MISA POR EL CONCILIO O EL SÍNODO
I. Misterio
En los últimos post hemos hablado del Papa, del
obispo, de cómo se elige un Papa y de cómo se elige un obispo; ahora vamos a
tratar sobre una forma de ejercer el gobierno en la Iglesia: se trata de una
forma colegial que puede revestir diversas categorías según sean sus sujetos,
esto es, el Concilio y el Sínodo.
1.
El Concilio
Es una institución de gobierno que
ocupa un lugar eminente en la historia de la Iglesia. Según la común opinión,
el primer concilio fue celebrado en Jerusalén, en torno al año 49 (cf. Hch 15).
En los primeros siglos, las palabras concilio o sínodo designaban lo mismo. Los
concilios pueden ser de tres tipos[1]:
1. Concilio
ecuménico: reunión asamblearia del Papa (bien él o bien su representante)
con los obispos del mundo entero. Se llaman ecuménicos no por su número de
participantes sino por la recepción universal de sus decisiones.
2. Concilio
provincial: cuando se reunían los obispos de las antiguas provincias
romanas, pero hoy sería de una provincia eclesiástica bajo la presidencia del
metropolitano. No son usuales.
3. Concilio
nacional: reuniones de obispos convocadas por un rey que tenía por objeto
la congregación de los obispos de una nación o de su reino. Estos concilios
equivaldrían hoy a las conferencias episcopales.
Elaborar la historia de los Concilios excedería al
propósito de nuestro trabajo pero creo que puede ser interesante, sobre todo
para el lector menos informado, presentar una somera lista de los Concilios
ecuménicos[2]:
Ciudad del Concilio
|
Año
|
Tema y doctrina
|
Nicea
|
325
|
Consustancialidad del Padre y
del Hijo.
|
Constantinopla
|
381
|
Divinidad del Espíritu Santo.
|
Éfeso
|
431
|
Maternidad divina de María.
|
Calcedonia
|
451
|
Dos naturalezas en la única
persona de Cristo.
|
Constantinopla II
|
553
|
Fijación de cinco patriarcados
de la Iglesia.
|
Constantinopla III
|
680-681
|
Dos voluntades de Cristo.
|
Nicea II
|
787
|
Doctrina del culto a las
imágenes.
|
Constantinopla IV
|
869-870
|
Puso fin al cisma de Focio.
|
Lateranense[3]
I
|
1123
|
Sancionó el concordato de Worms.
|
Lateranense II y III
|
1139
|
Sancionó la herejía cátara y
albigense.
|
Lateranense IV
|
1215
|
Entre otros, la
transubstanciación.
|
Lyon I
|
1245
|
Enfrentamiento entre el papa
Inocencio IV y el emperador Federico II.
|
Lyon II
|
1274
|
Quiso la unión con los griegos
y fin del cisma de Oriente
|
Vienne
|
1311-1312
|
Presiones del rey Felipe el
Hermoso de Francia para la extinción de los Templarios.
|
Constanza
|
1414-1418
|
Puso fin al cisma de occidente.
|
Basilea
|
1431-1449
|
Derivó en conciliábulo sin
legitimidad.
|
Florencia
|
1439
|
Concilio unionista con los
griegos por la bula Laetentur Caeli.
Pero no se consiguió la unión definitiva.
|
Lateranense V[4]
|
1512-1517
|
Disciplina eclesiástica
|
Trento
|
1545-1565
|
Reforma de la Iglesia frente a
la herejía luterana.
|
Vaticano I
|
1869-1870
|
La relación fe-razón y la
infalibilidad del Papa.
|
Vaticano II
|
1962-1965
|
Puesta al día de la Iglesia. Un
Concilio eminentemente pastoral.
|
2.
El Sínodo
El Código de Derecho Canónico define un sínodo con
estas palabras: “asamblea de sacerdotes y
de otros fieles escogidos de una Iglesia particular, que prestan su ayuda al
Obispo de la diócesis para bien de toda la comunidad diocesana” (cf. c.
