miércoles, 29 de marzo de 2017

“COMO INCIENSO EN TU PRESENCIA” (I)




            Queridos lectores de este incipiente blog, permítanme que en el artículo que hoy les presento abuse de su tiempo y su paciencia pero no es necesario que ustedes lo lean entero de un golpe, es mejor que cada apartado lo lean tranquilamente en distintos momentos.

Quisiera exponerles hoy algunas claves para valorar y acoger un elemento litúrgico que, no sé por qué, despierta más detractores que defensores. Les hablo del tan amado y odiado incienso en la liturgia. Esta sustancia resinosa al ser quemada despide abundante humo blanquecino, de olor agradable, que sube como columna de humo e impregna el lugar de su uso y a las personas que en él se encuentran.

Historia del uso del incienso en la liturgia cristiana

Aunque hoy nos parezca normal verlo en las iglesias, no siempre fue así. Su introducción en el culto cristiano no fue del todo pacífica. Su uso es antiquísimo, precristiano. Muy común en las diversas culturas y religiones como símbolo de honor a los difuntos, de respeto a las autoridades, sacrificio a los dioses y como signo de alegría y atmósfera sagrada. Este uso estrictamente pagano duró hasta el s. IV, sobre todo reservado a emperadores y dioses. Solo tras la paz de Constantino (313) fue progresivamente desapareciendo esas connotaciones paganas, entrando, así, poco a poco, en el culto cristiano[1].

Algunos datos de su paulatina entrada nos lo ofrece el diario de viaje de la Peregrina Egeria en la Anastasis de Jerusalén en el s. IV; Constantino regaló incienso a la basílica de Letrán para perfumar su ambiente pero no para uso litúrgico en el mismo siglo; en las pinturas de san Vitale en Rávena del s. VI. Por el contrario, los más acérrimos enemigos de esta inclusión fueron Tertuliano, quien en su Apologeticum argumenta «… que de las hostias que mandó ofrecer ofrezco, la opima, la mayor, la oración nacida de un alma cándida, de un ánimo inocente, de un pecho donde el Espíritu Santo habita. No le ofrezco granos de incienso, lágrimas de un árbol que valen un maravedí» (30) y san Agustín en sus Enarrationes in Psalmos dice «Podemos estar tranquilos, no tenemos que ir a Arabia a buscar incienso, ni registrar los fardos del avaro negociante: lo que Dios pide de nosotros es un sacrificio de alabanza» (49,14).

El caso es que, aún con cierta oposición, acabó entrando en el culto cristiano. Al inicio, tanto los cirios y el incienso formaban parte del honor con el cual era rodeado tanto el Evangeliario (libro de los Evangelios) y algunas personalidades. Se sacó de los usos ceremoniales de la magistratura, de las cuales participaban los obispos, considerados como magistrados y funcionarios del aparato burocrático del estado. Veamos los hitos más importantes de esta interesante historia[2]:

·        s. VII-VIII es un gesto de honor tributado al Papa y al Evangeliario.

·         Ordo romano I: el incensado es usado respecto al Papa cuando es recibido por el clero, cuando se dirige al altar, cuando se lee el Evangeliario y cuando el Papa regresa a la sacristía.

·         Sacramentario gelasiano: dice que cuatro diáconos llevan cuatro Evangeliarios precedidos de dos incensarios.

·         Pontifical de la Curia del s. XIII: reserva la cruz y el incienso para la llegada del emperador.

·         En el s. IX la misa romana se ve influenciada por la liturgia galicana introduciendo en ella el uso del incienso tanto para el altar, como para el clero y las ofrendas.

·         Ordo romano XIV de Mabillon (1300): regula el uso del incensario substancialmente como lo hallamos en las rúbricas del misal de 1570.

Hasta aquí la historia del uso de este elemento litúrgico. El próximo dia entraremos en su uso en la liturgia.



[1] cf. J. Aldazabal, 214.
[2] cf. M. Righetti I, 242.

1 comentario:

  1. Muy interesante la historia del uso del incienso en el culto Cristiano

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