viernes, 19 de mayo de 2017

DOMINGO VI DE PASCUA




Antífona de entrada

«Anunciadlo con gritos de júbilo, publicadlo y proclamadlo hasta el confín de la tierra. Decid: “El Señor ha rescatado a su pueblo”. Aleluya». Inspirada en Isaías 48, versículo 20. De todos los pensamientos espirituales que pueden surgir en este tiempo litúrgico, ninguno como el de hoy resumen tan acertadamente la gran hazaña obrada por Cristo: la Pascua es la consecuencia del rescate; es el tiempo para gozarnos y recrearnos en la victoria de Cristo sobre el pecado, el demonio y la muerte. Los cristianos, pues, este domingo tenemos una gran noticia que dar al mundo: hemos sido arrebatados de las garras del mal gracias a la generosa entrega de nuestro Señor Jesucristo.

Oración colecta

«Dios todopoderoso, concédenos continuar celebrando con fervor sincero estos días de alegría en honor del Señor resucitado, para que manifestemos siempre en las obras lo que repasamos en el recuerdo. Por nuestro Señor, Jesucristo». De nueva incorporación. Es un domingo para recordar todo lo que el Señor ha hecho por nosotros; recordar que nos ha dado una vida nueva, ha devuelto la vida a la creación entera, nos ha hechos mujeres y hombres nuevos. El sexto domingo de la pascua, cuando estamos a las puertas de la solemnidad de la Ascensión, nos permite repasar cuántos dones hemos recibido en estos días santos. Siempre es aconsejable que los cristianos nos paremos a pensar, de vez en cuando, los momentos en que Cristo se ha hecho presente en nuestras vidas para ser fieles a Él en el futuro.

Oración sobre las ofrendas

«Suban hasta ti, Señor, nuestras súplicas con la ofrenda del sacrificio, para que purificados por tu bondad, nos preparemos para el sacramento de tu inmenso amor. Por Jesucristo, nuestro Señor». Es una oración creada a partir de fragmentos precedentes en todos los sacramentarios romanos, mientras que la segunda parte del texto se encuentra en el sacramentario gelasiano antiguo (s. VIII). Tres ideas se concitan en este breve texto: 1. Siguiendo el salmo 140, queremos que nuestra oración suba a la presencia de Dios con el alzar de nuestra manos, como incienso a la hora de la tarde; 2. El sacrificio que ofrecemos es, eminentemente, expiatorio y purificador; 3. Tiene como fin prepararnos para recibir el gran sacramento del amor, pues el pan y el vino que presentamos sobre el altar serán para nosotros el pan de la vida eterna y el cáliz de la salvación perpetua.

Antífona de comunión

«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos, dice el Señor. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros. Aleluya». Tomada del capítulo 14 del evangelio de Juan, versículos 15 al 16. Como un eco del evangelio de este domingo, este texto nos sitúa en una nueva perspectiva del misterio eucarístico. Es indudable que la Eucaristía es el Cuerpo santísimo de nuestro Señor Jesucristo, pero no podemos olvidar que esto solo es posible por la acción del Espíritu Santo. Esto se debe  a lo que en teología se denomina la “ley fundamental de la trinidad” según la cual todo le es común a las personas divinas excepto la relación por oposición “omniaque sunt unum ubi non obviat relationis oppositio” (Concilio de Florencia, DH 1330).

No hay obra de las personas divinas que, aun siendo propias de cada una no estén involucradas las otras dos. Toda obra trinitaria, aunque se atribuya a una de las Personas, las otras dos también están presentes. Si esto es así, será lógica, pues, concluir que, de alguna manera, al comulgar con el Cuerpo santísimo del Señor, también estamos comulgando con el Padre y el Espíritu Paráclito. Por eso, al recibir la comunión sacramental recibimos la fuerza del Espíritu Santo para poder guardar los mandamientos divinos.

Oración de pos comunión

«Dios todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has renovado para la vida eterna, multiplica en nosotros los frutos del Misterio pascual e infunde en nuestros corazones la fortaleza del alimento de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor». Está presente en los sacramentarios gelasianos antiguos (s. VIII) y de Angoulenme (s. IX), sin embargo el cuerpo central de la oración es de nueva creación. La oración es el colofón de los temas expuestos anteriormente. El recuerdo del efecto de la muerte y resurrección del Señor en nosotros, que místicamente se han actualizado en esta celebración eucarística, debe avivar en el corazón de los fieles los deseos más profundos de vivir en consonancia con ellos, es decir, ser coherente con lo que Él ha hecho por nosotros.

Visión de conjunto

            Hacer memoria o recordar es un saludable ejercicio que, de vez en cuando, deberíamos hacer. Un profundo repaso a los hechos de nuestra vida nunca viene mal. Es normal hacerlo cuando estamos en grupos de amigo que hace tiempo no se ven, cuando queremos iluminar algún momento o situación en la vida de nuestros hijos o nietos. Y, además, lo hacemos con harta satisfacción y con tanto esmero que hasta los recuerdos negativos les damos una interpretación positiva o, al menos, relativamente menos dolorosa.

            En la vida espiritual, es también, un ejercicio muy recomendable hacer memoria del paso de Dios por nuestra vida. Tomemos como base el siguiente texto bíblico “Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” (Ap 2, 2-4). Con harta frecuencia podemos caer en la rutina de la vida espiritual, hacer triviales las cosas de Dios. Es, quizás, lo peor que como cristianos puede ocurrirnos: acostumbrarnos a las cosas de Dios. Esto es lo que, de alguna manera, significa olvidarnos del amor primero.

            Pero frente a esta tentación, hemos de poner algunos remedios. Yo propongo los siguientes:

1. El recuerdo agradecido: se nos invita a una constante acción de gracias a Dios por todo lo que hace por nosotros.

2. Memoria actualizante: esto es, la celebración litúrgica de los misterios del Señor; pues a través de la liturgia el Señor derrama sobre nosotros las gracias que Él ya dispensó en su vida mortal.

3. Redescubrir lo sagrado: como novedad en nuestra vida. Para ello será necesario dejarnos sorprender por Dios; “ponernos a tiro” para que el Señor derrame su gracia y bondad en nuestras almas, se irá generando así, poco a poco, un gusto por lo divino que nos hará apetecer la oración y rechazar el pecado de acedia, esto es la pereza espiritual.

4. Vivir la caridad: como expresión externa de la acción de la gracia de Dios en nosotros. Para los cristianos, la caridad no es una opción, ni un concepto altruista para satisfacer nuestras conciencias. No. La caridad brota de las entrañas de Cristo que se da en alimento a los fieles transformando la vida y la capacidad relacional de éstos. De este modo, la caridad será una actitud espontánea que prolonga la vida cristiana más allá de la intimidad del corazón.

Hagamos, pues, queridos lectores, memoria de Cristo en nuestra vida; volvamos al amor primero; no nos acostumbremos a las cosas de Dios y rompamos con la tendencia que la rutina cotidiana nos impone. Ojalá que en esta pascua que ya termina, hayamos tomado, al menos, conciencia del mucho amor de Cristo por cada uno de nosotros.

Dios te bendiga

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