domingo, 24 de diciembre de 2017

HOY LA SALVACIÓN NACIÓ EN NUESTRA TIERRA


HOMILÍA DE LA SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO


Queridos hermanos en el Señor:

«Hoy una gran luz ha bajado a la tierra». Hermanos, en primer lugar, desearos “felices pascuas del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo”.  La liturgia hoy de hoy nos presenta un misterio a considerar que es fuente para el resto de misterios cristológicos que se suceden a lo largo del año. Hermanos, hoy celebramos el día santo del nacimiento del Hijo de Dios según la carne. Hoy se nos invita a contemplar la tierna escena del portal de Belén y, ante ella, reflexionar sobre la grandeza del amor de Dios con respecto a nosotros, los humanos.

Las lecturas que acabamos de proclamar pueden ayudarnos en esta meditación. Isaías expresaba gran alegría por un mensajero que llega para anunciar la paz, traer la Buena Nueva, pregonar la victoria, y gritar la victoria de Dios. Pero… ¿Qué victoria? ¿Cómo podemos hablar de victoria si contemplando el pesebre, lo único que nuestros ojos ven es un mundo de pobres y marginados sociales, de una familia que tiene que refugiarse en un establo porque no había sitio para ellos en la posada? Pues bien, realmente podemos cantar la victoria de Dios porque esta se realiza en favor de Israel, es decir, en favor de todos aquellos que esperaban que Dios viniera a visitarlos. Con razón el profeta podrá decir: «porque ven cara a cara al Señor». Y es que, hermanos, la Navidad es volver a ver a Dios cara a cara, al Dios humanado, al Dios que condesciende con nosotros, al Dios que toma nuestra naturaleza humana sin repugnancia y sin asco para hacerse “uno de tantos”.

La Navidad nos sitúa, de nuevo, en diálogo con Dios. El mismo que, como nos recordaba la carta a los Hebreos, tantas veces y de distintas formas quiso hablar con los hombres a través de mediaciones humanas o acontecimientos, ahora quiere hablar con nosotros, como quien habla con un amigo (cf. Ex 33, 11). Y lo hace, no por medio de grandes manifestaciones o de lenguajes arcanos o desconocidos, sino por medio de una Palabra que toma carne y rostro humano, una Palabra que se hace niño, que se hace bebé, en palabras de Benedicto XVI “el Verbo se ha abreviado”.


Y para desconcierto de los poderes del mundo, ha sido en la candidez, humildad y ternura de un bebé como Dios ha querido venir a los suyos, a su casa. Como Dios quiere seguir siendo luz y vida de los hombres y mujeres que poblamos la tierra. Es una Palabra que nos invita a entrar en comunión con la divinidad. Mirar al niño de Belén es mirar la eternidad. De nuevo se hace realidad la idea de que la eternidad ha irrumpido en el tiempo, la historia humana es ahora la historia de los pasos de Dios con ella. Mirar al niño de Belén es mirar la noble sonrisa de Dios, es mirar a la misma divina debilidad.

Pero la Liturgia, además, nos recuerda que esto no es un acontecimiento del pasado, sino del presente, del HOY con mayúsculas, del hoy eterno de Dios. Expresiones como “hoy una gran luz ha bajado a la tierra” “Tú eres mi hijo yo te he engendrado hoy” “aquel que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana”, “hoy nos ha nacido el Salvador”, “el misterio santo que hoy celebramos”, nos invitan a considerar el verdadero sentido de la Natividad, que no lo dan ni los turrones, ni los regalos, ni las compras, ni las cenas, ni la ausencia de seres queridos, sino el nacimiento de Jesucristo según la carne.

Porque, hermanos, nosotros, los cristianos no celebramos el nacimiento del dios sol, ni de una energía, ni de una fuerza universal, ni de un “algo tiene que haber”, nosotros celebramos a una persona, a Jesucristo, encarnado, humanado en el seno virginal de María a quien  se dirigen en último término nuestras miradas al contemplar el portal de Belén. A ella, a la puerta de Dios en el mundo elevamos nuestros ojos y nuestro pensamiento y la felicitamos en este día grande de fiesta. Alégrate, Virgen María, porque nos has traído la salvación, guárdanos a todos en tu corazón. Así sea.

