sábado, 9 de junio de 2018

EL ESPÍRITU SANTO CONTRA EL DEMONIO


HOMILIA DEL X DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


Queridos hermanos en el Señor:

Retomamos, nuevamente, la lectura del Evangelio de Marcos que durante los domingos del Tiempo Ordinario de este ciclo B vamos haciendo.

Las lecturas que acabamos de proclamar, tanto del Génesis como del Evangelio, tienen como persona principal al diablo y sus consecuencias. “Diablo” es una palabra griega que significa “el que divide” o “el que separa”. Esta es la temática general de las lecturas de hoy: la división y la discordia causadas cuando se hace caso del diablo.

En la primera lectura observamos cómo crecen, rápidamente, las hostilidades y los miedos entre los seres humanos y para con  Dios en el momento que en Satanás ha hecho su obra. Adán culpa a Eva, Eva a la serpiente y a Dios no le queda más remedio que imponer a cada cual su merecida sanción. Es, pues, el pecado el que conlleva la discordia entre las personas. Cuando apartamos a Dios del horizonte de la vida, desparece todo lo bueno y positivo que hay en nosotros, se emborrona y difumina la imagen divina que cada ser humana contiene. En definitivo, sin la luz del misterio de Dios, el hombre se halla en la más triste desnudez de lo humano. Una desnudez que se traduce en soledad, en sensación de abandono, en desprecio por la propia alma, en tristeza espiritual.


El diablo quiere impedir nuestro seguimiento de Cristo, quiere dividir nuestras fuerzas y que nos perdamos en bagatelas para hacer infecundo nuestro apostolado. Por eso, el Señor en el Evangelio de hoy nos advierte de la necesidad de saber reconocer lo que tiene al Espíritu Santo por actor principal y la fuerza que proviene de El Espíritu da vida a la Iglesia, hace eficaz las acciones sacramentales y fecunda el apostolado del Pueblo de Dios. Así pues, frente a la discordia y dispersión que ocasiona el demonio, el Espíritu Santo es artífice de la paz y de unidad en la Iglesia y en la humanidad. Por eso, el Evangelio de hoy concluía con la necesidad de no solo escuchar la Palabra de Dios, sino ponerla en práctica. De este modo podemos entrar a formar parte de su familia y de su misión.

Es, pues, imprescindible que aprendamos a decir “no” al demonio, que sepamos rechazar sus insinuaciones y obras en la vida. Con el diablo no se debe dialogar para no sucumbir a sus encantos, pues su forma de actuar siempre es suave, confusa, y sin desagradar. Esta es su trampa. Es necesario, por el contrario, invocar la presencia del Espíritu Santo en nosotros para caminar a la luz de la fe, a la luz de la unidad, a la luz de la comunión con la Iglesia. Pues es ahí, en la unión con Dios y su Iglesia donde reside el secreto de nuestra perseverancia. En estos tiempos tan recios que se avecinan es más necesario que nunca olvidar rencores y hostilidades y, frente a la desnudez del pecado, revestirnos de la gracia de Dios, revestirnos de la fuerza de los sacramentos. Adelante, pues, y vivamos la vida cristiana asidos de la mano de Dios y de su santa Madre, la Virgen María. Así sea.

Dios te bendiga

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