La
eucología de la misa de ordenación episcopal
Hoy abordaremos las oraciones propias de la misa de la ordenación episcopal, para ver qué y cómo es un obispo según lo describe la liturgia de la Iglesia
A)
Antífona de entrada
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque
él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres y curar a los
contritos de corazón». Centonización de Lc 4,18. La celebración eucarística
se abre con este versículo del evangelio de Lucas. Será la tercera persona de
la Trinidad quien descienda en la celebración sobre el candidato al episcopado
para otorgarle la gracia septiforme.
En
esta antífona se señalan las dos primeras preocupaciones que tienen que anidar
en el corazón de un obispo: la primera será la evangelización de los pobres. Para
el Evangelio, los pobres no son solo una categoría social o económica sino que
abarca a todo hombre que está lejos de Dios, la mayor pobreza que pueda
pensarse. Pero hoy, los pobres necesitan volver a conocer a Jesucristo.
La
segunda preocupación es la de “curar a
los contritos de corazón”. En estos tiempos que corren, la Iglesia esta
llamada, precisamente con sus obispos a la cabeza, a sanar las heridas que
afligen a los hombres y mujeres de este mundo. En un mundo dividido por las
guerras, conflictos de todo tipo, por ideologías deshumanizadoras, la Iglesia
se presenta como un “hospital de campaña” cuya mayor y única medicina es el
mismo Jesucristo a quien el obispo hace presente, por su ministerio en la
Iglesia.
B)
Oración colecta
«Oh Dios, que por pura generosidad de tu
gracia, has querido poner hoy al frente de tu Iglesia de Plasencia, a tu
siervo, el presbítero José Luis, concédele ejercer dignamente el ministerio
episcopal y guiar por la palabra y el ejemplo, bajo tu amparo, la grey que le
has confiado. Por nuestro Señor Jesucristo». En primer lugar se destaca que
la llegada de un nuevo obispo a una diócesis es un acto de la generosa
providencia de Dios.
En
segundo lugar, se pide, para él, ejercer un recto gobierno; y ser testimonio
vivo de palabra y obra del amor de Dios. Todo ello porque el obispo debe ser el
referente moral para todo el pueblo de Dios, de ahí que su responsabilidad ante
Dios sea más grave que la de cualquier otro cristiano.
También
en esta oración se percibe el vínculo territorial del obispo. El obispo (Jose
Luis) es para una diócesis en concreto (Plasencia). Y es precisamente, como
luego expondremos, esta porción del Pueblo de Dios quien demanda aquello que
más necesita en estos momentos: un Pastor que le guíe por los caminos del
Evangelio.
C)
Oración sobre las ofrendas
«Te ofrecemos, Señor, este sacrificio de
alabanza para que aumentes en mí el espíritu de servicio y lleves a término lo
que me has entregado sin méritos propios. Por Jesucristo, nuestro Señor».
El nuevo obispo celebra su primera misa como pastor de una grey determinada. Es
justo que en esta misa todo el pueblo se una en esta gracia demandada: orar por
el nuevo obispo. Su misión y ministerio es algo que no puede realizar por sí
mismo, solo y con sus solas fuerzas, sino que necesita de la ayuda y oración de
todo el pueblo de Dios.
Esta
intención encierra un claro mensaje para toda la grey: quien está unido en
oración y en la celebración litúrgica del obispo, obtiene unos vínculos espirituales
fuertes con éste que le deben llevar a cooperar con él en la evangelización de
los pobres y en la sanación de los corazones atribulados. Esta intención se
desarrollará en la tercera aclamación de la bendición final, como luego
veremos.
El
texto eucológico, a pesar de poner en boca del nuevo obispo esta intención
personal por él mismo, quiere ser también una cura de humildad del mismo ya que
le ofrece dos ideas interesantes que el obispo, y todo el pueblo, debe tener
muy en cuenta: 1. Para que aumente en el obispo el espíritu de servicio y 2. El
ministerio le ha sido entregado sin méritos propios. En definitiva, el
ministerio episcopal es, en palabras de san Juan Pablo II “don y tarea” (mensaje para la jornada de la juventud, 1998).
