sábado, 27 de octubre de 2018

LOS HABITANTES DE LAS CUNETAS


HOMILÍA DEL XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO




Queridos hermanos en el Señor:



Acabemos de leer la crónica de un milagro. Un maravilloso e inesperado encuentro entre Jesús de Nazaret y un marginado social, un maldito por Dios con la supresión de la vista.



El ciego, cuyo nombre conocemos, vivía en la cuneta del camino. Pensemos un poco en este dato: ¿Qué hay en la cuneta de nuestros caminos rurales, de nuestras carreteras? En la cuneta se arroja lo que sobra, se encuentra lo que no se valora o no se necesita. La cuneta es el lugar de lo inútil. 



Hoy, en nuestro mundo, surgen y se crean muchas y variadas cuentas: vivimos en una sociedad del descarte, muy dada a arrojar el apelativo de "inútil" a todo aquello que no sirve para el progreso material de la sociedad. Las cunetas de hoy son: las exclusiones sociales, el aborto, la eutanasia, la precariedad laboral, etc.



Son cunetas donde se arroja como desperdicios: a los pobres, a los “sin techo”, a los niños por nacer o a los ancianos y enfermos que suponen más gasto que beneficios, a los pecadores. 



Hoy como ayer, esos mismos siguen gritando desde la cuneta como aquel ciego: «¡Jesús, Sálvanos!». El ciego sabía que no podía esperar nada de sus coetáneos, sabía que nada podía recibir de su mundo y de la sociedad.  Por eso su grito va más allá de lo humanamente posible, su grito clama a Dios, el único - que sabe- puede salvarlo. 



Hoy, comal ayer, esos habitantes de las cunetas vuelven a gritar a Dios con fuerza esperando a que su voz halle eco y hueco en la Iglesia, en la comunidad cristiana. Nosotros, ¿mandamos callar a estos o les damos voz?



Frente al ruido del mundo que busca ahogar el clamor de los habitantes de la cuneta, Jesús se eleva por encima de todo y, hoy, vuelve a decir: «Ven». Jesús está por encima de los cantos de sirena que buscan despistarnos y ensordecernos. Jesús llama sin importarle más que la dignidad de esa persona. 





"Soltó el manto, dio un salto y llegó a Jesús" en esta secuencia de verbos, se expresa el misterio de la liberación y redención del género humano: "soltar el manto" es despojarnos del vestido viejo del pecado; "dar un salto" es elevarse desde la postración y hundimiento del mal y del pecado; "llegar a Jesús" término y fin del camino. 



La llamada de Jesús a Bartimeo es una llamada liberadora, una acción redentora. Despierta alegría y salvación, esperanza de ser escuchados por Dios, ser atendidos por su misericordia, sin abolir nuestra libertad. Solo desde esta perspectiva se entiende la pregunta de Cristo "¿qué quieres que haga por ti?".



Cristo se lo preguntó al ciego, Cristo se lo pregunta a los pobladores de la cuneta y Cristo te lo pregunta hoy a ti. Para que pidas y hables sin miedo. Vemos que de la cuneta se puede salir. La cuneta de la vida no es para siempre. Pero hay que gritar a Dios y emprender el camino hacia él. Un camino que se transita por la via de la Fe. Y, precisamente, es lo que rescata y salva a Bartimeo de la cuneta: la fe en Dios. 



Desde la Fe podemos contemplar la vid de otra manera. Solo en la Fe encuentran hueco las voces de los miserables de las cunetas de nuestro mundo. Sin Fe no hay nada que hacer. Todo se cae y es estéril. 



Es la fe la que ilumina la vida del ciego. Es un camino de salvación, de libertad y de fe católica. Ánimo, hermanos, soltad el manto y saltad hasta Jesús, que nos espera siempre. Amén. 

