miércoles, 31 de enero de 2018

MISA POR LA RECONCILIACIÓN





I. Misterio

Este miércoles expondremos para la reflexión un elemento fundamental para la vida cristiana: la reconciliación. ¿Qué es? ¿Cómo se vive? es, ante todo, una palabra que significa: unir las partes, recomponer los diversos elementos perdidos de una misma realidad, que solo tendrá sentido en la medida en que estos se reconozcan. La reconciliación supone siempre una amistad original y anterior que ha sido destruida por una causa o influjo externo. En el caso de los humanos, lo destruido es la amistad entre Dios y los hombres, y la causa que lo produjo es el pecado original. Uno de los efectos de esta fuerza maligna es la desviación de la naturaleza y la libertad humana del bien que debería desear y apetecer, ante esto, la gracia viene a nosotros como un auxilio para devolvernos a la inocencia orinal, a la amistad del principio.

La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. La libertad caracteriza los actos propiamente humanos. Se convierte en fuente de alabanza o de reproche, de mérito o de demérito. La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que estos son voluntarios. El derecho al ejercicio de la libertad es una exigencia inseparable de la dignidad de la persona humana, especialmente en materia moral y religiosa.

Por otra parte, el pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. El pecado es una ofensa a Dios. El pecado se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él nuestros corazones. Hay dos clases de pecados: original y actual.

·         Pecado original: es aquel con que todos nacemos y que hemos contraído por la desobediencia de nuestro primer padre Adán. Los daños del pecado de Adán son: privación de la gracia, pérdida del paraíso, ignorancia, inclinación al mal, la muerte y todas las demás miserias. El pecado original se borra con el santo Bautismo.

·         Pecado actual: es el que comete con su libre voluntad el hombre llegado al uso de razón. Hay dos clases de pecado actual: mortal y venial.

o   Pecado mortal: es una transgresión de la ley divina, por la que el pecador falta gravemente a los deberes con Dios, con el prójimo o consigo mismo. Se Llama mortal porque da muerte al alma, haciéndola perder la gracia santificante, que es la vida del alma, como el alma es la vida del cuerpo.

o   Pecado venial: es una transgresión leve de la divina ley, por la que el pecador sólo falta levemente a alguno de los deberes con Dios, con el prójimo o consigo mismo.


Frente al pecado que atenaza la vida del hombre, el Señor no nos abandona y nos concede el poder de su gracia para el perdón y la justificación, así como para la prevención de los mimos. La justificación no es solo remisión de los pecados, sino también santificación y renovación del interior del  hombre. La justificación establece la colaboración entre la gracia de Dios y la libertad del hombre. La gracia se puede clasificar en varias categorías:

·         La gracia santificante: es un don habitual, una disposición estable y sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar por su amor. Se debe distinguir entre:

·         La gracia habitual: disposición permanente para vivir y obrar según la vocación divina.

·         Las gracias actuales: que designan las intervenciones divinas que están en el origen de la conversión o en el curso de la obra de la santificación.

·         Las gracias sacramentales: dones propios de los distintos sacramentos.

·         Las gracias especiales: llamadas también carismas, según el término griego empleado por san Pablo, y que significa favor, don gratuito, beneficio. Los carismas están ordenados a la gracia santificante y tienen por fin el bien común de la Iglesia. Están al servicio de la caridad, que edifica la Iglesia.

·         Las gracias de estado: que acompañan el ejercicio de las responsabilidades de la vida cristiana y de los ministerios en el seno de la Iglesia.


La libre iniciativa de Dios exige la respuesta libre del hombre, porque Dios creó al hombre a su imagen concediéndole, con la libertad, el poder de conocerle y amarle. El alma sólo libremente entra en la comunión del amor. Dios toca inmediatamente y mueve directamente el corazón del hombre. Puso en el hombre una aspiración a la verdad y al bien que sólo Él puede colmar. Las promesas de la “vida eterna” responden, por encima de toda esperanza, a esta aspiración.


La relación entre libertad, pecado y gracia se fundamentan en la obra redentora de Jesucristo en la cruz que con el derramamiento de su sangre ha establecido la paz entre los seres del cielo y los que pueblan la tierra. Cristo, satisfaciendo vicariamente la pena por el pecado, efectuó la obra salvífica que agradó al Padre abriendo así para nosotros las puertas del Reino de los cielos. Por tanto, vemos como la reconciliación trasciende la pura horizontalidad humana irrumpiendo en la trascendencia, donde solo tenemos un acceso mediado por la Cruz de Cristo y los velos del misterio.

