viernes, 1 de septiembre de 2017

DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO





Antífona de entrada

«Piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día, porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan». Salmo 85, versículos del 3 al 5. Invocar al Señor debe ser una constante en la vida cristiana. Es un acto de fe importante y ¿dónde mejor invocarle que en la santa misa? Pues, efectivamente, a ello nos invita esta antífona de entrada: a entrar decididos en la presencia insondable de aquel que es bueno y clemente y rico en misericordia.

Oración colecta

«Dios todopoderoso, que posees toda perfección, infunde en nuestros corazones el amor a tu nombre y concédenos que, al crecer nuestra piedad, alimentes todo bien en nosotros y con solicitud lo conserves. Por nuestro Señor Jesucristo». Tomada del misal romano de 1570. La perfección, como como deseo y aspiración del hombre, es la clave para entender las peticiones que esta breve oración contiene: 1. Infundir el amor al nombre de Dios; 2. Alimentar el bien y conservarlo. Solo quien busca en su vida amar a Dios y custodiar este amor como una llama interior va, poco a poco, acercándose a la perfección del Padre, esto es, a ser santo.

Oración sobre las ofrendas

«Señor, que esta ofrenda santa nos alcance siempre tu bendición salvadora, para que perfeccione con tu poder lo que realiza en el sacramento». Presente en los gelasianos antiguo (s. VIII) y de Angoulenme (s. IX) y en el misal romano de 1570. Es una oración con claro sentido proléptico (futuro), es decir, la ofrenda santa no es el pan y el vino sino el mismo Señor Jesucristo el único bendito y la bendición misma capaz de alcanzar del trono del Padre la perfección que por nuestros solos medios no podemos obtener.

Antífonas de comunión

«Qué bondad tan grande, Señor, reservas para los que te temen». Del salmo 30, versículo 20. En el momento de recibir la comunión sacramental, cuando contemplamos la blanca Hostia que vamos a comulgar, recordamos la bondad inmensa de Dios que nos tiene preparado siempre un manjar celestial al que nos acercamos por puro amor y reserva divinos.

«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos». Del evangelio según san Mateo, capítulo 5, versículos del 9 al 10. Trabajar por la paz en muchas ocasiones conlleva el ser perseguido, incomprendido o denostado por eso esta antífona nos recuerda que solo recibiendo este alimento de vida, el pan de los fuertes, podremos seguir trabajando con denuedo por la consecución de la paz y la vivencia plena de las Bienaventuranzas.

Oración para después de la comunión

«Saciados con el pan de la mesa del cielo, te pedimos, Señor, que este alimento de la caridad fortalezca nuestros corazones y nos mueva a servirte en nuestros hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor». Encontramos un eco de la teología de los dos altares: del altar del cielo al altar de la tierra. En el altar de la tierra se realiza y actualiza en el tiempo lo que en la Jerusalén celeste se celebra eternamente. De ahí que la sagrada Hostia no es otra cosa que el alimento del cielo del que disfrutan los ángeles y los santos que ya están en el altar del cielo.


Visión de conjunto

La perfección es un atributo referido solamente a Dios, pues es el único ser acabado que no posee defecto alguno y del cual emanan en resto de perfecciones del mundo. Santo Tomás de Aquino, al esbozar sus cinco vías para la existencia de Dios formuló la cuarta tal que así: “Vemos en los seres que unos son más o menos buenos, verdaderos y nobles que otros, y lo mismo sucede con las diversas cualidades. Pero el más y el menos se atribuye a las cosas Según su diversa proximidad a lo máximo, y por esto se dice lo más caliente de lo que más se aproxima al máximo calor. Por tanto, ha de existir algo que sea verísimo, nobilísimo y óptimo, y por ello ente o ser supremo; pues, como dice el Filósofo, lo que es verdad máxima es máxima entidad. Ahora bien, lo máximo en cualquier género es causa de todo lo que en aquel género existe, y así el fuego, que tiene el máximo calor, es causa del calor de todo lo caliente, según dice Aristóteles. Existe, por consiguiente, algo que es para todas las cosas causa de su ser, de su bondad y de todas sus perfecciones, y a esto llamamos Dios”.

Antes de seguir debemos hacer una aclaración: las vías de santo Tomás de Aquino no son pruebas que necesariamente remitan a la existencia del Dios judeo-cristiano. Sino que son “pruebas apodícticas”, es decir, que si se siguen podemos llegar a conocer la existencia de un ser supremo, principio y fin de todo cuanto ha existido, existe y existirá pero para que este sea el Dios único y verdadero se necesita la luz de la fe y el testimonio de la revelación.

Así pues, retomando el tema de la cuarta via, podemos decir que hay en las cosas perfecciones transcendentales realizadas en diversos grados, como la perfección de bondad, de verdad, de nobleza y otras”. Hay otras que no admiten grados.

a) Primer grado de la vía: Una perfección realizada en diversos grados es necesariamente causada: las perfecciones como la bondad, verdad, nobleza, etc, por lo mismo que existen participadas en diversos grados tienen que ser causadas por otro ser que posea esas perfecciones en máximo grado.

b) Segundo grado de la vía: quien tiene en máximo grado una perfección pura, es causa de esta perfección en todos aquellos que la poseen en grado inferior: tener una perfección en máximo grado es tenerla por esencia y de un modo fragmentario es poseerla por participación. Este sujeto que la posee por esencia no puede ser más que uno y único.

c) Término final de la vía: Existe, por consiguiente, algo que es para todas las cosas causa de su ser, de su bondad y de todas sus perfecciones, y a esto llamamos Dios”: Así pues, nos encontramos con un ser que es: 1) Superior, perfectísimo, infinito, porque es la plenitud de ser, de verdad, de bondad y de nobleza; 2) Principio y causa de todas las cosas, porque en todas causa el ser, la bondad y las demás perfecciones. Luego existe Dios.

Es la vía por excelencia, ya que en ella se da el paso del ente al ser y de éste al Ser. Parte de la experiencia empírica. Se ve que las criaturas son más o menos perfectas (buenas, verdaderas, nobles, etc.). Por esto, debe existir algo que es en grado máximo bueno, verdadero, y por tanto, perfecto. Este ser es Dios y es perfecto y máximo también en el ser. Es causa de las perfecciones del resto de entes.

Buscar la perfección es un mandato del Señor: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48). Y si antes hemos dicho que Dios es la causa última de todas las perfecciones, solo en la medida que tengamos contacto con Dios y descubramos la acción de su gracia en nosotros iremos adquiriendo esa misma perfección.

Perfección es sinónimo de santidad. Los cristianos no estamos llamados a ser buenas personas, sino a ser santos como Dios es santo. Y para ser santo solo una cosa es necesaria: buscar el hacer la voluntad de Dios cada día de nuestra vida. Pues ánimo, pídelo y búscalo.

Dios te bendiga


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