sábado, 11 de agosto de 2018

LEVÁNTATE Y COME


HOMILIA DEL XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO



Queridos hermanos en el Señor:

            Continuando con la lectura del capítulo seis del evangelio de Juan, la lectura del primer libro de Reyes nos da una nueva clave de comprensión: el profeta Elías, desfallecido de su caminata, se deja llevar por el cansancio y la desesperación; y rendido, ya, por la fatiga, se tumba en el suelo a esperar su muerte. Pero Dios no se resiste a consentir que su profeta entre en una dinámica derrotista, por ello manda a su ángel para que reanimara las fuerzas de Elías. La sencillez de un pan cocido y una jarra de agua es lo único necesario para levantarle de su postración.

            Se podría decir que esta narración del profeta Elías es una imagen perfecta de la vida del cristiano. La vida terrena es el camino que hemos de transitar para llegar a la meta que es el cielo. Pero este camino de la vida no es fácil. Si dijimos en domingos anteriores que el carisma profético del pueblo de Dios y el ejercicio del mismo por parte de cada cristiano, en su apostolado, entrañaban serios riesgos para la estabilidad y el bienestar en la vida; vemos que solo podemos hallar fuerzas en un alimento que no es de este mundo, aunque necesite de soportes físicos de este mundo. Elías fue alimentado por el pan de un ángel para que recobrara las fuerzas y continuara.


            Elías gusto y vio la bondad de Dios que no lo abandonó a su suerte sino, al contrario, lo salvó de sus ansias y angustias por medio de su enviado del cielo. También a nosotros, cada día de nuestra vida Dios nos envía ángeles para que nos guarden en el camino de la vida y nos proporcionen el alimento espiritual que necesitamos. Este pan que un día comiera Elías no es otra cosa sino un anticipo o prefiguración del verdadero alimento espiritual que Jesús nos da en sí mismo.

            El evangelista Juan establece un discurso acerca del pan de vida  a raíz de una diatriba con los judíos. Éstos cuestionan la identidad de Jesús, se quedan solo en la apariencia humana sin ir más allá de la misma. Y es que reconocer a Jesús como el Pan de vida es, ante todo, un don de la gracia divina que nos atrae y descubre la verdadera identidad del Señor. La Eucaristía, sacramento de la fe, es el verdadero Maná del cielo que sacia el hambre de eternidad en el hombre de hoy que se siente fatigado por las inclemencias y dificultades del camino de la vida.

Porque aunque el camino supere nuestras fuerzas, la Eucaristía, alimento sobrenatural, nos dará la fortaleza necesaria para continuar la vida cristiana en plenitud y hasta final. Así como no podemos vivir sin el alimento físico, la vida cristiana carece de sentido y muere si no nos alimentamos con el pan de los ángeles. En este sentido, la misa dominical, más que una obligación se debe transformar en una necesidad del alma, sin la cual no podemos vivir. La Eucaristía es ese imán que nos atrae hacia si irremediablemente. La santa misa es el centro de la vida del cristiano y quien no la frecuente, al menos dominicalmente, no puede llamarse, en verdad, cristiano.

Así pues, queridos hermanos, las lecturas de este domingo son un recuerdo constante de la necesidad que tenemos de comer el pan que Dios nos da, y hacerlo con fe. Con fe en la presencia real de Jesucristo en ella, y que, habitando en nosotros por el sacramento, nos da el vigor y el ánimo necesario para encarar la realidad de la vida y llegar a buen puerto, esto es, a la eternidad. Así sea.   
                                                              Dios te bendiga

3 comentarios:

  1. Gracias Padre que profunda explicacion..ese es el.alimento principal..el Pan bajado del Cielo.
    Dios lo bendiga..
    Ore por Venezuela estamos en bajo el Amparo de Nuestra Señora de Coromoto.
    Gracias por ser SACERDOTE.

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  2. Gracias hagamos de la misa el centro de nuestra vida cuidemos las comuniones siempre siempre en gracia de Dios para eso esta el sacramento de la penitencia y ofrecsmonos co la víctima en favor de nuestros hermanos

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