MISA POR EL MISMO SACERDOTE
I. Misterio
El post anterior estuvimos hablando
del sacerdocio a rasgos generales. El formulario de la misa que hoy
estudiaremos quiere concretar esos aspectos en la vida de cada ministro; para
ello, la misa por el mismo sacerdote nos ofrecerá ver al presbítero ejerciendo
el ministerio en el campo concreto asignado por la Iglesia, en concreto, como
párroco o en otra forma de la cura de almas. Nos ayudaremos de las palabras del
Código de Derecho Canónico (cc. 512-530) que recoge una rica teología acerca de
esto y disposiciones prácticas que nos serán de gran utilidad.
Comencemos
explicando qué es una parroquia
La parroquia es una determinada comunidad de fieles
constituida de modo estable en la Iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo
la autoridad del Obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor
propio. Normalmente, la parroquia ha de ser territorial, es decir, ha de
comprender a todos los fieles de un territorio determinado; pero, donde sea
necesario, se constituirán parroquias personales en razón del rito, de la
lengua o de la nacionalidad de los fieles de un territorio, o incluso por otra
determinada razón.
También la cura pastoral de una o más parroquias a
la vez puede encomendarse a varios sacerdotes, con tal que uno de ellos sea el
director de la cura pastoral, que dirija la actividad conjunta y responda de
ella ante el Obispo. Si, por escasez de sacerdotes, el Obispo diocesano
considera que ha de encomendarse una participación en el ejercicio de la cura
pastoral de la parroquia a un diácono o a otra persona que no tiene el carácter
sacerdotal, o a una comunidad, designará a un sacerdote que, dotado de las
potestades propias del párroco, dirija la actividad pastoral.
Pero…
¿Quién es el párroco?
El párroco es el pastor propio de la parroquia que
se le confía, y ejerce la cura pastoral de la comunidad que le está encomendada
bajo la autoridad del Obispo diocesano en cuyo ministerio de Cristo ha sido
llamado a participar, para que en esa misma comunidad cumpla las funciones de
enseñar, santificar y regir, con la cooperación también de otros presbíteros o
diáconos, y con la ayuda de fieles laicos, conforme a la norma del derecho. Para
que alguien pueda ser designado párroco válidamente debe haber recibido el
orden sagrado del presbiterado. El párroco debe tener estabilidad y por tanto
debe ser nombrado por tiempo indefinido; sólo puede ser nombrado por el Obispo
diocesano para un tiempo determinado, si este modo de proceder ha sido
admitido, mediante decreto, por la Conferencia Episcopal. Quien ha sido
promovido para llevar la cura pastoral de una parroquia, la obtiene y está
obligado a ejercerla desde el momento en que toma posesión.
Y…
¿Qué obligaciones tiene el párroco?
El párroco está obligado a procurar que la palabra
de Dios se anuncie en su integridad a quienes viven en la parroquia; cuide por
tanto de que los fieles laicos sean adoctrinados en las verdades de la fe,
sobre todo mediante la homilía, que ha de hacerse los domingos y fiestas de
precepto, y la formación catequética; ha de fomentar las iniciativas con las
que se promueva el espíritu evangélico, también por lo que se refiere a la
justicia social; debe procurar de manera particular la formación católica de
los niños y de los jóvenes y esforzarse con todos los medios posibles, también
con la colaboración de los fieles, para que el mensaje evangélico llegue
igualmente a quienes hayan dejado de practicar o no profesen la verdadera fe. Esfuércese
el párroco para que la santísima Eucaristía sea el centro de la comunidad
parroquial de fieles; trabaje para que los fieles se alimenten con la
celebración piadosa de los sacramentos, de modo peculiar con la recepción
frecuente de la santísima Eucaristía y de la penitencia; procure moverles a la
oración, también en el seno de las familias, y a la participación consciente y
activa en la sagrada liturgia, que, bajo la autoridad del Obispo diocesano,
debe moderar el párroco en su parroquia, con la obligación de vigilar para que
no se introduzcan abusos.
