miércoles, 25 de octubre de 2017

4. MISA PRO ELIGENDO PONTIFICEM VEL EPISCOPUM


MISA PARA ELEGIR UN PAPA O UN OBISPO


I. Misterio

            Después de estudiar ¿qué es un papa? Y ¿qué es un obispo? Según la mente de la lex orandi, esto es, los textos oficiales de la liturgia. Ésta misma pretende hoy enseñarnos ¿Cómo se elige a cada uno de ellos? O dicho de otra manera ¿Qué ora la Iglesia durante la sede vacante en la espera de un nuevo papa o un nuevo obispo?

            Ante todo, y a pesar de lo que los datos históricos señalan, la elección del papa o del obispo es una cuestión de naturaleza eclesiástica. Pero hay una diferencia, que el que se elige para la sede de Roma no es solo el obispo de dicha urbe sino también un jefe de Estado con gran influencia política en el mundo mientras que al elegir al obispo local solo afecta a un territorio concreto con escasa incidencia política; por eso veremos, someramente, el proceso elector de ambos por separado.

1. Elección del papa

            En los primeros siglos la elección del obispo de Roma no se distinguía de la del resto de obispos en otras iglesias: elección por parte del presbiterio local y aprobación del pueblo por aclamación. Será con la oficialización del cristianismo cuando el poder civil comience a intervenir en dichas elecciones. La primera intervención fue para la elección del papa san Dámaso. Para evitar estas interferencias, el sínodo romano del 499 dispuso que los electores solo fueran clérigos, aunque no valió de nada.

            A partir del s. VI el emperador de oriente se arroga el derecho de confirmación del Papa electo. A mediados del s. VII el papado comienza a desligarse de oriente y vuelve su mirada y dependencia al rey de los francos. Será el papa Pablo I (757-767) el primero en volver a solicitar la confirmación de su elección al rey franco-carolingio siendo esto ya una práctica asumida y ejercida a partir del s. IX.

            Desde entonces, fueron varias las familias feudales las que se disputaban el control en la elección papal. El emperador alemán Otón I reclamó para sí el derecho de confirmación de los nombramientos pontificios y, por tanto, la elección papal requeriría el “placet” del emperador, hasta el punto de que no podía ser consagrado hasta recibir la confirmación del emperador y haberle jurado fidelidad. En los siglos sucesivos volvió a repetirse el mismo procedimiento. La elección papal oscilará entre la directa intervención del poder imperial y el abandono de la elección en manos de los clanes feudales familiares.  

            La reforma gregoriana irá encaminada a regular la elección pontificia para evitar interferencias políticas. La elección recaería sobre un reducido grupo de clérigos, el colegio cardenalicio. El papa Nicolás II, en el decreto Praeduces sint dispone que “a la muerte del pontífice de esta Iglesia romana universal, ante todo los cardenales – obispos tratarán sobre la elección de su sucesor, según examen hecho en común, con extrema diligencia; luego, se unirán a ellos los cardenales- presbíteros y, finalmente, el resto del clero y el pueblo darán su consentimiento a la designación del elegido. De este modo -  y con el fin, sobre todo de que el mal de la vanidad no se presente en cada ocasión – los hombres religiosos serán los guías de la elección del nuevo pontífice y los demás le seguirán” (Decreto 120). Como vemos, este decreto no incluye la intervención del poder temporal lo que da a suponer que no tuvo una fácil aplicación. A esta normativa, que es un avance bastante notable en la regulación de la elección, aún le faltaba por salvar un escollo. El sujeto de la elección son los cardenales, pero ¿Qué mayoría de votos es necesaria para que la elección sea válida?

