dios nos confirme en la fe. La oración sobre las ofrendas recoge un filón
teológico sobre la doctrina del sufrimiento: transformar el dolor en ofrenda a
Dios. La oración para después de la comunión contiene un aspecto generoso en el
dolor propio: la capacidad de preocuparse por los demás olvidándose de una
mismo y sus fatigas propias.
Los textos bíblicos asignados a está formulario son:
para la antífona de entrada, el Sal 43,27 nos ofrece una súplica imprecativa a
Dios para que tenga misericordia de nosotros. Para la antífona de comunión, el
pasaje de Jn 16, 23-24 nos invita a pedir lo que necesitamos a Dios con toda la
confianza del mundo.
Formulario
C: Ante los males espirituales
La oración colecta está tomada del misal romano de
1570[2].
El hombre esta, constantemente, asediado por la tentación del demonio, que
supone, siempre, un peligro para su alma, por eso es necesaria la asistencia de
los sacramentos para evitar el pecado y ser salvados.
La oración colecta alternativa, tomada también del
misal romano de 1570[3],
siguiendo la misma línea teológica de la oración anterior, la tentación y los
ataques del demonio no son otra cosa que una contaminación diabólica que
debemos evitar y combatir para mejor seguir a Jesucristo.
La oración sobre las ofrendas es de nueva creación.
Nuestros pecados nos castigan por lo que la misericordia de Dios es lo que más
necesitamos en esta vida.
La oración para después de la comunión toma la
primera parte (“Te pedimos, Señor,…pasión
de tu Hijo”) del misal romano de 1570[4],
mientras que el resto es de nueva creación. La gran reconciliación del hombre
con Dios y el perdón de sus pecados se ha efectuado por la Pasión y muerte de
Jesucristo, su sacrificio en la cruz es el único y eterno sacrificio de
reconciliación y de paz de tal manera que al pedir el perón para sus verdugos,
y por ende para nosotros, apartó de nosotros la ira divina.
No tiene textos bíblicos asignados por lo que para
las antífonas de entrada y comunión pueden usarse la de los formularios
anteriores.
III. Vida
Muchas son las situaciones, complejas
situaciones, por las que pasamos a lo largo de la vida. El triple formulario
que el misal nos propone para hacer oración pretende reflejar, a rasgos
generales, esas circunstancias en las cuales se pone a prueba la resistencia,
la fe y la paciencia del hombre pero que redundan en éxito si las pasamos de la
mano de Dios. Veamos estas coyunturas humanas siguiendo los títulos que hemos
dado a los formularios.
En la tribulación y tristeza: revisten un aspecto externo en la vida de las
personas. Son situaciones y factores ajenos al hombre, o al menos, no
provocados por él, que sin embargo le afectan y modulan su conducta, sus
decisiones, sus afectos o su persona. La tribulación golpea con fuerza la vida
de la gente, pero lo importante, en estos casos, es no tomar decisiones
precipitadas. En estos momentos, Dios es nuestro único apoyo, nuestro único
solaz y nuestro único consuelo; y es, precisamente, esta certeza moral y
espiritual, la que debe invitar al hombre a cifrar su vida en Dios y poner
todos sus problemas en sus manos.
En la aflicción y angustia: situaciones anímicas internas que el hombre padece
como consecuencia de causas externas adversas a él. Son momentos de zozobra, de
temor en que el hombre necesita, con más motivo, de la ayuda y el consuelo de
la gracia divina. El hombre corre el riesgo de ahogarse en sus propios
problemas; de ofuscarse en su lamento hasta el punto de no ver solución y
salida a su situación existencial. A veces, podemos experimentar fatiga por
tanta contradicción, pesadez y hastío que provocan en nosotros una decepción
tal que nos quita las ganas de vivir. Toda esa amargura y sufrimiento interno
que nos aflige podrá ser convertido en una ofrenda agradable y acepta por Dios
con la ayuda de la gracia. Por eso, no podemos de cansarnos de invocar la
gracia divina para no sucumbir a la amalgama pesimista que se adueña de
nosotros.
Ante los males espirituales: como criatura salida de las manos de Dios, el
hombre se encuentra en medio de una batalla que comenzó desde el origen del
mundo, siendo el blanco de los ataques del diablo ya que éste se enfrentó a
Dios por negarse a reconocer la dignidad del hombre y estar a su servicio. Toda
la estrategia diabólica consistirá en intentar apartar al hombre del amor de
Dios contaminándolo con toda clase de tentación y pecado, acusándolo ante Dios
para que la cólera divina se dirija sobre él. Es pues muy necesario que, ante
el asedio de Satanás, el hombre se mantenga firme en el espíritu confiando en
Dios e invocando su auxilio en la batalla; especialmente, será muy necesario
recurrir a san Miguel, general del ejército de los ángeles. Aun así, lo que
nunca deberemos hacer es desesperar del amor misericordioso de Dios, porque
cuando esto ocurre, entonces la batalla está perdida. No. Nosotros somos hombres
y mujeres de esperanza firme en Dios, nuestro único Señor.
Dios te bendiga
[1] MR1570[1063] Dominica XI
post Pentecostem
[2]
MR1570[406] Dominica IV post Epiphaniam
[3] MR1570[183] Dominica XVII post
Pentecostem
[4]
MR1570[1142] Orationes ad diversa 13. Pro quacumque tribulatione.
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