Reconozca y promueva el párroco la función propia
que compete a los fieles laicos en la misión de la Iglesia, fomentando sus
asociaciones para fines religiosos. Coopere con el Obispo propio y con el
presbiterio diocesano, esforzándose también para que los fieles vivan la
comunión parroquial y se sientan a la vez miembros de la diócesis y de la
Iglesia universal, y tomen parte en las iniciativas que miren a fomentar esa
comunión y la consoliden.
Entremos ya a estudiar el formulario litúrgico donde
se asiente y dimana todo el ser y el hacer del párroco esbozado anteriormente.
II. Celebración
Esta misa ofrece tres formularios (A-B-C). Los
formularios A y B están previstos para un sacerdote con cura de almas, es
decir, para un párroco; mientras que el formulario C lo está para el
aniversario de la propia ordenación. Puede decirse bien con ornamentos blancos
o del día siempre que no se contravenga la norma general de respetar la
oportunidad y el tiempo litúrgico. Con este formulario puede usarse la plegaria
I para las diversas necesidades o bien el prefacio I para las ordenaciones con
las plegarias eucarísticas I, II o III.
El formulario A contiene: una oración colecta,
tomada de los sacramentarios gelasianos[1]
con algunas variaciones sintácticas. Esta oración acentúa la generosa elección
divina frente a la debilidad humana que no hace méritos para ello. El sacerdote
ha de cumplir el ministerio que le compete celebrando los sacramentos y guiando
al pueblo de Dios. La oración sobre las ofrendas ha sido adaptada de la
compilación veronense[2]. Se
centra en la relación pastor-grey acentuando la necesaria obediencia de unos y
la solicitud pastoral del otro. La oración de pos-comunión ha sido tomada, también
de la compilación veronense[3].
Dios es la fuente y plenitud de las virtudes con lo cual solo a Él se debe el
que el sacerdote pueda hacer el bien, predicar, ofrecer los misterios y exponer
el conocimiento de Dios.
Los textos bíblicos seleccionados para este primer
formulario son: para la antífona de entrada, Col 1, 25-28 donde se sitúa el
sacerdocio como un administrador elegido por Dios para comunicar su gracia y su
palabra al pueblo; y para la antífona de comunión, Jn 15, 9 donde recuerda al
ministros que la clave de todo “éxito” pastoral está el permanecer en el amor
de Dios. El sacerdocio es un oficio de amor: de amor a Dios y de amor al pueblo
de Dios.
El formulario B es de nueva creación. Contiene una
colecta inspirada en el salmo 85, 1: “Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un
pobre desamparado”, que junto con la acción iluminadora del Espíritu
Santo hace posible en el sacerdote que éste celebre los misterios, sirva a la
Iglesia y ame a Dios como este merece ser amado por sus ministros. La oración
sobre las ofrendas contiene un tratado condensado sobre la configuración del
ministro con Cristo sacerdote y víctima. La oración de pos comunión se basa en
el misterio eucarístico como fuente de fortaleza y gozo para proseguir en el
ministerio sacerdotal.
Los textos bíblicos asignados a este formulario son
eminentemente afectivos: para la antífona de entrada el salmo 15, 2.5 recuerda
al ministro que toda su felicidad y todo lo bueno está cifrado en Dios y fuera
de Él no va a encontrar ningún otro aliciente para su vida y ministerio. La antífona
de comunión está tomada de Lc 22, 28-30 donde Jesús promete el banquete del
Reino verdadero a los que perseveren con Él en el trabajo pastoral, esto es,
sus pruebas; pues, la configuración con Cristo o es plena y totalizante o no
será.
El formulario C es más complejo: la oración colecta
es de nueva creación. Recopila los temas de los formularios anteriores: la
usencia de méritos en la debilidad del sacerdote, la gracia de la elección, la participación
en el sacerdocio de Cristo, el servicio a la Iglesia, la predicación del
Evangelio y la celebración de los misterios divinos. La oración sobre las
ofrendas es del sacramentario gregoriano del papa Adriano[4].
