miércoles, 25 de enero de 2017

LITURGIA Y SEXUALIDAD


En la III edición del misal romano ha aparecido, en las misas por diversas necesidades, un formulario para la misa “Ad postulandam continentiam” ¿Qué es esto? Una misa para pedir la continencia. Alguno que otro ha dicho que “¿Por qué lo han puesto?”, “Ya estamos fijándonos en lo mismo de siempre”. Los puritanos y escrupulosos de siempre, que no quieren hablar de estas cosas bien porque es tema tabú para ellos o bien porque lo tienen tan manido que ya ni se inmutan, han puesto el grito en el cielo pero creo que debemos tener todos un debate y una reflexión serena y sin apasionamientos.

San Ignacio de Loyola en sus ejercicios espirituales siempre anima al ejercitante a demandar una gracia concreta. Aquí la Iglesia nos invita a demandar la gracia de la continencia. Y… ¿qué es la continencia? En palabras de san Juan Pablo II: «consiste en la capacidad de dominar, controlar y orientar los impulsos de carácter sexual (concupiscencia de la carne) y sus consecuencias, en la subjetividad psicosomática del hombre. Esta capacidad, en cuanto disposición constante de la voluntad, merece ser llamada virtud» (Audiencia general del 24 de abril del 1984).

Efectivamente, en un mundo y en una sociedad pansexual, donde desde distintos medios y situaciones no cesan de llegar mensajes con contenido erótico, cuando no pornográfico; la Iglesia ve la necesidad de pedir esta gracia del cielo, esta virtud olvidada y despreciada. Pero hagamos una lectura desde los mismos textos.

Oración colecta

            «Señor, enciende bondadosamente nuestros corazones con el fuego celestial del Espíritu Santo, para que te sirvamos con cuerpo casto y te agrademos con un corazón puro. Por nuestro Señor Jesucristo»: esta oración pertenece a la misma misa “ad postulandam continentiam” presente en el Missale Romanum de 1570 y en el Rituale Romanum de 1614 si bien es verdad que la primera parte ha sido modificada. Esta oración indica desde el inicio que la continencia es un fruto del Espíritu Santo. Y como gracia especial de este afecta a todo el hombre en su unidad psicosomática, es decir cuerpo y alma (corazón), esta oración hace concreta la acción del Espíritu en ambas: para el cuerpo se pide la castidad y para el corazón la pureza.  

Oración sobre las ofrendas

«Que te agraden nuestros dones, Señor, para que ayudados por tu perdón, los que te has dignado salvar por gracia podamos ofrecerte el sacrificio de alabanza, con plena libertad y puro corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor»: esta oración también está tomada del Missale Romanum de 1570 con alguna modificación. La eucología de esta misa muestra un sano realismo antropológico, es decir, se reconoce la posibilidad, real, de que el hombre cae con frecuencia en el pecado contra la castidad, de ahí que necesitemos constantemente la ayuda del perdón y de la misericordia de Dios para levantarnos de las caídas y poder ofrecer constantemente el sacrificio de alabanza. Consecuencia de ese perdón es la libertad y la pureza del corazón. El perdón de Dios es un perdón liberador y restaurador del hombre.

Oración pos-comunión

            «Por los sacramentos que hemos recibido, Señor, florezca nuestro corazón y nuestro cuerpo con el vigor de la pureza y una nueva castidad, para que recibamos con limpio corazón lo que hemos tomado con nuestros labios. Por Jesucristo, nuestro Señor»: tomada también del formulario del Missale Romanum de 1570. Este texto pide que la comunión sacramental haga surgir en nosotros el fruto demandado en la colecta, es decir, el vigor de la pureza y de la nueva castidad.