Dios te bendiga

sábado, 23 de diciembre de 2017

ERO CRAS, MAÑANA ESTARÉ


HOMILÍA DEL IV DOMINGO DE ADVIENTO



Queridos hermanos en el Señor:

«Alégrate, María». Hermanos, estas palabras del Ángel Gabriel a nuestra Señora cruzan, como un rayo, los incesantes ciclos de la historia humana hasta nuestros días porque en estas palabras se unen el pasado, el presente y el futuro. En María hallan cumplimiento las antiguas profecías como la que hoy acabamos de oír en boca del profeta Natán al rey David: cuando éste quiere construir una casa al Señor, Dios sale al paso y le bendice diciendo que a cambio Él le dará una descendencia que “durará para siempre”, las mismas palabras que el Ángel referirá a María en la Anunciación: «le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». De este modo Jesucristo entra a formar parte de la continuidad histórica del pueblo de Israel. En Jesús vuelve a concretarse el actuar de Dios: es el Dios vivo, el Dios de la historia, el Dios siempre atento y cercano a su pueblo, el Dios que no se desentiende de nosotros sino que nos ama a cada uno de nosotros, apasionadamente.

Pero con María también se produce el presente. Con ella ha llegado la plenitud de los tiempos, el momento oportuno para la revelación «del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos» como nos recordaba San Pablo. Ha llegado, por tanto, hermanos, el tiempo de la manifestación del Señor, ya está llegando el esperado de los siglos. Jesucristo, Nuestro Señor, ya ha sido fecundado en las purísimas entrañas de María por la acción del Espíritu Santo que la cubre con su sombra. Que expresión tan bella y tan profunda para describir el misterio de la acción todopoderosa de Dios “cubrir con su sombra”. 

Esta misma expresión la hayamos al inicio de la creación cuando el Espíritu aleteaba sobre las aguas y lo fecundaba todo, el mismo espíritu que aparecerá fecundando las aguas del Jordán en el Bautismo del Señor, el mismo Espíritu que un momento fecundará el pan y el vino haciendo de ellos cuerpo y Sangre de Cristo. Así lo diremos en la oración sobre las ofrendas “El mismo Espíritu, que cubrió con su sombra y fecundó con su poder las entrañas de María, la Virgen Madre, santifique, Señor, estos dones que hemos colocado sobre tu altar”.


Por último, María nos proyecta hacia el futuro: el que va nacer dentro de poco lo hace para salvarnos. La profecía del Gabriel a María conlleva el anuncio «reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Para que esto se cumpla es necesario que el Niño Mesías pase por la ignominia de la Cruz. Nacer, morir y resucitar forman un todo y son el paso previo para ser exaltado a la derecha de Dios en lo más alto del cielo y así reinar para siempre. En el niño que ha de nacer, como vemos, se concentran todos los misterios que luego se desplegarán a lo largo de su vida. Esta proyección hacia el futuro nos muestra la única misión de María, la misión más elevada y más humilde, la más excelsa y la más cotidiana, la misión de ser para siempre “la esclava del Señor”, en otras palabras, la Hija de Sión que se alegra por su Rey.

Permitidme, como llevo haciendo todos estos domingos de Adviento que os vuelva a proponer una oración para interiorizar y meditar el contenido que se destila de las lecturas de hoy:

«Cantamos eternamente tu misericordia, Señor, porque en el Misterio de la Virgen Madre se cumplen las profecías dadas a David y su linaje: Cristo Jesús, el eterno misterio escondido, ahora se nos manifiesta gloriosamente confirmándonos en la obediencia de la Fe. La misma obediencia que profesó la Esclava del Señor, que virginalmente concibe en su seno al Hijo del Altísimo. Haz pues, Señor, que el mismo Santo Espíritu que obró estos prodigios  entonces, venga hoy a nosotros y nos cubra con su sombra para que, también en nosotros nazca la imagen del Hijo de Dios que se nos dio en el Bautismo. Amén».