Vuelve a recordar la ausencia de méritos en el sacerdote lo que conlleva la
necesidad de que el ministerio progrese y se perfeccione a lo largo de la vida.
Para la oración de pos-comunión, la primera parte “Para alabanza…mi sacerdocio” se encuentra en la compilación
veronense[5] y
los gelasianos[6] mientras que la segunda
parte “he celebrado…en el sacrificio”
es de nueva creación. Esta oración retoma el tema importante de la
configuración cristológica en el ser sacerdote y víctima (Eucaristía perfecta)
de Cristo.
Los textos bíblicos parejos a este formulario son:
para la antífona de entrada Jn 15, 16 donde se recuerda el misterio de la
elección del sacerdote por parte de Cristo en orden a una misión concreta: dar
frutos de vida eterna; mientras que para la antífona de comunión se ha tomado
de 1 Cor 10, 16, centrada en el cáliz y en el pan como sello de la alianza
hecha por Dios en Cristo con los humanos y especialmente con el sacerdote que
celebra su aniversario, quien físicamente eleva el cáliz y parte (fracciona) el
pan de vida.
III. Vida
Una vez analizados los diversos
formularios, establezcamos algunos puntos sustanciales extraídos de los mismos
para una mejor comprensión del sacerdocio como dimensión personal del ministro
y como responsable de la cura de almas.
1. La elección divina y el
sustrato humano: en líneas generales, de los formularios se desprende que
el sacerdote ha sido elegido por la gracia y la providencia divina para proveer
a su pueblo de Pastores. Pero esta elección no se hace atendiendo a criterios
humanos sino por disposiciones que sólo Dios conoce. Pero Dios, total conocedor
de la debilidad humana, cuando elige no elige a los capacitados sino que su
gracia, por el sacramento del Orden, es la que capacita a los electos para que
ejerzan el ministerio en pro de la edificación del Cuerpo místico de Cristo. Los
méritos humanos poco o nada valen, las cualidades humanas poco o nada aportan
para la elección, aunque si para el ejercicio del mismo. Entonces ¿Por qué Dios
elige para el sacerdocio a unos y a otros no? Solo Él lo sabe. No cabe otra
respuesta que pretenda agotar la solución. Por ello, cuando uno es elegido para
el ministerio solo queda dar gracias por ello y ponerse en las manos de Dios
para que Él disponga lo que quiera.
2. Relación párroco-feligreses:
hay una frase paradigmática en el formulario A que puede ayudarnos a
entenderla: “para que al pastor no le
falte la obediencia de su grey, ni a la grey el cuidado de su pastor”. Aparentemente
la frase pareciera que establece un vínculo puramente jurídico entre ambas
partes, pero, aun siendo verdad la base jurídica, realmente entre estos dos
términos de la relación lo que prima es la caridad pastoral puesto que la
obediencia que le debe la feligresía al párroco o a los que trabajan con él en
el ministerio solo se hace efectiva si somos capaces de remontarnos del signo a
la realidad, es decir, la obediencia al párroco no se demanda por razones
afectivas (si me cae bien o me cae mal) sino porque representa a Cristo-Pastor
en la comunidad. La obediencia, por tanto, se tiene en cuanto éste exponga la
fe y la moral de la Iglesia en comunión con ella y nunca con las opiniones y
gustos personales de los mismos.
La segunda parte de esta frase debe
entenderse en la misma perspectiva: el cuidado de la grey, aunque a veces
cueste, no se realiza en virtud de la bondad o maldad de la gente que forme la
grey sino que en la pequeña feligresía se contiene el germen de toda la Iglesia
universal, de ahí que cuando el párroco vela con solicitud por cada niño, cada
joven, cada adulto, cada anciano, cada enfermo, está cuidando a los niños, jóvenes,
adultos, ancianos y enfermos de toda la Iglesia. Aquí también hay que saber
remontarse del signo a la realidad: la parroquia es signo concreto de la
Iglesia universal, santa y católica. En este sentido se hace real la vivencia
de la estructura sacramental de la Iglesia.
