HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DE SAN
JUAN BAUTISTA
Queridos
hermanos en el Señor:
Celebramos hoy la solemnidad de la
natividad de san Juan Bautista. El nacimiento de aquel niño esperado y formado,
milagrosamente, en el seno de santa Isabel para, cual Elías redivivo, preparar
el camino del Señor y ser luz de las naciones para que la salvación llegue al
confín de la tierra.
Esta predicación de san Juan, que
anticipa la misión del salvador Jesucristo, esta atestiguada, también, por san
Pablo quien no duda en presentarla como aval de los nuevos tiempos dado la
importancia de esta tradición en el cristianismo primitivo.
San Juan Bautista, siguiendo la
profecía de Isaías, es el vástago llamado desde el seno materno y destinado
para una misión concreta en Israel: la de reunir a las tribus de Jacob para
que, este Israel unido, fuese un pueblo misionero que atrajera a otros hacia si
para conocer y adorar al Dios único y verdadero. En este sentido, como dice el
salmo, el Bautista fue escogido portentosamente cuando, dada la ancianidad y
esterilidad de santa Isabel, era imposible que éste naciera; pero este prodigio
nos enseña que para Dios no hay nada imposible y que puede sacar vida de donde,
naturalmente, no la hay.
En un mundo imbuido por la cultura
de la muerte, donde se niega la categoría de persona a los niños en gestación,
las lecturas de hoy atestiguan, hasta la saciedad, la vida que se forma en lo
escondido del seno materno. El lugar más seguro y sagrado del mundo pero que
hoy, por las perversas leyes sobre el aborto, mal llamadas de interrupción voluntaria del embarazo, se
ha convertido en el lugar donde más de 100.000 niños mueren al año. ¡Qué horror!
Pero, como dijimos al inicio, el
niño que nace tiene una importante misión por delante. Lo mismo ocurre con cada
uno de nosotros. No venimos al mundo por casualidad. Cada uno de nosotros es un
pensamiento de Dios, un proyecto de salvación para la humanidad. O dicho de
otra manera, todos hemos venido a este mundo para una misión importante: la
redención del mundo, ser luminarias que lleven la alegría del Evangelio hasta
los confines de la tierra. Pero, estableciendo esta verdad espiritual y
existencial como principio, la cuestión es cómo concretarla, cómo vivirla, cómo
contribuyo yo a la salvación del mundo.
Y aquí cada uno debemos hacer un
serio y sereno ejercicio de reflexión. Cuál es mi misión en este mundo. Como cristianos
hemos de ser constructores de paz, dar testimonio de nuestra fe y nuestra
esperanza; sobre todo, con la coherencia en nuestro vivir, nuestro obrar,
nuestro hablar, nuestro vestir, nuestra manera de relacionarnos, etc.
San Juan Bautista es, pues, ejemplo
y estímulo para tomar conciencia de nuestro ser y nuestro estar en el mundo. Como
aquel que fue luz en su época anunciando un bautismo de conversión que
preparara la venida de Cristo, los cristianos, Iglesia en el mundo, hemos de
ser, también, luz para los demás hombres de manera que, también, nosotros
preparemos la vuelta de Nuestro Señor Jesucristo, a quien pertenece el honor y
la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Dios te bendiga
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