Dios te bendiga


sábado, 20 de octubre de 2018

EN RESCATE POR MUCHOS

HOMILÍA DEL XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Queridos hermanos en el Señor:

Hoy vivimos en un mundo donde se da gran importancia al liderazgo: ser líderes de opinión, líderes de audiencia, líderes en youtube, líderes en el trabajo, en definitiva, buscamos el liderazgo en todo. Hoy estan, también, muy de moda los llamados "coach" o los "personal trainer". alguien que nos dice qué hacer, cómo actuar, qué vestir, y es que ante la inseguridad de la vida, enseguida buscamos quien nos dicte lo que hemos de decir y lo que creemos que nos conviene.

El Evangelio de hoy, a raíz de una atrevida petición de Santiago y Juan, nos ofrece una triple enseñanza sobre el liderazgo cristiano: en primer lugar, a un real seguidor de Cristo no se le ahorran sufrimiemtos en esta vida, más aún se le aseguran, y bastante desagradables, de ahí la imagen del cáliz y del bautismo que Jesús emplea en su respuesta. La segunda enseñanza es que el gozar del Reino de Dios no es algo que se consigue por méritos propios o como pago por un servicio, sino que es puro don y gracia del Padre eterno, dueño soberano de la Gloria. Y como tercera enseñanza encontramos el aserto (logion) del rescate: la misión de Jesucristo es la de dar su vida por la salvación de los hombres. Vemos pues, que Jesús hace suya la profecía de Isaias que leíamos en la primera lectura.

Jesús, ofreciendo su vida por la liberación de los hombres en manos del demonio, esta ejerciendo su oficio sacerdotal mostrando, así, su capacidad de compadecerse de nuestras debilidades, y para que alcanzaramos el trono de la gracia donde reside la misericordia y la gracia oportuna frente a la debilidad de la vida humana.

Así pues, el liderazgo cristiano que Jesús nos propone va más allá del mérito humano y de nuestras fuerzas, se trata de imitar su abajamiento a nuestro mundo y a nuestra flaquezas. Jesús confronta la actitud de los poderosos y jefes de la tierra que ejercen un liderazgo desde el dominio y la opresión, con respecto a los miembros de la Iglesia que deben ejercer su liderazgo desde el servicio y la humildad de saber que solo queremos servir a Cristo en los hermanos. Ell evangelista define el servicio de Cristo con dos palabras griegas bastante duras: "diakonos" y "doulos": la primera se refiere al servidor como tal, al que sirve las mesas, el que ejerce un oficio; la segunda palabra es aun más dura, pues se refiere al esclavo, al oficio servil, al que depende enteramente de la retribución y magnanimidad de su amo.

Pues bien, hasta este punto llega Cristo: el no quiere que sus seguidores se conformen con servir al prójimo como lo podría hacer cualquiera. No. El quiere que nuestro servicio sea real, generoso, incluso si llegara el momento de tener que dar la vida por la persona que menos se lo mereciera. Este evangelio que hemos leido, queridos hermanos, es una fuente de consuelo para nosotros por lo que Jesucristo está dispuesto a hacer por nosotros, pero es tambiñen una llamada al compromiso cristiano serio y radical. Consecuencia moral extrema de nuestro ser cristiano. Así sea.

Dios te bendiga 

sábado, 13 de octubre de 2018

ENTONCES ¿QUIÉN PODRÁ SALVARSE?


HOMILÍA DEL XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO



Queridos hermanos en el Señor:

"¿Quién podrá salvarse?" esta provocadora pregunta en labios de san Pedro es un reto y un desafio en esta sociedad consumista y hedonista en que estamos sumergidos. vivimos en un mundo en que las riquezas materiales, la sociedad del bienestar y los beneficios económicos marcan el afán diario y la razón de ser de todo cuanto se realiza desde la mañana a la noche.

Las lecturas de hoy pretenden ofrecernos una visión alternativa y mejor de la valoración del mundo y de las riquezas. Podemos decir que el Evangelio presenta un cuadro narrativo estructurado en tres fases: 1. Un dialogo entre Jesús y un señor rico; 2. Una enseñanza privada a los apóstoles y 3. Una promesa de futuro.

