sábado, 22 de abril de 2017

DICHOSOS LOS QUE CREEN SI HABER VISTO


HOMILIA DEL II DOMINGO DE PASCUA


Queridos hermanos en el Señor:

En este segundo domingo de la Pascua del Señor, domingo de la Divina Misericordia, nos encontramos con unos textos sagrados que nos sitúan, de algún modo, en el corazón del misterio de Cristo, esto es, el nuevo pueblo de Dios, que es la Iglesia, y el don del Paráclito, como alma de este nuevo pueblo. Iglesia y Espíritu son los dones del resucitado al mundo.

El autor de los Hechos de los apóstoles nos presenta en este primer sumario la actividad de la iglesia primera. Ciertamente es una visión muy ideal de la primitiva comunidad cristiana pero para los católicos del s. XXI se nos presenta como un revulsivo que debe despertar nuestras conciencias, des-instalarnos de nuestra rutina caduca y ponernos en pistas para revitalizar nuestra vida cristiana. Varias son las actividades de la Iglesia incipiente que han marcado la pauta misionera de estos veintiún siglos de historia:

1. “escuchar las enseñanzas de los apóstoles”: porque la Iglesia surge de la escucha atenta de la Palabra de Dios y esta se ha transmitido por la Escritura y la Tradición apostólica. Los cristianos de todos los tiempos debemos ser humildes y aceptar esta Palabra de verdad como ley de nuestra vida.

2. “la vida en común”: es la responsabilidad recíproca que adquieren los que aceptan el Evangelio. Los cristianos no somos individuos solitarios e independientes sino que debemos ser solícitos al bien de unos y otros.

3. “la fracción del pan”: era el ritual judío con el que se inicia una comida festiva. Es el gesto del Resucitado en Emaús y el nombre técnico con el que se designa a la celebración de la Eucaristía en los primeros siglos. La Iglesia en estos siglos nunca dejó de reunirse para celebrar la Eucaristía porque si es verdad, como dijimos antes, que la Iglesia vive de la Palabra de Dios, no es menos cierto que también vive y se forma por la Eucaristía; en palabras de Henri de Lubac “la Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace la Iglesia”.

4. “en las oraciones”: otra constante de la vida de la Iglesia es la oración incesante. La iglesia tiene la misión de orar por las necesidades del mundo. A esta tarea se consagran muchos hermanos nuestros, pero esto no nos exime a ninguno de los demás miembros para que diariamente reservemos un tiempo concreto para Dios, para tratar de amistad con El y presentarle lo que el mundo de hoy necesita.

El texto de los Hechos, como vemos, nos proponen un buen programa de vida para vivir esta Pascua y prolongarla todos los días de nuestra vida. Solo cuando la Iglesia vive así se convierte en un signo para el mundo, capaz de mover a la fe a los que la contemplan. Así han de vivirlo los hijos renacidos en la Pascua, como nos recuerda san Pedro en su primera carta “ [renacidos] para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo”. Porque es allí, queridos hermanos, donde la Iglesia se realizará plenamente: en el cielo.

Pero no podemos obviar, hermanos, que todo lo dicho anteriormente no es otra cosa sino consecuencia del misterio de la Resurrección de Jesucristo. En este domingo se nos presenta para nuestra contemplación la aparición del Señor a los apóstoles, aquellos que estaban “con las puertas cerradas por miedo a los judíos”. Para los cristianos la ausencia de Dios supone la entrada de los miedos y desafecciones. Quien no tiene a Dios en su vida tiende a cerrar sus puertas a toda gracia, a toda iniciativa divina; sin embargo, Jesús es capaz de traspasar estas mismas puertas y presentarse delante de nosotros para, de nuevo, mostrarnos las marcas de su gloriosa pasión. Algunos puntos de meditación que este texto nos ofrece son los siguientes:

1. “Paz a vosotros”: es el saludo y don del resucitado: la paz que brota de la cruz. Jesús ha efectuado, definitivamente, la reconciliación entre Dios y los hombres por eso, la palabra “paz” tiene aquí un sentido pleno. Es la paz de Dios, la paz del alma, la paz que inspira confianza y abandono en Dios. Un paz única que nadie puede arrebatarnos.

2. “enseñó las manos y el costado”: es la prueba de su resurrección real e histórica. Él resucita con su cuerpo, no solo en espíritu. El cuerpo de Cristo no conoce la corrupción del cuarto día en el sepulcro. El cuerpo es necesario para la resurrección. Si Cristo no hubiera resucitado con su cuerpo no tendría valor este misterio, ni sería posible nuestra resurrección. La Iglesia vive porque vive su cuerpo, porque la Iglesia es su cuerpo. Por eso con razón la liturgia dice “y en su resurrección hemos resucitado todos”.

3. “sopló sobre ellos”: es el otro don de la Pascua: la efusión perenne del Espíritu que nos está garantizada por el mismo Jesucristo, como Él mismo afirmó “cuando yo me vaya os enviaré al Espíritu Santo” (cf. Jn 16,7). Pentecostés, de esta manera, se sigue realizando cada día en la celebración litúrgica. Es el Espíritu que nos asiste cada día, que renueva nuestra vida, que nos hace ser testigos en medio del mundo. El espíritu es el alma y motor de la Iglesia y de cada cristiano. El Espíritu es la presencia íntima de Dios que fluye del Cristo exaltado.

4. “Dichosos los que crean sin haber visto”: es la respuesta a las dudas de Tomás. La fe de los cristianos que han creído sin haber visto a Jesús no se diferencia en nada de la fe de los primeros apóstoles. La fe no se basa en ver o en sentir, sino en creer, esperar, amar, sabernos amados. La fe es confianza, es perseverancia en la prueba. La fe es, en definitiva, don de Dios dado en el bautismo.

5. “y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre”: esta es la conclusión de todo el conjunto de misterios de la fe: tener vida eterna. Solo quien cree e invoca el nombre de Jesús como su Señor puede salvarse.

Este domingo segundo de Pascua es una oportunidad única para contemplar la misericordia divina que inspira y sostiene nuestras vidas. Es un día óptimo para considerar, como dice la oración colecta, “qué bautismo nos ha purificado, qué Espíritu nos ha hecho renacer  y qué sangre nos ha redimido” que no es otra sino la del mimos Jesucristo.

Dios te bendiga

  

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