Dios te bendiga

viernes, 22 de diciembre de 2017

DOMINGO IV DE ADVIENTO





Antífona de entrada

«Cielos, destilad desde lo alto; nubes derramad al Justo; ábrase la tierra y brote al Salvador». Tomada del libro del profeta Isaías, capítulo 45, versículo 8. Por las primeras palabras de esta antífona en latín, esta misa recibe el nombre de “Missa Rorate Caeli”. Por el tenor literal de los textos que conforman este formulario podemos decir que se trata de un domingo mariano, ya que está centrado en el misterio de la Encarnación en lo que a María, la Virgen-Madre, le compete. Descubriremos en estas oraciones la forma en que María recibe el anuncio del Ángel y la gracia del Santo Espíritu.

Esta antífona ha recibido importantes interpretaciones durante la patrística entendiendo la expresión “tierra” como imagen de María Virgen. “Cielos” hace referencia al espacio divino, donde Dios habita. Allí está el trono de la gracia y la omnipotencia divina; “destilad desde lo alto; nubes derramad al justo” doble imagen para expresar la acción de Dios hacia los hombres, que siempre es descendente, catabática. En este caso, hacen referencia al poder del Espíritu Santo que baja al seno de María, “la tierra”. El vientre de la tierra hace germinar los frutos que dan vida y prosperidad al pueblo, del mismo modo que el vientre de María ha hecho brotar el fruto que trae la salvación al mundo. La gran bendición de Dios al mundo será el mismo Jesucristo.

Oración colecta

«Derrama, Señor, tu gracia en nuestros corazones, para que, quienes hemos conocido, por el anuncia del ángel, la encarnación de Cristo, tu Hijo, lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo». Tomada del sacramentario gregoriano del papa Adrián (s. X) y presente en el misal romano de 1570. Quizá esta oración nos suene a todos puesto que es la que tradicionalmente se reza al final de la oración del “Angelus”. Esta oración, al parecer, tiene sus orígenes en san Ambrosio de Milán, o al menos, en una liturgia occidental fuera de la romana.

A poco que observemos, nos daremos cuenta de que esta oración va haciendo de manera sintética y lírica, un recorrido por los misterios de la vida de Cristo. Pero no se trata de una concatenación de hechos a se, sino en lo que nos afecta a nosotros: “hemos conocido”, “lleguemos”. Es una oración centrada en la dimensión subjetiva de la Redención.

Oración sobre las ofrendas

«El mismo Espíritu, que colmó con su poder las entrañas de santa María, santifique, Señor, estos dones que hemos colocado sobre tu altar. Por Jesucristo, nuestro Señor». Tomada del sacramentario gelasiano de Angoulenme (s. IX) con algunas modificaciones. Por la amplitud de términos epiclépticos, que veremos a continuación, y la concisión de su literalidad, parece ser que esta oración tiene sus raíces en la liturgia ambrosiana.

La oración establece un paralelismo entre las entrañas de la Virgen María y los dones colocados en el altar, esto es, el pan y el vino. Sobre ambos actúa un mismo Espíritu, una misa fuerza del cielo y una misma fecundación bajo la sombra del mismo.

La sombra es una imagen muy común en la Biblia para expresar la acción del Espíritu. Cubrir con la sombra implica que es el Espíritu el que fecunda algo. Algunos textos significativos son Gn 1, 2b “el espíritu de Dios aleteaba por encima de las aguas”; Sal 63 (62) “y a la sombra de tus alas canto con júbilo”; Sal 91 (90) “que vives a la sombra del omnipotente”; Mt 17, 5 “una nube luminosa los cubrió con su sombra” Lc 1, 35 “el poder del altísimo te cubrirá con su sombra”. De estas citas podemos sacar un significado importante para nuestra vida cristiana: dejar, también nosotros, que el Espíritu Santo nos cubra y nos fecunde, que su acción sea fecunda en nosotros. Esta es una gracia que hemos de pedir, la fecundidad de nuestra oración y de nuestra vida apostólica y cristiana dependen de la acción de Dios en nosotros y nunca de nosotros mismos.