En la primera escena, Jesús es abordado por un hombre que tiene nobles aspiraciones: quiere entrar en el Reino de Dios, heredar la vida eterna. para ello, ha vivido su vida con gran tesón, ha cumplido escrupulosamente los mandamientos, ha sido fiel a Dios y, por tanto, no tiene nada que reprocharse. Tal es su situación, que tiene plena conciencia de haber agradado tanto a Dios que goza del mayor favor divino que pudiera un hombre tener: ser rico, estar bien provisto de bienes materiales sin escasez alguna. Pero en su interior sabe que todo eso no basta, que debe hacer algo más. De ahí su interpelación a Jesús, el "maestro bueno". Jesús, mirándolo con amor, (es interesante este matiz) le anima a invertir su escala de valores: déjalo todo, vende lo que tienes, cambia tu vida y sígueme.

Estas palabras hoy también son dirigidas a nosotros: a veces creemos que somos cristianos cumplidores y, aparentemente, sin nada que reprocharnos; sin embargo en nuestro interior siempre sentimos la voz de la conciencia que nos invita a algo más, a seguir con más pasión y radicalidad a Jesucristo. Cristo, en estos momentos de la historia, pide algo más de todos nosotros: quiere que le amemos y le sigamos. Aun en medio de dificultades.

Hacer lo contrario a esto generará en nosotros, como en aquel rico, un enfado interno y una tristeza inmensa porque reconocemos, en el fondo, que no hemos hecho lo que debiamos hacer. Eso es precisamente lo que le ocurrió al rico: no fue valiente para dar el paso y renunciar a lo que, en la cultura judía, se entendía como un favor divino: ser rico y tener capacidad de hacer limosnas.



El segundo cuadro de esta pasaje es la instrucción privada que Jesús imparte a sus discípulos. podría resumirse en la idea de lo dificil que es entrar en el Reino de Dios si antes no nos desasimos de nuestras riquezas, de nuestras ataduras. Jesús es muy claro: no entrarán en el cielo quines hacen de las riquezas sus dioses, quienes confian en ellas y no en el Dios único y verdadero. Dicho de otro modo, las rqiezas pueden convertirse en un tipo de idolatría que hacen muy dificil la felicidad plena y verdadera. En este sentido, si no se hace un recto uso de las riquezas para el servicio del projimo, el progreso de la sociedad y la justicia para con los pobres, las riquezas pueden convertirse en un obstáculo para el discipulo de Cristo. Por eso, con la primera lectura, queridos hermanos, hoy se nso exorta a buscar la sabiduría que procede de Dios, esto es: el sentido divino y teológico de las cosas creadas, de los bienes materiales. Se nos invita a preferir todo aquello que viene de Dios y nos lleva a Dios por encima de cualquier otra cosa, dar un uso y valor relativo a las riquezas y absolutizar solo y exclusivamente aquello que lleva la impronta divina.
 
El tercer punto del relato viene motivado por la procaz interpelación de Pedro con la que iniciabamos esta homilía: quién puede salvarse. Jesús recuerda que, contra el concepto judío de retribución, las riquezas no son indicativo de nada, que la salvación depende, en definitiva, del poder de Dios y de la confianza que pongamos en Él. Y hasta tal punto es así, que Jesús le promete a Pedro ya en esta vida los beneficios de un seguimiento radical, que superan los limites espacio-temporales de la realidad para prolongarse en la eternidad ya que en este mundo todo estará limitado por las persecuciones.
 
¿Quién podrá salvarse? los que no ponen su corazón en los bienes de este mundo, los que no sucumben a los afanes de esta vida, los que buscan servir a Dios con pleno corazón, los que han puesto en Dios su confianza y saben que Éste nunca falla. Los que buscan agradar a Dios y procuran el bien de su projimo. Los que mantienen la fe verdadera aun en las peores circunstancias de la vida. estos serán los que se salven por el poder de Dios y la confianza en Él.

