miércoles, 24 de mayo de 2017

LA ORDENACION EPISCOPAL (II)


La eucología de la misa de ordenación episcopal
               Hoy abordaremos las oraciones propias de la misa de la ordenación episcopal, para ver qué y cómo es un obispo según lo describe la liturgia de la Iglesia


A) Antífona de entrada

«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres y curar a los contritos de corazón». Centonización de Lc 4,18. La celebración eucarística se abre con este versículo del evangelio de Lucas. Será la tercera persona de la Trinidad quien descienda en la celebración sobre el candidato al episcopado para otorgarle la gracia septiforme.

En esta antífona se señalan las dos primeras preocupaciones que tienen que anidar en el corazón de un obispo: la primera será la evangelización de los pobres. Para el Evangelio, los pobres no son solo una categoría social o económica sino que abarca a todo hombre que está lejos de Dios, la mayor pobreza que pueda pensarse. Pero hoy, los pobres necesitan volver a conocer a Jesucristo.

La segunda preocupación es la de “curar a los contritos de corazón”. En estos tiempos que corren, la Iglesia esta llamada, precisamente con sus obispos a la cabeza, a sanar las heridas que afligen a los hombres y mujeres de este mundo. En un mundo dividido por las guerras, conflictos de todo tipo, por ideologías deshumanizadoras, la Iglesia se presenta como un “hospital de campaña” cuya mayor y única medicina es el mismo Jesucristo a quien el obispo hace presente, por su ministerio en la Iglesia.

B) Oración colecta

«Oh Dios, que por pura generosidad de tu gracia, has querido poner hoy al frente de tu Iglesia de Plasencia, a tu siervo, el presbítero José Luis, concédele ejercer dignamente el ministerio episcopal y guiar por la palabra y el ejemplo, bajo tu amparo, la grey que le has confiado. Por nuestro Señor Jesucristo». En primer lugar se destaca que la llegada de un nuevo obispo a una diócesis es un acto de la generosa providencia de Dios.

En segundo lugar, se pide, para él, ejercer un recto gobierno; y ser testimonio vivo de palabra y obra del amor de Dios. Todo ello porque el obispo debe ser el referente moral para todo el pueblo de Dios, de ahí que su responsabilidad ante Dios sea más grave que la de cualquier otro cristiano.

También en esta oración se percibe el vínculo territorial del obispo. El obispo (Jose Luis) es para una diócesis en concreto (Plasencia). Y es precisamente, como luego expondremos, esta porción del Pueblo de Dios quien demanda aquello que más necesita en estos momentos: un Pastor que le guíe por los caminos del Evangelio.

C) Oración sobre las ofrendas

«Te ofrecemos, Señor, este sacrificio de alabanza para que aumentes en mí el espíritu de servicio y lleves a término lo que me has entregado sin méritos propios. Por Jesucristo, nuestro Señor». El nuevo obispo celebra su primera misa como pastor de una grey determinada. Es justo que en esta misa todo el pueblo se una en esta gracia demandada: orar por el nuevo obispo. Su misión y ministerio es algo que no puede realizar por sí mismo, solo y con sus solas fuerzas, sino que necesita de la ayuda y oración de todo el pueblo de Dios.

Esta intención encierra un claro mensaje para toda la grey: quien está unido en oración y en la celebración litúrgica del obispo, obtiene unos vínculos espirituales fuertes con éste que le deben llevar a cooperar con él en la evangelización de los pobres y en la sanación de los corazones atribulados. Esta intención se desarrollará en la tercera aclamación de la bendición final, como luego veremos.

El texto eucológico, a pesar de poner en boca del nuevo obispo esta intención personal por él mismo, quiere ser también una cura de humildad del mismo ya que le ofrece dos ideas interesantes que el obispo, y todo el pueblo, debe tener muy en cuenta: 1. Para que aumente en el obispo el espíritu de servicio y 2. El ministerio le ha sido entregado sin méritos propios. En definitiva, el ministerio episcopal es, en palabras de san Juan Pablo II “don y tarea” (mensaje para la jornada de la juventud, 1998).

D) “Hanc igitur” propio

«Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa; te la ofrecemos también por tu siervo José Luis, a quien te has dignado promover al orden episcopal; conserva en él tus dones para que fructifique lo que ha recibido de tu bondad». Ya está presente en la compilación Veronense (s. V) y en el sacramentario gregoriano de Adriano (s. VII). Llamamos "Hanc igitur" a los fragmentos que se introducen en el canon de la misa o en la plegaria eucarística y que varía según la fiesta o el tiempo litúrgico.

Este texto fue incluido, desde muy antiguo, en la plegaria eucarística, en concreto, en el canon romano, que es el texto que debe usarse en esta solemne celebración. Pues no sería lógico que quien se ordena por el rito romano, como obispo del rito romano, no use la plegaria propia y original del rito romano (la redundancia es a propósito).

El concelebrante respectivo, pide para el nuevo obispo, que los dones del Santo Espíritu permanezcan siempre en el sujeto concreto y den fruto que redunden en beneficio propio y de la comunidad. Los dones que se reciben de parte de Dios tiene dos fines: construir la comunidad de la Iglesia y la salvación eterna del sujeto que los recibe.

E) Antífona de comunión

«Padre santo, santifícalos en la verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo, dice el Señor» tomada de Jn 17, 17-18. Una vez que ha sido ordenado, el nuevo obispo celebra por vez primera la Eucaristía en su catedral con la grey que el Señor le ha confiado. Es el neo-obispo quien recibe, en este momento, el encargo de alimentar al pueblo con el alimento de vida eterna, con el banquete del Reino. Pero la antífona de comunión recuerda al obispo que, junto a la Eucaristía, debe alimentar, también, al pueblo con la Verdad, fuerza santificadora que es el mismo Jesucristo.