Visión de conjunto

            Una serie de ideas atraviesan este formulario: 1. La ayuda de la gracia del perdón y del Espíritu Santo que lo posibilita y fructifica: no podemos olvidar que la continencia es fruto del Espíritu Santo y que cada vez que se atenta contra ella contamos con la misericordia divina que nos perdona y nos da un nuevo impulso y un nuevo vigor para vivirla. 2. La libertad humana: que siempre debe estar asistida por la gracia ya que ésta consiste en elegir siempre el bien. La continencia es signo de libertad humana en cuanto que supone el dominio de sí mismo y la posibilidad de caminar en la virtud y en el verdadero amor. 3. La castidad del cuerpo: san Pablo nos recuerda que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo (cf. 1Cor 6, 19; 2Cor 6,16) y por ese motivo hemos de cuidar de él y respetarlo. 4. La pureza del corazón: esta idea se está muy presente en la Escritura (Sal 50,4; Mt 5,8) y también en la liturgia (oración secreta al purificar el cáliz “Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio”).

            Es un formulario, como dijimos anteriormente, de un realismo craso. Bien sabe la Iglesia que el hombre se ve constantemente asediado por las pulsiones sexuales y los estímulos que le invitan a desistir de su empeño por mantenerse casto. Son muchos los modos y formas en que el corazón se ve manchado por la sensualidad humana y comienza a debilitarse poco a poco hasta caer en una espiral de satisfacción cortoplacista, perdiendo así su libertad y candidez. De ahí que el formulario de la misa apele desde el comienzo al “fuego celestial del Espíritu Santo” porque solo la gracia divina puede enderezar los corazones torcidos y las mentes corruptas. La comunión recibida en la santa misa tiene como uno de sus frutos prevenir las faltas contra la castidad y conservar la continencia, tal como lo dice una de las oraciones de acción de gracias después de la misa atribuida a santo Tomás de Aquino “Sit vitiorum meorum evacuatio, concupiscentiæ et libidinis exterminatio, caritatis et patientiæ, humilitatis et obedientiæ omniumque virtutem augmentatio” (sea evacuación de mis vicios, fin de la concupiscencia y liviandad, y aumento de caridad, paciencia, humildad, obediencia y de todas las virtudes).

Conclusión

            En conclusión, ¿es necesario este formulario hoy día? A esta pregunta no responderá directamente simplemente daremos algunos datos y ustedes juzguen si es o no necesario. Actualmente, el consumo de pornografía en internet es el que, con diferencia, es más elevado; la edad a la que comienza a consumirse la pornografía esta hoy a los 11 años, siendo la pornografía dura la que más se demanda.

            Hoy abundan en los medios los casos de abusos sexuales, siendo la pederastia el crimen más horrendo y nefando de cuantos se cometen en este campo; y lamentándolo mucho, ha habido hermanos presbiterios que han caído en esta lacra. Pero la pederastia no conoce límites; como obra del diablo, siempre busca las formas más terroríficas de manifestarse: en la escuela, en la propia familia, en los ambientes deportivos, etc.

            Es raro el día en que no nos despertamos con la noticia de algún caso de violación, de explotación de menores y turismo sexual con los mismos. Cada vez vemos con más naturalidad y sin ningún tipo de criterio moral las relaciones sexuales pre-matrimoniales, el reparto y fomento de anticonceptivos entre menores.

Hoy a los niños se les ha robado la inocencia de la infancia, la frescura de su niñez. La ideología de género se extiende rampante por nuestras escuelas y familias sin que nadie ose detenerla. Del mismo modo, el holocausto silencioso del aborto aún no encuentra quien le ponga límite.

Pero también es importante este formulario de misa para nosotros, los sacerdotes, que estamos, también, expuestos a todas las inclemencias que esta cultura pansexual nos ofrece. Cuántos hermanos han caído en estas sucias redes que no hacen sino ir socavando el celo pastoral de los mismos y caer en la concepción del sacerdocio como un “modus vivendi” y no como una verdadera vocación y un medio de santificación.

Así pues, es un acierto este formulario de misa para demandar la gracia de una continencia perfecta, de una castidad angélica y de una pureza fresca y vigorosa. Ojalá que acojamos con verdadero espíritu filial estos textos litúrgicos y los hagamos vida en nosotros.

Dios te bendiga

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