3. La cura de almas: es la
labor fundamental del sacerdote encargado de una parroquia o que trabaja en
ella cooperando con otros presbíteros. Los tres formularios en conjunto
concretan en qué consiste este cuidado de las almas (= personas en su totalidad):
1. Predicación: el ministro debe
preparar la predicación y estar pronto para acometer esta importante labor pues
para ello cuenta con la fuerza del Espíritu Santo; 2. Hacer el bien: es una tarea de todo cristiano pero en un párroco reviste
una especial importancia, pues el ministro debe destacarse por una caridad
sincera y generosa con todos por igual y sin acepción de personas; 3. Celebrar los misterios: tarea primera,
principal e ineludible de los ministros. Como dijimos en páginas anteriores, esto
es lo único que pueden hacer los sacerdotes y nadie más[7].
La celebración litúrgica debemos entenderla como un servicio, tal como este
formulario propone al hablar de “administrar los misterios”, “administrador de
la gracia”, o similares; 4. Servir a la
Iglesia: que es la dimensión totalizante de la vida del ministro ordenado
porque es la que aglutina todo lo anterior. El presbítero debe estar siempre
dispuesto a llevar a cabo toda aquella encomienda de la Iglesia para edificar y
guiar hasta la plenitud al Pueblo de Dios.
4. Participación del sacerdocio
de Cristo: este es un principio de toda vivencia del sacerdocio. Todo parte
de aquella oración pronunciada sobre nosotros en el día de la ordenación: “conforma tu vida con el misterio de la cruz
del Señor”[8]. Este aserto, aunque breve
y conciso en su formulación, contiene una densidad teológica que el formulario
de la misa que comentamos puede ayudarnos a escrutar. Generalmente cuando se plantea
el tema de la participación en el sacerdocio de Cristo tiende a acentuarse la
dimensión del “poder sacerdotal”, es decir, la capacitación de la gracia para
confeccionar eficazmente los sacramentos, y en especial la misa. Pero la
participación con Cristo, sin negar lo anterior, va más allá de la “potestas
ordinis”; el ministro participa del sacerdocio de Cristo, ante todo,
existencialmente como víctima que se ofrece en sacrificio. El ministro ordenado
es vivencia concreta, personal y singular de aquello que san Pablo exhorta a
todos los cristianos: “que
presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios; este
es vuestro culto espiritual” (Rom 12, 1).
El misterio de la cruz del Señor es
un misterio de amor, de entrega, de sacrificio, de víctima viva. Y aquí es
donde el párroco se juega el todo de su sacerdocio y de su ministerio. Para ser
buen olor de Cristo hemos de abrasados por el carbón de la entrega como el
incienso es abrasado por los carboncillos del incensario y así desprende un
aroma suave y agradable. Así como la vela que alumbra al Santísimo se consume
gritando a todos que Jesús está aquí, el ministro ordenado debe gastar su vida consumiéndose
en hacer presente a Cristo en medio de la comunidad parroquial.
Así pues, en conclusión, qué
importante es la labor del párroco en medio de la parroquia o de cualquier
comunidad cristiana. Y, por ello, cuánto más importante será rezar por aquellos
que tienen el encomendado el ministerio sacerdotal para edificar la Iglesia y
guiarla hasta el día de Cristo, mediante la celebración de la santa misa y de
los sacramentos y el ejercicio generoso de la caridad pastoral. Ánimo y recen
por sus párrocos.
Dios te bendiga
[1] GeV 774
y GeA 2108.
[2] Ve 997.
[3] Ve 1003.
[4] GeH 703.
[5] Ve 999.
[6] GeV 776
y GeA 2110.
[7]
Ciertamente puede haber celebraciones litúrgicas que puedan celebrarla los
laicos pero siempre de manera delegada y en casos excepcionales, no de
ordinario.
[8] cf.
Pontifical Romano, ordenación de presbíteros, 163.
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