D)
“Hanc igitur” propio
«Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de
tus siervos y de toda tu familia santa; te la ofrecemos también por tu siervo
José Luis, a quien te has dignado promover al orden episcopal; conserva en él
tus dones para que fructifique lo que ha recibido de tu bondad». Ya está
presente en la compilación Veronense (s. V) y
en el sacramentario gregoriano de Adriano (s. VII). Llamamos "Hanc igitur" a los fragmentos que se introducen en el canon de la misa o en la plegaria eucarística y que varía según la fiesta o el tiempo litúrgico.
Este
texto fue incluido, desde muy antiguo, en la plegaria eucarística, en concreto,
en el canon romano, que es el texto que debe usarse en esta solemne
celebración. Pues no sería lógico que quien se ordena por el rito romano, como
obispo del rito romano, no use la plegaria propia y original del rito romano
(la redundancia es a propósito).
El
concelebrante respectivo, pide para el nuevo obispo, que los dones del Santo
Espíritu permanezcan siempre en el sujeto concreto y den fruto que redunden en
beneficio propio y de la comunidad. Los dones que se reciben de parte de Dios
tiene dos fines: construir la comunidad de la Iglesia y la salvación eterna del
sujeto que los recibe.
E)
Antífona de comunión
«Padre santo, santifícalos en la verdad. Como
tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo, dice el Señor»
tomada de Jn 17, 17-18. Una vez que ha sido ordenado, el nuevo obispo celebra
por vez primera la Eucaristía en su catedral con la grey que el Señor le ha
confiado. Es el neo-obispo quien recibe, en este momento, el encargo de
alimentar al pueblo con el alimento de vida eterna, con el banquete del Reino.
Pero la antífona de comunión recuerda al obispo que, junto a la Eucaristía,
debe alimentar, también, al pueblo con la Verdad, fuerza santificadora que es
el mismo Jesucristo.
F)
Oración de pos comunión
«Te pedimos, Señor, que realices plenamente
en nosotros el auxilio de tu misericordia, y nos hagas ser compasivos de tal
modo que en todas nuestras obras podamos agradarte. Por Jesucristo, nuestro
Señor» la primera parte de la oración es del sacramentario gelasiano
antiguo (s. VIII).
Tanto
el pastor como el rebaño necesitan del auxilio divino para cumplir con su deber
de agradar a Dios con una vida santa. El auxilio divino no es otro sino el
Espíritu Santo que nos comunica, por su medio, la misericordia del Padre. Este
mismo espíritu ha de generar en el pastor sentimientos profundos de compasión
respecto de su grey. Compasión, como ya se sabe, significa “padecer con”, estar
al lado de aquel que sufre en su cuerpo y en su espíritu. Vivir desde esta
óptica supone, en el fondo, realizar obras que agradan a Dios. Para agradar a
Dios, el obispo debe seguir la pauta indicada por san Pablo para todos los
cristianos en su carta a los romanos «Presentad
vuestros cuerpos como Hostia viva, agradable a Dios» (cf. 12,1).
El
sacrificio de una vida entregada a la administración del perdón y de la
indulgencia, de la caridad activa y sincera, de la unción y de la crismación,
de la consagración y de la ordenación, es una vida entregada a agradar a Dios.
Es la vida de un obispo que ama a su grey. Con cada uno de estos actos, en la
vida del obispo se hace realidad lo que la liturgia de pastores dice en su
responso: «este es el que ama a sus
hermanos, el que ora mucho por su pueblo».