F) Oración de pos comunión

«Te pedimos, Señor, que realices plenamente en nosotros el auxilio de tu misericordia, y nos hagas ser compasivos de tal modo que en todas nuestras obras podamos agradarte. Por Jesucristo, nuestro Señor» la primera parte de la oración es del sacramentario gelasiano antiguo (s. VIII).

Tanto el pastor como el rebaño necesitan del auxilio divino para cumplir con su deber de agradar a Dios con una vida santa. El auxilio divino no es otro sino el Espíritu Santo que nos comunica, por su medio, la misericordia del Padre. Este mismo espíritu ha de generar en el pastor sentimientos profundos de compasión respecto de su grey. Compasión, como ya se sabe, significa “padecer con”, estar al lado de aquel que sufre en su cuerpo y en su espíritu. Vivir desde esta óptica supone, en el fondo, realizar obras que agradan a Dios. Para agradar a Dios, el obispo debe seguir la pauta indicada por san Pablo para todos los cristianos en su carta a los romanos «Presentad vuestros cuerpos como Hostia viva, agradable a Dios» (cf. 12,1).

El sacrificio de una vida entregada a la administración del perdón y de la indulgencia, de la caridad activa y sincera, de la unción y de la crismación, de la consagración y de la ordenación, es una vida entregada a agradar a Dios. Es la vida de un obispo que ama a su grey. Con cada uno de estos actos, en la vida del obispo se hace realidad lo que la liturgia de pastores dice en su responso: «este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo».

G) Bendición final

«Oh Dios, que cuidas a tu pueblo con misericordia y lo diriges con amor, concede el Espíritu de la sabiduría a quienes confiaste la misión del gobierno en tu Iglesia, para que el progreso de los fieles santos sea el gozo de sus pastores. Amén». Esta primera invocación de la bendición está centrada en el gobierno de la Iglesia, en el munus regendi que el obispo debe ejercer. El nombre de Dios viene acompañado por dos verbos que describen el gobierno de Éste como modelo para el obispo: “cuidas” y “diriges”. Es el Dios-Pantókrator, el Dios providente, quien marca la pauta de acción gubernativa: el obispo debe cuidar con misericordia y dirige con amor a su diócesis. Para esta sagrada misión, el obispo, del mismo modo que hiciera Salomón (cf. 2 Cro 1, 10) pide el don de la sabiduría para ejercerla con generosidad. Pero el gobierno viene marcado en una dirección concreta: el progreso en la santidad. Y éste y no otra cosa ha de ser el gozo del obispo.

«Tú que, con el poder de tu gloria ordenas el número de nuestros días y la duración de los tiempos, dirige benévolo tu mirada sobre nuestro humilde ministerio y concede a nuestro tiempo la abundancia de tu paz. Amén». Para realizar un buen gobierno no solo es necesario obtener sabiduría y cuidar con amor al pueblo, sino también, tener un tiempo propicio para que los planes y directrices del gobierno se vayan cumpliendo. Si anteriormente dijimos que el modelo de gobierno para un obispo es el Dios-Pantókrator, en esta segunda invocación de la bendición fijamos la mirada en el Dios-kronókrator, es decir, en Dios que ordena y dispone la sucesión de las horas y los días. Precisamente, el Señor de la historia, el alfa y la omega, es el que dispone un nuevo tiempo para la diócesis con la llegada de un nuevo obispo. Y ojalá, según se nos invita a orar, sea un tiempo de paz, es decir, un tiempo en que se prolongue la reconciliación entre Dios y los hombres.

«Ayúdame también con los dones que, por tu gracia, has puesto en mí, y pues me has elevado al orden episcopal concédeme agradarte con la perfección de las obras; que el corazón del pueblo y del obispo tengan un mismo querer, de tal manera que al pastor no le falte la obediencia de su grey, y a la grey no le falte el cuidado del pastor. Amén». La tercera y última invocación recoge una perfecta síntesis de toda la teología del formulario litúrgico de la misa para la ordenación de un obispo: Dios es quien pone las gracias pertinentes en medio de la indignidad y torpeza de los candidatos; será Dios, por tanto, quien haga del obispo, si este se deja, un verdadero pastor, transparencia del verdadero y único Pastor, Jesucristo. La perfección viene por la obra del Paráclito en el corazón de los creyentes. Será la tercera persona de la Trinidad quien mueva el corazón, la mente y la voluntad de pastores y grey hacia un mismo querer donde todos coincidan. Y este querer no será otro que el de hacer la voluntad de Dios, siempre y en todo lugar.

Por último, como si fuera un eco que ha de quedar, la bendición aborda el tema de la relación cuidado-obediencia entre pastores y fieles. Al primero le compete la labor de estar solícito ante las necesidades de los distintos miembros del pueblo de Dios pero esto no le exime de dejarse cuidar por éste; porque puede darse el caso de que el obispo haga cosas por el pueblo pero sin el pueblo. Respecto de la grey, tiene el deber sincero de ser obediente a las directrices de su pastor, como si del mismo Cristo se tratase, pues no puede hacerse nada sin obispo (=nihil sine episcopo), el pueblo debe cuidar de su pastor y hacerle ver el error si éste se equivocara, pero no puede caer en la tentación de querer marcar ninguna agenda al obispo, de decirle lo que debe o no hacer.

Dios te bendiga


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