sábado, 13 de octubre de 2018

ENTONCES ¿QUIÉN PODRÁ SALVARSE?


HOMILÍA DEL XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO



Queridos hermanos en el Señor:

"¿Quién podrá salvarse?" esta provocadora pregunta en labios de san Pedro es un reto y un desafio en esta sociedad consumista y hedonista en que estamos sumergidos. vivimos en un mundo en que las riquezas materiales, la sociedad del bienestar y los beneficios económicos marcan el afán diario y la razón de ser de todo cuanto se realiza desde la mañana a la noche.

Las lecturas de hoy pretenden ofrecernos una visión alternativa y mejor de la valoración del mundo y de las riquezas. Podemos decir que el Evangelio presenta un cuadro narrativo estructurado en tres fases: 1. Un dialogo entre Jesús y un señor rico; 2. Una enseñanza privada a los apóstoles y 3. Una promesa de futuro.

En la primera escena, Jesús es abordado por un hombre que tiene nobles aspiraciones: quiere entrar en el Reino de Dios, heredar la vida eterna. para ello, ha vivido su vida con gran tesón, ha cumplido escrupulosamente los mandamientos, ha sido fiel a Dios y, por tanto, no tiene nada que reprocharse. Tal es su situación, que tiene plena conciencia de haber agradado tanto a Dios que goza del mayor favor divino que pudiera un hombre tener: ser rico, estar bien provisto de bienes materiales sin escasez alguna. Pero en su interior sabe que todo eso no basta, que debe hacer algo más. De ahí su interpelación a Jesús, el "maestro bueno". Jesús, mirándolo con amor, (es interesante este matiz) le anima a invertir su escala de valores: déjalo todo, vende lo que tienes, cambia tu vida y sígueme.

Estas palabras hoy también son dirigidas a nosotros: a veces creemos que somos cristianos cumplidores y, aparentemente, sin nada que reprocharnos; sin embargo en nuestro interior siempre sentimos la voz de la conciencia que nos invita a algo más, a seguir con más pasión y radicalidad a Jesucristo. Cristo, en estos momentos de la historia, pide algo más de todos nosotros: quiere que le amemos y le sigamos. Aun en medio de dificultades.

Hacer lo contrario a esto generará en nosotros, como en aquel rico, un enfado interno y una tristeza inmensa porque reconocemos, en el fondo, que no hemos hecho lo que debiamos hacer. Eso es precisamente lo que le ocurrió al rico: no fue valiente para dar el paso y renunciar a lo que, en la cultura judía, se entendía como un favor divino: ser rico y tener capacidad de hacer limosnas.



El segundo cuadro de esta pasaje es la instrucción privada que Jesús imparte a sus discípulos. podría resumirse en la idea de lo dificil que es entrar en el Reino de Dios si antes no nos desasimos de nuestras riquezas, de nuestras ataduras. Jesús es muy claro: no entrarán en el cielo quines hacen de las riquezas sus dioses, quienes confian en ellas y no en el Dios único y verdadero. Dicho de otro modo, las rqiezas pueden convertirse en un tipo de idolatría que hacen muy dificil la felicidad plena y verdadera. En este sentido, si no se hace un recto uso de las riquezas para el servicio del projimo, el progreso de la sociedad y la justicia para con los pobres, las riquezas pueden convertirse en un obstáculo para el discipulo de Cristo. Por eso, con la primera lectura, queridos hermanos, hoy se nso exorta a buscar la sabiduría que procede de Dios, esto es: el sentido divino y teológico de las cosas creadas, de los bienes materiales. Se nos invita a preferir todo aquello que viene de Dios y nos lleva a Dios por encima de cualquier otra cosa, dar un uso y valor relativo a las riquezas y absolutizar solo y exclusivamente aquello que lleva la impronta divina.
 
El tercer punto del relato viene motivado por la procaz interpelación de Pedro con la que iniciabamos esta homilía: quién puede salvarse. Jesús recuerda que, contra el concepto judío de retribución, las riquezas no son indicativo de nada, que la salvación depende, en definitiva, del poder de Dios y de la confianza que pongamos en Él. Y hasta tal punto es así, que Jesús le promete a Pedro ya en esta vida los beneficios de un seguimiento radical, que superan los limites espacio-temporales de la realidad para prolongarse en la eternidad ya que en este mundo todo estará limitado por las persecuciones.
 
¿Quién podrá salvarse? los que no ponen su corazón en los bienes de este mundo, los que no sucumben a los afanes de esta vida, los que buscan servir a Dios con pleno corazón, los que han puesto en Dios su confianza y saben que Éste nunca falla. Los que buscan agradar a Dios y procuran el bien de su projimo. Los que mantienen la fe verdadera aun en las peores circunstancias de la vida. estos serán los que se salven por el poder de Dios y la confianza en Él.

Amén 

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