G)
Bendición final
«Oh Dios, que cuidas a tu pueblo con
misericordia y lo diriges con amor, concede el Espíritu de la sabiduría a
quienes confiaste la misión del gobierno en tu Iglesia, para que el progreso de
los fieles santos sea el gozo de sus pastores. Amén». Esta primera invocación
de la bendición está centrada en el gobierno de la Iglesia, en el munus regendi que el obispo debe
ejercer. El nombre de Dios viene acompañado por dos verbos que describen el gobierno
de Éste como modelo para el obispo: “cuidas” y “diriges”. Es el
Dios-Pantókrator, el Dios providente, quien marca la pauta de acción
gubernativa: el obispo debe cuidar con misericordia y dirige con amor a su
diócesis. Para esta sagrada misión, el obispo, del mismo modo que hiciera
Salomón (cf. 2 Cro 1, 10) pide el don de la sabiduría para ejercerla con
generosidad. Pero el gobierno viene marcado en una dirección concreta: el
progreso en la santidad. Y éste y no otra cosa ha de ser el gozo del obispo.
«Tú que, con el poder de tu gloria ordenas el
número de nuestros días y la duración de los tiempos, dirige benévolo tu mirada
sobre nuestro humilde ministerio y concede a nuestro tiempo la abundancia de tu
paz. Amén». Para realizar un buen gobierno no solo es necesario obtener
sabiduría y cuidar con amor al pueblo, sino también, tener un tiempo propicio
para que los planes y directrices del gobierno se vayan cumpliendo. Si
anteriormente dijimos que el modelo de gobierno para un obispo es el
Dios-Pantókrator, en esta segunda invocación de la bendición fijamos la mirada
en el Dios-kronókrator, es decir, en Dios que ordena y dispone la sucesión de
las horas y los días. Precisamente, el Señor de la historia, el alfa y la
omega, es el que dispone un nuevo tiempo para la diócesis con la llegada de un
nuevo obispo. Y ojalá, según se nos invita a orar, sea un tiempo de paz, es
decir, un tiempo en que se prolongue la reconciliación entre Dios y los
hombres.
«Ayúdame también con los dones que, por tu
gracia, has puesto en mí, y pues me has elevado al orden episcopal concédeme
agradarte con la perfección de las obras; que el corazón del pueblo y del
obispo tengan un mismo querer, de tal manera que al pastor no le falte la
obediencia de su grey, y a la grey no le falte el cuidado del pastor. Amén».
La tercera y última invocación recoge una perfecta síntesis de toda la teología
del formulario litúrgico de la misa para la ordenación de un obispo: Dios es
quien pone las gracias pertinentes en medio de la indignidad y torpeza de los
candidatos; será Dios, por tanto, quien haga del obispo, si este se deja, un
verdadero pastor, transparencia del verdadero y único Pastor, Jesucristo. La
perfección viene por la obra del Paráclito en el corazón de los creyentes. Será
la tercera persona de la Trinidad quien mueva el corazón, la mente y la
voluntad de pastores y grey hacia un mismo querer donde todos coincidan. Y este
querer no será otro que el de hacer la voluntad de Dios, siempre y en todo
lugar.
Por
último, como si fuera un eco que ha de quedar, la bendición aborda el tema de
la relación cuidado-obediencia entre pastores y fieles. Al primero le compete
la labor de estar solícito ante las necesidades de los distintos miembros del
pueblo de Dios pero esto no le exime de dejarse cuidar por éste; porque puede
darse el caso de que el obispo haga cosas por el pueblo pero sin el pueblo.
Respecto de la grey, tiene el deber sincero de ser obediente a las directrices
de su pastor, como si del mismo Cristo se tratase, pues no puede hacerse nada
sin obispo (=nihil sine episcopo), el pueblo debe cuidar de su pastor y hacerle
ver el error si éste se equivocara, pero no puede caer en la tentación de
querer marcar ninguna agenda al obispo, de decirle lo que debe o no hacer.
Dios
te bendiga
No hay comentarios:
Publicar un comentario