Antífona de comunión

«Mirad: la Virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel».Tomada del libro del profeta Isaías, capítulo 7, versículo 14. “Enmanuel” es un nombre hebreo que significa “Dios (el) con (ma) nosotros (nu)”. En este momento de la celebración eucarística, esta antífona no solo es un recuerdo de la profecía que en unos días se cumplirá, sino la actualización mística de la presencia de Dios en medio de su pueblo por medio de las especies sacramentales.

El “Dios con nosotros” es una gracia inmerecida que Dios nos hace por medio de la acción del Espíritu, como se vio en la oración sobre las ofrendas. Como con  el rey Ajaz, quiere ser, otra vez, una prueba de que Él está de nuestra parte y quiere seguir acompañando a su pueblo, la Iglesia, peregrina en este mundo.

Oración para después de la comunión

«Dios todopoderoso, después de recibir la prenda de la redención eterna, te pedimos que crezca en nosotros tanto fervor para celebrar dignamente el misterio del nacimiento de tu Hijo, cuanto más se acerca la gran fiesta de la salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor». De nueva incorporación al misal de Pablo VI. Ante las inmediatez de la Navidad, parece que esta oración quiere exhortarnos a apresurar la preparación a estas fiestas pascuales. Los pecados de la vida vieja debe ceder el paso al fervor que nuestro corazón va sintiendo por el pronto nacimiento del Señor.

Visión de conjunto


Durante esta última semana comprendida entre el 17 y el 24 de diciembre hemos ido rezando en la antífona del cántico evangélico de Vísperas, el Magníficat, una serie de versos que comenzaban por el monosílabo exclamativo “¡oh!”. Veamos en este breve artículo qué son, qué significan y cómo están compuestas las famosas Antífonas de la “O”. He aquí las antífonas:

17 diciembre
O Sapientia, quae ex ore Altissimi prodiisti,
attingens a fine usque ad finem,
fortiter suaviterque disponens omnia:
veni ad docendum nos viam prudentiae.

Oh, Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo,
abarcando del uno al otro confín,
y ordenándolo todo con firmeza y suavidad:
ven y muéstranos el camino de la salvación.

18 diciembre
O Adonai, et Dux domus Israel,
qui Moysi in igne flammae rubi apparuisti,
et ei in Sina legem dedisti:
veni ad redimendum nos in brachio extento.

Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel,
que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente
y en el Sinaí le diste tu ley:
ven a librarnos con el poder de tu brazo.

19 diciembre
O Radix Jesse, qui stas in signum populorum,
super quem continebunt reges os suum,
quem Gentes deprecabuntur:
veni ad liberandum nos, jam noli tardare.

Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos;
ante quien los reyes enmudecen,
y cuyo auxilio imploran las naciones:
ven a librarnos, no tardes más.

20 diciembre
O Clavis David, et sceptrum domus Israel;
qui aperis, et nemo claudit;
claudis, et nemo aperit:
veni, et educ vinctum de domo carceris,
sedentem in tenebris, et umbra mortis.

Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel;
que abres y nadie puede cerrar;
cierras y nadie puede abrir:
ven y libra a los cautivos
que viven en tinieblas y en sombra de muerte.

21 diciembre
O Oriens,
splendor lucis aeternae, et sol justitiae:
veni, et illumina sedentes in tenebris, et umbra mortis.

Oh Sol que naces de lo alto,
Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia:
ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.

22 diciembre
O Rex Gentium, et desideratus earum,
lapisque angularis, qui facis utraque unum:
veni, et salva hominem,
quem de limo formasti.
Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos,
Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo:
ven y salva al hombre,
que formaste del barro de la tierra.

23 diciembre
O Emmanuel, Rex et legifer noster,
exspectatio Gentium, et Salvator earum:
veni ad salvandum nos, Domine, Deus noster.

Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro,
esperanza de las naciones y salvador de los pueblos:
ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.