460). Etimológicamente, esta palabra es de origen griego, formada por la unión
de dos palabras: la preposición “sýn” (= con) + el sustantivo “odon” (=
camino), esto es, camino conjunto o caminar junto a otro. Es una de las
instituciones eclesiales de gobierno más antiguas de la Iglesia. Nacen en el
momento en que los concilios provinciales dejan de celebrarse, alrededor del s.
IX. Al principio eran presididos por los obispos, quienes se reunían con el
clero y abades, aunque pronto comenzaran a estar tutelados por laicos de la
nobleza territorial.
Un sínodo no tiene fuerza legislativa. Siembre tuvo
una índole consultiva, un órgano para un mejor gobierno del obispo, quien es el
único que puede convocarlo cuando las circunstancias lo aconsejen, tras haber
oído al consejo presbiteral (cf. c. 461). Una vez convocado e inaugurado, todas
las propuestas se someterán al libre discusión de la asamblea sinodal (cf. c.
465). Una vez aprobadas y admitidas y confirmadas por el obispo diocesana,
único legislador (cf. c. 466), se trasladarán las decisiones a instancias
superiores (metropolitano, Conferencia episcopal) para su conocimiento y
aprobación (cf. c. 467). Si una sede quedara en sede vacante, los trabajos del
sínodo se interrumpirían hasta que el nuevo obispo decidiera continuarlo o no
(cf. c. 468).
II. Celebración
Analicemos, ahora, el formulario de esta misa. En primer
lugar, destacamos que se ofrecen dos oraciones colectas alternativas (que
examinaremos a continuación), más las oraciones sobre las ofrendas y la de
postcomunión. En segundo lugar, esta misa solo puede celebrarse lícitamente
cuando la Iglesia se encuentra en estado de Concilio o de sínodo siempre que no
sea ningún domingo de Adviento, Cuaresma, Pascua o solemnidades. Para esta
misa, el formulario indica usar el prefacio II del Espíritu Santo con lo cual
debe ir acompañado de las plegarias eucarísticas I, II o III. Pero también
puede usarse la plegaria I para diversas necesidades. Esta misa se hace con
ropas del color del día (morado, verde o blanco).
Respecto de las oraciones colectas que se ofrecen
hemos de indicar que la colecta A es de nueva creación y está centrada en
impetrar los dones del Espíritu Santo para que las resoluciones de las
asambleas conciliares o sinodales sean conforme a la voluntad de Dios y sean
aceptadas por el pueblo como tales. La colecta B, por el contrario, está ya en
la tradición litúrgica precedente[5]
aunque actualmente ha sido matizada en algunas de sus expresiones. En este
texto se recuerda que es Dios quien cuida y gobierna al pueblo y que el concilio
o el sínodo no es otra cosa sino un acto de gobierno que debe estar asistido
por los dones del Espíritu Santo, y que el fin de estas sesiones no es otro que
el de conducir al pueblo a la verdad y a la santidad. Es una oración cuyo
sustrato bíblico es 1Tim 2, 4 “…y lleguen
al conocimiento de la verdad”.
La oración sobre las ofrendas es de nueva creación y
pide la la luz del Espíritu Santo y para ello usa expresiones bíblicas de la
Sabiduría (cf. Sab 9, 10-11) con el fin de ser fieles a las inspiraciones
divinas. La oración de postcomunión, también es de nueva creación, y pide como
don especial el ser confirmados en la verdad y buscar la gloria de Dios en los
decretos y constituciones conciliares o sinodales.
Respecto a los textos bíblicos, este formulario usa
para la antífona de entrada una cita de la Carta del apóstol san Pablo a los
Colosenses (Col 3, 14-15) que nos recuerde que lo que une a los miembros de la
Iglesia es el amor de Dios y la paz de Cristo y esto es lo que debe prevalecer
sobre las diferencias y discrepancias que puedan sucederse a lo largo de las
sesiones. Para la antífona de comunión no se ha echado mano de ningún versículo
bíblico sino un verso del himno “Ubi
Caritas” en que nos llama a la unidad en el amor, donde esta Dios.
