miércoles, 15 de febrero de 2017

LITURGIA Y ENFERMEDAD (II)



Oración colecta
            El misal de Pablo VI ofrece dos colectas: la primera es de nueva incorporación mientras que la segunda está tomada del eslabón precedente, es decir, del misal de Pio V reformado por san Juan XXIII, de la misa por los enfermos. De momento veremos la oración tradicional, la colecta primera la estudiaremos más adelante.

«Dios y Señor nuestro, salvación eterna de cuantos creen en ti, escucha las oraciones que te dirigimos por tus hijos enfermos; alívialos con el auxilio de tu misericordia para que, recuperada la salud, puedan darte gracias entre tu Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo».
Esta oración tradicional recoge varios aspectos:
1. La salvación está ligada a la creencia en Dios: un dato de fe tradicional en la Iglesia y mantenido siempre por ella. "Creed en Dios y creed también en mi" dice el Señor en su evangelio (Jn 14, 1). Para la salvación es necesaria la fe. Pero no una fe cualquiera, sino una fe de adhesión personal a Dios y a Jesucristo. 
2. El objeto de la petición son los enfermos: ellos son objeto de predilección por parte de la Iglesia. No se especifica qué tipo de enfermos, sino que el concepto es amplio para que abraque tanto a los que sufren en su cuerpo como a los que padecen problemas psíquicos.  
3. El “auxilio de tu misericordia” es el nombre con el que se identifica la gracia que demandamos a Dios por ellos: idea que, si ustedes recuerdan, ya se expuso en el artículo anterior. La primera palabra de la antífona de entrada vuelve a traerse aquí como una gracia especial que ha de amainar los dolores de la enfermedad.  
4. El final de la oración es un tanto ambiguo: la expresión “puedan darte gracias entre tu Iglesia” puede ser interpretado negativamente como si la enfermedad apartase de la comunidad o bien, y creo que esta es la más correcta, deberíamos entender la expresión iglesia como asamblea litúrgica.
Oración sobre las ofrendas
«Oh Dios, bajo cuya providencia transcurre cada instante de la vida, recibe las súplicas y oblaciones que te ofrecemos por nuestros hermanos enfermos, para que, superado todo peligro, nos alegremos de verles recobrar la salud. Por Jesucristo nuestro Señor».
Tomada de la misa por los enfermos del misal romano de 1570. La invocación del nombre de Dios va acompañada por el atributo divino “providencia”. Nuestra vida no está determinada por los hados ni por la casualidad ni por el azar; sino por el gobierno amoroso del Padre eterno. Y esto es fuente de consuelo y esperanza pues indica que no estamos expuestos a un futuro incierto y descorazonado sino que caminamos hacia un horizonte eterno y mejor.
Los dones que se presentan en el altar tienen como fin no solo el trueque eucarístico, es decir, la conversión del pan y el vino en Cuerpo y Sangre del Señor; sino la salvación integral de los enfermos. Esa salvación integral se realiza en la medida en que el enfermo es asociado a la obra redentora del Salvador que se actualiza en el altar. 
Oración después de la comunión
«Oh Dios, singular protector en las enfermedades, muestra el poder de tu auxilio con tus hijos enfermos, para que, aliviados por tu misericordia, vuelvan sanos y salvos a tu santa Iglesia. Por Jesucristo nuestro Señor».
Tomada, también, de la misa por los enfermos del misal romano de 1570. Dios es denominado ahora como “singular protector en las enfermedades”. La idea de protección va unida a la de providencia de la oración anterior. Dios es protector, no en la medida en que defiende, porque a veces consiente; sino en la medida en que vela y cuida de sus hijos.
Vuelven a repetirse dos ideas de la oración colecta de 1570: 1. La misericordia como gracia especial y 2. La vuelta a la Iglesia. En esta última idea repetimos lo dicho anteriormente: debemos entender la asamblea litúrgica y no la Iglesia como límites geográficos o demográficos.
Conclusión
En conclusión, de estas oraciones es interesante hacer una recapitulación de los atributos divinos: "salvador", "providente" y "protector". Estos tres atributos volcados hacia los enfermos presentan una imagen de Dios-samaritano que puede iluminar mucho la vivencia de la enfermedad. Dios quiere salvar a su hijos enfermos con su cuidado y providencia.
La enfermedad no es ningún sin sentido ni un castigo divino por algún anónimo pecado del pasado. No. La enfermedad, vivida desde la lógica de Dios, puede ser un don. Comprendo que esto es escandaloso, pero desde la experiencia que uno tiene de un familiar enfermo cercano creo que podré explicarlo.
La enfermedad es un don en la medida en que entra, en virtud de la providencia divina, dentro del designio salvífico que Dios tiene para nosotros. Una enfermedad puede contribuir muy eficazmente a la salvación personal o de otro cuando es aceptada y vivida como un don, como un gesto de amor, como un regalo y oportunidad que Dios nos da para cooperar en la obra de la redención. Así lo han vivido los santos y así es como deberíamos vivirlo los cristianos.
La enfermedad puede aportarnos la grandeza de alma, la generosidad de corazón para con Dios. Saber que somos protegidos, esto es, cuidados por Dios, infunde esperanza y confianza en el corazón. Así pues, la providencia y la protección son las formas en las que Dios concreta su acción salvadora en nosotros tanto por medio de la enfermedad como por medio de aquellos que están cerca de los enfermos. Pero de los cuidadores y acompañantes de enfermos hablaremos otro día.
                                                        Dios te bendiga

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