            Las sucesivas legislaciones irán perfilando el sistema de elección: 1. La mayoría necesaria: fue fijada en el Concilio I de Letrán (1179) en el canon  primero donde se exigía una mayoría de dos tercios de los cardenales integrantes del colegio electoral. 2. Salvar los interregnos: un interregno es el periodo de tiempo entre la muerte del papa y la elección del siguiente, es lo mismo que la sede vacante. Hubo periodos de incluso tres años de sede vacante. El papa Gregorio X, en el Concilio II de Lyon (1274), impuso el sistema de cónclave por la constitución “Ubi periculum”. La palabra “cónclave” viene de dos vocablos unidos: “cum” + “clavis”: cerrado con llaves. Se imponía un régimen sobrio de comida y alojamiento y a medida que pasaba el tiempo y no se elegía al Papa se iba reduciendo las raciones de comida. Una situación realmente dura. El papa Nicolás III lo abolió y viendo su fracaso, el papa Celestino V lo restituyó.

            La situación se mantuve más o menos sin cambio hasta Gregorio XV quien estableció tres formas de elección papal: 1. Por escrutinio, con dos votaciones al dia y con la mayoría de 2/3 de los electores; 2. El compromiso, si no había acuerdo, la elección se dejaba en manos de unos compromisarios designados por los cardenales. 3. Aclamación unánime. Y damos un salto en el tiempo hasta la última reforma de san Juan Pablo II con la constitución Universi Dominici Gregis (1996). Este último documento dispone: que se garanticen las condiciones de incomunicación con el exterior, las votaciones tendrán lugar en la Capilla Sixtina, los cardenales electores se alojarían en un edificio distinto a los palacios apostólicos, en la, entonces en construcción, “Casa Santa Marta”. Se suprimen la elección por compromiso y por aclamación. La mayoría necesaria es la de dos tercios de los electores. Una vez elegido al candidato se le pregunta si acepta la elección y cómo quiere ser llamado. Luego se queman los votos y se produce la conocida “fumata” de color blanco. Más tarde, tiene lugar la aclamación del pueblo desde el balcón de la logia de san Pedro.


2. Elección del obispo

            La elección de los obispos seguirá un procedimiento similar a lo largo de la historia: o bien el papa elige o refrenda y se hará necesaria la confirmación del poder civil. El Concilio I de Nicea (325) dispuso en el canon 4 que el obispo fuera nombrado por los obispos de la provincia, siendo el arzobispo metropolitano quien confirmara la elección y lo ordenara. El clero y el pueblo solo debía dar testimonio de su idoneidad y aclamarlo tras la elección, como expresión de júbilo.

            En la España visigoda, el canon 6 del XII Concilio de Toledo (681) otorgaba al monarca el derecho de designación de todos los obispos  del reino y al metropolita de Toledo la potestad de ordenarlos. En Francia ocurrió lo mismo. En Alemania, Otón I se reservó el derecho a los nombramientos episcopales. Mención aparte merece la cuestión de las Investiduras. Se trata de un conflicto entre el papado y el emperador a cuenta de las elecciones episcopales. Concluyó con el concordato de Worms (1122) firmado entre Calixto II y Enrique V. El Concilio III de Letrán (1179) exigió que los candidatos al episcopado tuvieran treinta años de edad. Con el IV Letrán (1215) la elección episcopal quedaba en manos de los cabildos.

            Damos un salto en el tiempo hasta la época actual. La disciplina se encuentra recogida en el canon 377 del Código de Derecho Canónico: “El Sumo Pontífice nombra libremente a los Obispos, o confirma a los que han sido legítimamente elegidos”. Se realiza por el procedimiento de ternas, esto es, al Papa se le presentan tres candidatos y él elige a uno de ellos.

            El periodo que acece entre la elección y la ordenación, se denomina Sede Vacante. Qué orar y pedir a Dios en este tiempo lo veremos a continuación.


II. Celebración

La tercera edición del misal romano (2002) nos ofrece un solo formulario para esta misa. Salvo la oración colecta, que es de nueva creación, la oración sobre las ofrendas y la de poscomunión han sido tomadas del misal romano de 1570 con algunas variaciones léxicas o semánticas.

