sábado, 15 de diciembre de 2018

¿ENTONCES QUÉ HACEMOS?


HOMILÍA DEL III DOMINGO DE ADVIENTO “GAUDETE”


Queridos hermanos, en el Señor:

«Gaudete in Domino, iterum dico, gaudete» (Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres). Así comienza la misa de este Domingo, recibiendo, por este motivo, el nombre de “Domingo de gaudete”. Espiritualmente no es un domingo más en el Adviento, sino que está cargado de significado en la peregrinación del Adviento que recorremos mientras esperamos la venida del Señor.

Este tono espiritual nos lo han marcado de modo cristalino las diversas lecturas: el profeta Sofonías nos exhortaba con profusión y gran empeño a renovar el ánimo, a alegrar el alma, a regocijarnos y gritar jubilosos con todo el corazón. San Pablo nos invitaba no solo a estar alegres sino a que esa alegría fuera la medida de la fe cristiana y que fuera conocida por todos.

Pero… ¿por qué? ¿por qué este empeño? Por una sola razón, por una razón que están grande como única y singular en la historia: Porque Dios está en medio de nosotros, porque al mandarnos a su Hijo Jesucristo, ha cancelado la condena del pecado dándonos, de nuevo, la oportunidad de la conversión. En este Domingo, y esta es la gran razón, volvemos a saber que Dios se goza, se complace, ama y se alegra con su pueblo, con su Iglesia, que aunque pecadora y negligente, lucha en este mundo por ser fiel a su esencia más prístina: ser santa y transparentar la santidad de su Señor y fundador, Cristo.


Este es, queridos hermanos, el motivo de nuestra alegría: sabernos cerca de Dios y saber cerca a Dios. Esta es la razón por la que podemos gritar jubilosos que es grande ese Dios que esta en medio de su pueblo. Los cristianos, queridos hermanos, no podemos ser portadores de una fe triste, al contrario, nosotros somos hombres y mujeres que por ser cristianos, llevamos dentro una alegría inmensa que nadie nos podrá quitar jamás. Y esa alegría de llevar la fe de Cristo es la que tenemos que contagiar y dar a conocer. Y aquí es donde viene a nuestra realidad aquella pregunta del Evangelio «Entonces ¿qué hacemos nosotros?»

¿Qué hacer con esta alegría? ¿Qué hacer con este depósito de fe que alberga nuestra alma? Juan el Bautista invitaba a aquellos publicanos y a los militares a ser honrados, a ejercer su profesión de manera justa y sin “supremacismos” de ningún tipo. Podemos decir, pues, que el cristiano contagia su alegría en la medida en que vive sus quehaceres diarios desde Dios y con gran conciencia recta de que son un lugar de santificación y de encuentro con Dios. Si hoy sabemos que Dios está en medio de nosotros, en medio de su pueblo, acaso, con más razón ¿no estará en los afanes diarios? Ahí es donde Dios nos espera y nos sale al paso. Esos son los lugares donde mostrar y vivir la alegría de la fe: en la familia, en los estudios, en el trabajo, en el paro, en el noviazgo, en el matrimonio, en la soltería, en el celibato, en la vida religiosa, en la jubilación, en la enfermedad y en la salud, en todo lo que vivimos, sentimos y experimentamos podemos hallar el gozo profundo del encuentro de Dios que vive en medio de nosotros.

Así pues, hermanos, preparemos con gozo y esperanza este próximo encuentro con el Señor para que por nuestras obras y palabras contagiemos la alegría cristiana a este mundo triste y descreído que tanto necesita de la gracia de Dios. Así sea.

Dios te bendiga

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