miércoles, 13 de junio de 2018

MISA POR LOS CAUTIVOS Y ENCARCELADOS


MISA POR LOS CAUTIVOS Y ENCARCELADOS


I. Misterio

La Iglesia también aborda en su doctrina la cuestión de aquellas personas que por causas diversas sufren la privación de libertad. Es un deber y un derecho de los Estados tal como afirma la Iglesia: «Para tutelar el bien común, la autoridad pública legítima tiene el derecho y el deber de conminar penas proporcionadas a la gravedad de los delitos» (CDSI 402) En este sentido, el Estado tiene la doble tarea de reprimir los comportamientos lesivos de los derechos del hombre y de las reglas fundamentales de la convivencia civil, y remediar, mediante el sistema de las penas, el desorden causado por la acción delictiva.

Pero la pena no sirve únicamente para defender el orden público y garantizar la seguridad de las personas, como se dijo más arriba; sino que además, es instrumento de corrección del culpable. Por tanto, la finalidad es doble: 1. Favorecer la reinserción de las personas condenadas; y 2. Promover la reconciliación.


Pero ante la fría justicia que debe imponer las penas convenientes, la Iglesia ofrece a los cautivos y encarcelados la asistencia espiritual de los sacerdotes, llevada a cabo por los capellanes de las cárceles.

En la realización de las averiguaciones se debe observar escrupulosamente la regla que prohíbe la práctica de la tortura. Es necesario garantizar los derechos tanto del culpable como del inocente. Se debe tener siempre presente el principio jurídico general en base al cual no se puede aplicar una pena si antes no se ha probado el delito. Veamos, pues, cómo la Iglesia hace suya en la oración y la plegaria las intenciones de aquellas personas privadas de libertad

II. Celebración

            Esta misa, de nueva creación, está sujeta a las normas generales para las misas “ad diversa” y puede ser completada con la cuarta plegaria eucarística para las misas por diversas necesidades. Los ornamentos pueden ser de color blanco o del tiempo litúrgico en que se empleé. La misa por los cautivos nos ofrece un formulario completo mientras que por los encarcelados solo ofrece la oración colecta, y si es por un encarcelado por causa del Evangelio puede ser completada por el formulario de la misa por los cristianos perseguidos.

            La oración colecta, basada en la kénosis de Cristo (cf. Flp 2, 6), pide una liberación integral de la persona, esto es, su libertad de espíritu frente a la cautividad del pecado; y su libertad física frente a las cadenas de la prisión. La oración sobre las ofrendas denomina a la Eucaristía “sacramento de la redención humana” y esta centrada, sobre todo, en la libertad espiritual más que en la física. La oración para después de la comunión denomina a la Eucaristía “precio de nuestra libertad” y aborda directamente la necesidad de que los presos sean liberados de las cadenas que les oprimen.


La oración colecta de la misa por los encarcelados es un precioso texto cuyos detalles literarios no pueden pasar en balde. La anamnesis de la oración afirma los siguientes aspectos de la bondad divina: 1. “Tú solo conoces lo más secreto de los corazones” porque Él no juzga por apariencias ni necesita pruebas positivas, tan solo  Él sabe lo que alberga el foro interno de las personas, también de los presos. 2. “Tú conoces al justo y puedes convertir al culpable” porque el poder de Dios va más allá de las penas punitivas al pecador sino que busca redimir, liberar y dar vida en plenitud al ser humano. En este sentido, la oración ilumina el encarcelamiento desde el misterio de la libertad de los hijos de Dios y de la justicia divina, basadas en “la paciencia y la esperanza”, así como pedir la liberación física para ellos y la consiguiente posibilidad de volver a retomar sus quehaceres cotidianos.

Los textos bíblicos asignados a este formulario litúrgicos son: para la antífona de entrada se ha tomado el Sal 87, 2-3 donde podemos oir la vibrante súplica de un cautivo que, encerrado en su pena, eleva su voz al único que puede liberarlo, esto es, Dios mismo. Para la antífona de comunión encontramos el Sal 68, 31-34, donde la súplica del cautivo se convierte en acción de gracias por la liberación ya lograda, fruto de la atención de Dios a los gritos de sus hijos más necesitados.

III. Vida

Una vez analizado el formulario veamos qué puntos teológico-morales podemos extraer para una mejor vivencia de esta dimensión del cristianismo tan poco conocida.

La redención de los cautivos: la Iglesia siempre ha tenido clara conciencia de que una de las obras de misericordia era no solo visitar a los presos (cf. Mt 25,36) sino abrir las prisiones injustas y soltar a los encarcelados (cf. Is 58,6). Fruto de ello es la fundación de una orden religiosa: los mercedarios. La Orden de la Merced (siglo XIII), fundada por san Pedro Nolasco, surge como una orden religiosa con la misión de redimir cristianos cautivos. Se trata de una labor muy concreta en el conflicto social entre el mundo musulmán y el cristiano. Los mercedarios tomaron esta tarea social de rescatar cautivos como propia, por vocación cristiana, elevándola de esta manera a categoría de carisma religioso. Estos frailes se pusieron al servicio de la sociedad en nombre de la Iglesia para llevar a cabo esta misión por amor y misericordia. Es por ello que la Iglesia continúa hoy esta importante labor, bajo la figura de los capellanes de prisión. Dice la Doctrina Social: «En este campo, es importante la actividad que los capellanes de las cárceles están llamados a desempeñar, no sólo desde el punto de vista específicamente religioso, sino también en defensa de la dignidad de las personas detenidas. Lamentablemente, las condiciones en que éstas cumplen su pena no favorecen siempre el respeto de su dignidad. Con frecuencia las prisiones se convierten incluso en escenario de nuevos crímenes. El ambiente de los Institutos Penitenciarios ofrece, sin embargo, un terreno privilegiado para dar testimonio, una vez más, de la solicitud cristiana en el campo social: « Estaba... en la cárcel y vinisteis a verme » (Mt 25,35-36)» (CDSI 403b).


Libertad de los hijos de Dios: es el don más precioso que Dios nos ha otorgado. No desaparece con el encierro carcelario ni por la cautividad a manos de los enemigos. No. Está muy por encima de todo ello. Es una libertad del corazón y del alma que se mantiene incólume en cada circunstancia de la vida. La libertad de los hijos de Dios es, precisamente eso, la libertad de ser hijo de Dios, de ser hijo libremente y vivir como tal, y pensar como tal, y sentir como tal. La razón más sobrenatural “porque me da la gana” ser libre, ser hijo suyo y ser cristiano en medio del mundo sin importarnos más muerte que vida, éxito que fracaso. Es una libertad  de actitudes y de testimonio. Una libertad que se goza solo cuando uno se sabe amado por Dios y totalmente dependiente de Él. Es la libertad de los mártires, de los confesores, de todos aquellos que no tienen miedo a entregar su vida por la fe y por Jesucristo. En definitiva, una libertad imperecedera, un don extraordinariamente maravilloso.

Dios te bendiga

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