Amén 

sábado, 6 de octubre de 2018

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HOMILIA DEL DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO





Queridos hermanos en el Señor:

        Quizá el Evangelio de este domingo pueda resultarnos dificil, incomodo o duro de oir. El Señor Jesús no es correctamente político, no teme el ser rechazado; sino que habla con la autordiad de su naturaleza divina, con la única intención de establecer la verdad y la belleza de las relaciones humanas fundadas desde el principio del mundo bajo el plan divino del Creador.

      Ante la pregunta capciosa que le presentan a Jesús sobre la legalidad del divorcio, Jesús contrapone la ley de Moisés dada en el Deuteronomio con el plan original querido por Dios. Pero ¿cuál es este plan? ¿qué pretende? indicaremos tres rasgos de este diseñor divino: 1. Dios quiere que el hombre viva en compañía, que no esté solo. Esto supone que el hombre sea, por naturaleza, un ser para la comunión. El hombre quiere vivir en sociedad, y la célula de esta sociedad es el matrimonio y la familia. En otras palabras, podemos decir que el hombre es un ser eminentemente familiar. 2. Para satisfacer ese ansia de comunión y compañía, Dios crea un ser coigual al hombre en su naturaleza y diginidad. El ser creada, la mujer, de la costilla, supone que ella ha salido de lo más cercano al corazón del hombre y por tanto, éste la reconoce como algo propio y co-igual a él, de ahí la expresión "ésta si que es hueso de mis huesos y carne de mi carne". 3. El hombre (y la mujer) tienen la capacidad de poner nombre a las creaturas, esto es, son dueños y dominadores de todo lo creado. Poner nombre implica poder y autoridad, dominio y conocimiento. Luego, vemos que el hombre no es un ser supeditado a Dios, sino que goza de un status, dentro de la creación, único.



         Ahora bien, si este es el plan divino desde el principio, dónde está el escollo que Moisés pretendió resolver: la fuerza del pecado que destruye las relaciones humanas y, también, las humano-divinas. Por tanto, todo aquello que fuera contra el plan original del Creador no podía servir para la Nueva Alianza fundada en la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, por eso, Jesús se muestra tan claro en esta enseñanza que hoy hemos escuchado de sus labios. No solo valora negativamente el divorcio, sino que es mucho más grave contraer nuevas nupcias con otra persona tras éste, es lo que denominamos: adulterio. Y esta es la enseñanza, inmutable, de Jesús y, por ende, la de la Iglesia católica. Todo intento de edulcorarla, difuminarla o invertirla, será una burda tomadura de pelo a tantos matrimonios santos que con sus mas y sus menos, sus dificultades y sus éxitos han vivido el sacramento del matrimonio hasta el final de sus vidas.

        Los textos que hoy hemos leido son una invitación a re-proponer la belleza del amor humano y del matrimonio como lugar donde ese amor se vive y se realiza en plenitud. Hoy es dia de agardecer a Dios por todos aquellos matrimonios ejemplares que han sabido valorar y vivir la plenitud del sacramento y no han sucumbido a la tentación del abandono, de la sepración o del divorcio. El divorcio es siempre un fracaso de la vida, una frustración de unn plan de vida que no llegó a realizarse y naufragó. Es una realidad, ciertamente, dolorosa que debemos tomar en consideración con mucha cautela y discernimiento, sin olvidar la gravedad del pecado pero el necesario bálsamo de la misericordia.



       Ojalá que hoy el Señor Jesús toque con su gracia e ilumine a tantos esposos y familias que atraviesan malos momentos para que les haga andar el camino del bien. no podemos obviar, en este sentido, la alusión a los niños como modelo de cómo hemos de recibir el Reino de Dios: con humildad y sencillez como don que se nos da, sin reivindicar ni poderes ni status ni privilegios, ya que el Reino lo trasciende todo, incluido el amor humano, del cual es reflejo en este mundo. Así sea.

Dios te bendiga