lunes, 30 de enero de 2017

"MONAGUILLOS PILLOS"



El pasado sábado 28 de enero, memoria de santo Tomás de Aquino, se celebró en el seminario diocesano de Plasencia, mi diócesis, el primer encuentro diocesano de monaguillos enmarcado en el plan vocacional “Tiempo de bregar”. Fue una jornada preciosa aunque con poca participación (esperamos que en el futuro vaya aumentando).

A las 11h comenzó el encuentro con el juego “la alegría de la fe” en que participaron los monaguillos, por grupos, con gran éxito en sus respuestas. A las 12h hicimos una visita guiada a la catedral para conocer dos cosas importantes: la catedra del obispo y a nuestros patronos diocesanos: san Fulgencio y santa Florentina. A las 13h hicimos un último juego sobre los objetos y ornamentos litúrgicos para, a continuación, dar inicio a la celebración de la santa misa. La Eucaristía fue presidida por el rector del seminario, concelebrada por los sacerdotes asistentes y animada  litúrgicamente por los seminaristas. Tras la santa misa tuvimos la comida y tras unos juegos deportivos volvimos para casa.

Qué frescura y pureza desprendían aquellos niños que cada domingo acuden a servir al Señor. Qué limpieza y candor rezumaban las caras inocentes de aquellos que dominicalmente actúan cual querubines en la presencia de Dios. Desde tiempos antiguos ya quiso Dios que los niños estuvieran cerca de Él y le sirvieran en su templo. Recordemos el caso del niño Samuel, que fue donado por su madre Ana para que viviera en el templo bajo la autoridad del sacerdote Elí (cf. 1Sam 3, 1-10). El mismo Jesucristo dijo: “dejad que los niños se acerquen a mi” (cf. Mc 10,14) y comparó la fe verdadera con la inocencia de un niño que se admira y se pregunta por todo. No debemos olvidar qué grandeza de espíritu y ánimo heroico mostraron aquellos niños que dieron testimonio de Jesús a costa de su propia vida: san Tarsicio, los santos niños Justo y Pastor, santa Lucia, santa Inés, santa Eulalia de Mérida o san José Sánchez del Rio.

El Bendicional (B) es un libro litúrgico donde se recogen todos los formularios que se han de usar para impartir la bendición a objetos, personas o lugares tanto del ámbito sagrado como profano. El formulario para la bendición de un acólito (monaguillo) no instituido (B I,V ) nos ofrece unos rasgos de estos “pillos” que corretean por nuestras iglesias. La oración de bendición (B 422) destaca la “bondad y alegría” de los niños que adornan y animan nuestras comunidades. Pero estas deben ser una bondad y alegría que vaya más allá de la pura exterioridad; han de ser una bondad y alegría trascendental, es decir, referida a Dios. A nuestros monaguillos les ha de venir de su contacto con el altar, de su cercanía con el misterio de Cristo, por eso, esta misma oración dice que la alegría y la bondad de los monaguillos contribuyen “a revelar la grandeza del misterio pascual de tu Hijo”.  

Estas vidas infantiles son muy agradables a Dios, la alegría de su santo templo tal como se decía en aquella antigua oración a los pies del altar "Introibo ad altare Dei/ Ad Deum qui laetificat iuventutem meam" (me acercaré al altar de Dios, al Dios que alegra mi juventud). La monición del rito de bendición de un acólito (B 414) lo expresa con gran belleza: “cada día de vuestra vida que transcurre en la fidelidad al Señor es una ofrenda agradable a sus ojos”. Los monaguillos deben aprender a vivir su vida como “ofrenda agradable”, es decir, una vida que gire en torno a Dios, una vida llena del amor de Dios. Para ello, es indispensable que tengan contacto directo con los misterios a los que sirven; que sientan a Jesús como alguien cercano que interpela sus vidas.

El monaguillo, por su ministerio, es el fiel más cercano al altar. De ahí que tenga que ser instruido en el camino de la santidad y la pureza (B 425). Santidad y pureza van de la mano en los niños porque tienen su raíz en la inocencia y la sinceridad de pensamientos y palabras de estos. Todo parte del grado de confianza que hayan adquirido con su sacerdote. Es importante, en este sentido, la dirección espiritual, la catequesis propia de monaguillos y, sobre todo, la pedagogía mistagógica.
¿Qué es la pedagogía mistagógica? Hacerles descubrir lo oculto bajo el velo de lo sacramental, esto es, a Cristo mismo presente en el ministro, en las especies eucarísticas, en los sacramentos, en su Palabra, en la Iglesia que suplica y entona salmos (cf. SC 7). Porque en la medida que uno va tomando conciencia de cuán grande es el misterio al que se sirve y del que se participa, mayor será la reverencia y la pureza con que queramos acercarnos a él. Y ahí es donde hay que conducir a nuestros hermosos "pillos": a descubrir el misterio que se oculta bajo una casulla, una estola, un cáliz, un corporal, el pan o el vino.

Es precioso, pues, a los ojos del Señor tener monaguillos alrededor del altar. Monaguillos “pillos” que le amen y le sirvan. Niños amigos de Jesús. Niños llenos de bondad y alegría, de santidad y pureza por su contacto con el altar y los misterios que en él se celebran. Que alegría y que belleza ver los presbiterios de nuestros templos diocesanos copados de monaguillos, sus altares asistidos por ellos. Los monaguillos son cantera de vocaciones por eso hemos de cuidarlos y rezar por ellos. Los monaguillos son esperanza y germen de la Iglesia de mañana, son un don de Dios. Confiemos a María santísima a nuestros queridos “pillos” para que ella los cobije bajo su manto y los una cada día más a su hijo, Jesús.
Oh Dios, que has enviado al mundo a Jesucristo, tu Hijo, para salvar a los hombres, bendice a estos hijos tuyos que hoy se presentan ante ti, para que los hagas dignos de servir en el altar, y contribuyan, con su bondad y alegría, a revelar la grandeza del misterio pascual de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén”.

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