Veamos algunos aspectos de las mismas. Cada antífona esta compuesta por cinco elementos que se repiten en cada una de ellas: una invocación, el título cristológico correspondiente, el desarrollo veterotestamentario, la súplica y la concreción teológica de la antífona

El 17 de diciembre: «Oh, Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín, y ordenándolo todo con firmeza y suavidad: ven y muéstranos el camino de la salvación».


Parte
Texto
Invocación
Oh
Título cristológico
Sabiduría,
SAPIENTIA
Desarrollo teológico-bíblico veterotestamentario
que brotaste de los labios del Altísimo,
abarcando del uno al otro confín,
y ordenándolo todo con firmeza y suavidad:
Súplica
Ven
Concreción-actualización de la súplica.
y muéstranos el camino de la salvación.



El 18 de diciembre: «Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley: ven a librarnos con el poder de tu brazo».


Parte
Texto
Invocación
Oh
Título cristológico
Adonai,
ADONAI
Desarrollo teológico-bíblico veterotestamentario
Pastor de la casa de Israel,
que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente
y en el Sinaí le diste tu ley:

Súplica
Ven
Concreción-actualización de la súplica.
a librarnos con el poder de tu brazo.



El 19 de diciembre: «Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos; ante quien los reyes enmudecen, y cuyo auxilio imploran las naciones: ven a librarnos, no tardes más».


Parte
Texto
Invocación
Oh
Título cristológico
Renuevo del tronco de Jesé,
RADIX JESSE

Desarrollo teológico-bíblico veterotestamentario
que te alzas como un signo para los pueblos;
ante quien los reyes enmudecen,
y cuyo auxilio imploran las naciones:

Súplica
Ven
Concreción-actualización de la súplica.
a librarnos, no tardes más.





El 20 de diciembre: «Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel; cierras y nadie puede abrir: ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte».


Parte
Texto
Invocación
Oh
Título cristológico
Llave de David
CLAVIS DAVID

Desarrollo teológico-bíblico veterotestamentario
y Cetro de la casa de Israel;
que abres y nadie puede cerrar;
cierras y nadie puede abrir:

Súplica
Ven
Concreción-actualización de la súplica.
y libra a los cautivos
que viven en tinieblas y en sombra de muerte.



El 21 de diciembre: «Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia: ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte».


Parte
Texto
Invocación
Oh
Título cristológico
Sol
ORIENS

Desarrollo teológico-bíblico veterotestamentario
que naces de lo alto,
Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia:

Súplica
ven
Concreción-actualización de la súplica.
ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.




El 22 de diciembre: «Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo: ven y salva al hombre, que formaste del barro de la tierra».


Parte
Texto
Invocación
Oh
Título cristológico
Rey
REX GENTIUM

Desarrollo teológico-bíblico veterotestamentario
de las naciones y Deseado de los pueblos,
Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo:

Súplica
Ven
Concreción-actualización de la súplica.
y salva al hombre,
que formaste del barro de la tierra.



El 23 de diciembre: «Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos: ven a salvarnos, Señor Dios nuestro».


Parte
Texto
Invocación
Oh
Título cristológico
Emmanuel,
EMMANUEL

Desarrollo teológico-bíblico veterotestamentario
rey y legislador nuestro,
esperanza de las naciones y salvador de los pueblos:

Súplica
Ven
Concreción-actualización de la súplica.
a salvarnos, Señor Dios nuestro.




En conjunto:


Siguiendo en orden ascendente del 17 al 23 la primera letra de los títulos cristológicos hayamos la respuesta del Señor a la insistente súplica de su Iglesia: “ERO CRAS”, estaré mañana. Y, efectivamente, el 24 de diciembre por la noche nacerá en un establo en Belén de Judá

E -mmanuel

R -ex

Oriens



Clavis

R -adix

A -donai

S -apientia

Os animo a todos a recibir la gracia de Dios en nuestra vida. Es Cristo el que viene a nuestra vida a colmarla de bendiciones. Abre tu corazón porque mañana estará ahí contigo.

Dios te bendiga