II. Celebración


El formulario litúrgico que nos presenta esta misa por la reconciliación es de nueva creación, incorporado a las misas por diversas necesidades en la tercera edición del misal romano. Este formulario puede ser completado con las plegarias I o II para la reconciliación. Como curiosidad, este formulario está permitido más allá de la norma general del OGMR para el uso de estas misas. Por su temática puede ser usada en Cuaresma, en Pascua o en otro momento en que se halla dispuesto o concedido un tiempo de gracia y reconciliación por parte del ordinario. A este fin se han dispuesto en los textos eucológicos unos asertos entre corchetes []. Aunque sobre el color litúrgico no viene nada indicado ni legislado, por el tenor literario de la misa y su contenido espiritual es recomendable usar el morado aunque sea en tiempo ordinario. Se compone de dos oraciones colectas, una oración de ofrendas y una para después de la comunión; también una antífona de entrada y dos de comunión a elegir.

La primera oración colecta puede ser empleada en cualquier tiempo litúrgico. Su temática está centrada en la relación Dios-hombre. Dios, clemente y reconciliador, sale al encuentro del hombre para concederle el poder conocerle como Creador y Padre, el aceptar su mensaje, cumplir su voluntad y buscar el “instaurar todas las cosas en Cristo”. La segunda colecta de la misa está reservada para el tiempo de Pascua. Su temática está centrada en la libertad de los hijos de Dios: Dios es origen de la libertad que quiere sacar al hombre de la servidumbre del pecado y constituirle junto con los otros, en un pueblo libre que es la Iglesia quien debe presentarse con vigor ante el mundo para ser sacramento de salvación realizando el misterio de la caridad.

La oración sobre las ofrendas es un tratado sintético acerca de la reconciliación efectuada por Jesucristo en la cruz. Del hombre depende el que esta reconciliación alcance a todos sus coetáneos. La oración de pos-comunión llama a la Eucaristía “misterio de unidad” y su efecto en nosotros es el llenarnos de amor salvífico y el poder ser constructores de paz.

Los textos bíblicos elegidos para conformar este formulario los encontramos en las dos antífonas de comunión que se ofrecen a elegir: a) Mt 11,28, donde el Señor nos llama a poner nuestros cansancios y agobios en sus manos, y poder descansar en Él; b) Jn 16,24, la reconciliación, objeto de este misa, es un don de Dios que debe ser pedido y procurado. Sin embargo, para la antífona de entrada se ofrece un texto anónimo que no pertenece a la Escritura.

III. Vida


            De este formulario litúrgico podemos establecer, en líneas generales algunos puntos vitales que pueden guiar nuestra ética cristiana y conducir a buen puerto nuestra vida espiritual.

a) Obediencia y respeto a Dios: esto implica reconocerlo como Creador y Padre que nos ama, que quiere nuestro bien y que nos ha regalado la vida y lo que ésta conlleva. El hombre debe respetarlo y aceptar su mensaje de salvación.

b) La libertad de los hijos de Dios: el formulario litúrgico sitúa el origen y la causa de la libertad humana en el mismo Dios. Puesto que Éste es fuente de toda bondad y la libertad es elegir siempre el bien, la libertad humana residirá siempre en Dios, lo único y mejor que el hombre debiera elegir. La reconciliación, por tanto, consistirá en arrancar al hombre de la servidumbre esclava del pecado y restituirlo a la libertad de la gracia divina que no es otro, sino el mismo Cristo, gracia increada. Éste, por medio del sacrificio de la Cruz, ha pagado, a precio de su propia sangre, nuestra liberación.

c) Instaurare omnia in Christo: esta frase corresponde al lema pontificio de san Pio X. el fin de la reconciliación humana, y la restauración del hombre a la libertad de la gracia no es otro que el de reparar la unidad perdida en el linaje humano. La Iglesia siempre ha tenido vocación universal en la salvación. La mejor prueba es el empeño misionero desde el minuto cero de la misma. Y fiel a esta vocación, la Iglesia, siguiendo la exhortación del apóstol Pablo, hace todo lo posible para que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

            Así pues, queridos lectores, aprovechemos este día para revisar nuestra conducta y nuestra vida. Demos gracias a Dios por tanto bien cómo ha hecho en nosotros. No dudemos de la bondad de Dios y su generoso amor por cada uno de nosotros.

Dios te bendiga

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