III. Vida
Cuando la Iglesia, bien sea la
universal bien cualquiera particular, entra en un periodo de concilio o sínodo,
el ambiente tiende a enrarecerse, los ánimos a exaltarse, las opiniones vienen
y van y la información de los medios no contribuyen demasiado a pacificar el
entorno. De ahí que los textos litúrgicos lo primero que hagan sea recordarnos
que Dios es el guía, cuida y gobierna al pueblo en última estancia; esto debe
llevarnos a afrontar estas situaciones excepcionales en la Iglesia con gran paz
y confianza en Él. El Espíritu Santo es quien ilumina a la Iglesia en estos
momentos y no va a permitir, como no ha permitido nunca, que su Iglesia sea
asediada por ideas peregrinas que van tan en contra del Evangelio como a favor
de los criterios del mundo.
A poco que observemos los textos,
nos daremos cuenta de que indirectamente es una misa del Espíritu Santo, pues constantemente
las súplicas piden la asistencia de Éste para que con su gracia septiforme
ilumine a los padres conciliares y sinodales en sus decisiones de tal manera
que en todo agraden a Dios. Los dones demandados para el buen ejercicio del
gobierno de la Iglesia son, en concreto, el de inteligencia, sabiduría, verdad
y paz. El de inteligencia para que sus conciencias sean iluminadas por la luz
de la fe y la revelación; el de sabiduría para discernir lo que es de Dios y lo
que es propio de la mundanidad rampante y acechadora desde hace siglos; el don de
la verdad que no es otra cosa sino seguir los preceptos evangélicos y el legado
de la Tradición apostólica; y el don de la paz que tiene que habitar en el
corazón de cada uno de los asistentes para salvar siempre la fe que les une sobre
las divergencias de comprensión de fe que les separa. Así pues, los conciliares
o sinodales deben ser sumamente dóciles a las inspiraciones divinas para que
todo sea según el querer de Dios.
Pero aunque algunos tengan la
responsabilidad del gobierno o de ofrecer consejos oportunos, el resto del
pueblo de Dios tenemos también un papel fundamental en estos procesos
legislativos tal como nos lo recuerda los textos litúrgicos de esta misa: en
primer lugar, nos toca conocer la Verdad y para ello es fundamental saber
discernir lo que es de Dios de lo que es producto de la intoxicación mediática.
Pero ¿cómo? Conociendo nuestra fe, la fe de la Iglesia recibida en el Bautismo
que es la que da gloria y agrada a Dios, fin último del hombre en este mundo y objetivo
primero de todo lo que salga del concilio o el sínodo y aquello que no
contribuya a esto lo mejor es desecharlo por mucho que pudiera satisfacernos a
nosotros.
A los más de cincuenta años del último
concilio habría que preguntarse cuánto de lo anterior se ha dado. Y el mejor
momento es ahora que ha pasado un tiempo suficiente donde ya no hay las
tensiones posconciliares de entonces. A lo largo de estos cincuenta años, ¿hemos
dado gloria a Dios y agradado en todo a nuestro Señor? ¿Qué balance serio hemos
hecho? ¿En qué estado se ha encontrado la Iglesia en estos años? El ecumenismo,
las vocaciones, la fe de las sociedades y las naciones ¿En qué estado se halla?
Pero… y las iglesias particulares
que han celebrado sus respectivos sínodos o están enfrascados en ellos ¿Cómo lo
están llevando a cabo? ¿Qué resultados les esta dando las diversas resoluciones?
Hagamos, pues, balance de todo lo positivo y
negativo de estos años para saber, en verdad, en qué punto estamos y adónde
queremos ir.
Dios te bendiga
[1] cf. J. Orlandis, Historia
de las instituciones de la Iglesia Católica (EUNSA, Pamplona 20052)
76.
[2] Datos sacados de J. Orlandis, 78-85.
[3] Palacio de Letrán, catedral de
Roma, sede del Papa.
[4] Lo añado de D. Abadías, Breve historia de los concilios ecuménicos (CPL 2017) 137.
[5] GrH 824; MR1570 [432]
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