La oración colecta está centrada en el gobierno de la Iglesia, del cual el obispo es el máximos responsable, sobre todo, si se trata del obispo de Roma, o sea, el Papa. Este pastor que ha de ser elegido debe agradar a Dios y ayudar a los fieles en el progreso espiritual. La oración sobre las ofrendas[1] indica que el amor de Dios por su pueblo es el que nos concederá el pastor que necesitamos para presidir los santos misterios. La oración para después de la comunión[2] sigue en la misma línea que la anterior indicando que es la gracia divina la que envía a su Iglesia un pastor para que la edifique y la ilumine exponiendo la Verdad del Evangelio.

Los textos bíblicos del formulario, esto es, las antífonas, han sido tomados del primer libro de Samuel, capítulo dos, versículo treintaicinco, para la antífona de entrada, donde se profetiza un pastor que Dios suscitaría para obrar según sus inspiraciones dándole una estabilidad. Y para la antífona de comunión, encontramos el capítulo quince, versículo dieciséis del evangelio de Juan en que se nos recuerda el mandato misionero de los pastores, enviados por Cristo para dar frutos perdurables.   


III. Vida

Una vez analizado el formulario de esta misa y destiladas las líneas teológicas que nos ofrece, extraigamos las conclusiones morales o existenciales para una vivencia mejor de estas situaciones coyunturales que cada cierto tiempo irrumpen en la vida de la Iglesia.

En primer lugar, este formulario nos recuerda que la elección de un papa o un obispo es algo importante en la Iglesia por las consecuencias directas que tiene en la marcha del Pueblo de Dios. Luego será necesario recurrir e invocar a “su misericordia infinita” (o. col.) para que los electores tengan buen tino en su propósito. De hecho se recomienda que mientras dura el periodo de sede vacante la Iglesia universal o diocesana se ponga en estado de oración insistente para que el Espíritu Santo derrame su gracia septiforme sobre los encargados de la elección, sobre el candidato que Dios tiene preparado y sobre el pueblo que se le encomendará para que lo acepte con docilidad y espíritu filial.

En segundo lugar, este formulario nos ha recordado también que el elegido para pastorear a la grey es, ante todo, fruto de la providencia divina, de “la admirable gracia de tu majestad” (o. posc.), concesión de “la abundancia de tu amor” (o. obl). Lo cual implica que en nosotros debe despertarse un sentimiento grande de acción de gracias a Dios y de generosa docilidad. Máxime, si tenemos en cuenta que este pastor elegido es el eslabón de una cadena ininterrumpida que nos une con la Iglesia apostólica y, por tanto, con el mismo Jesucristo.

En tercer lugar, el pastor que ha de ser elegido tiene la grave tarea de construir con nosotros, el pueblo, la Iglesia peregrina en este mundo. Junto al resto de obispos del mundo entero y bajo la guía del sucesor de Pedro, lo que llamamos “Colegio espicopal” tiene del deber de mirar solícitamente por la Iglesia universal. Pero para cada obispo, esa misma Iglesia universal se concreta en las Iglesias particulares o diócesis donde estos tienen una potestad inmediata y ejecutiva. Edificar la Iglesia, pues, es una tarea conjunto en la cual el obispo es el guía que marca el modo de hacerlo.

Por último, los fieles tenemos que abrir el corazón y ser dóciles a la iluminación del Espíritu Santo. Si los obispos son mensajeros y heraldos del Evangelio, a nosotros nos corresponde recibirlo con obediencia filial sabiendo que quien a ellos escucha, escucha al mismo Cristo, tal como lo recordó el Concilio Vaticano II: “Por ello, este sagrado Sínodo enseña que los Obispos han sucedido, por institución divina, a los Apóstoles como pastores de la Iglesia, de modo que quien los escucha, escucha a Cristo, y quien los desprecia, desprecia a Cristo y a quien le envió (cf. Lc 10,16)” (LG 20).

Tengamos presente todas estas cosas para que en los periodos de sede vacante, oremos insistentemente a Dios para que nos mande un pastor según el Corazón de Cristo, el único y fiel Buen Pastor.

Dios te bendiga



[1] MR1570 [1153] con algunas variaciones léxicas.
[2] MR 1570 [890] para el cuerpo central (aitesis) de la oración.

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